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Parirás con dolor (también dragones)

Rhaenyra, en el 1x10 de 'La casa del dragón'
28 de octubre de 2022 22:29 h

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Creo que a estas alturas, para quienes hemos visto la serie 'House of the Dragon' no es un secreto la cantidad de escenas de partos que en ella aparecen, pero es que además pareciera que las escenas violentas de las batallas se hayan remplazado por partos violentos. No quiero que me acusen de hacer spoilers, de modo que anuncio desde ya que quien no la haya visto y no quiera que le hable de escenas de la misma, el momento de dejar la lectura es ahora. Pero si los spoilers no importan tanto como a mí, que hasta cierto punto les tengo el gustico, sigamos con esto.

Leí que el creador y guionista Ryan Condal había dicho en el podcast de la serie que querían dramatizar los partos de una manera distinta a esa en que han aparecido siempre en televisión; tipo muy pulcros, una mujer en una cama de un hospital que suda un poco y puja. Y aunque esa intención es buena, porque un parto es todo menos pulcro y fácil, la verdad es que ha habido una excesiva sobreexposición de los mismos —algunos se podían quitar de la historia sin que afectaran en nada— y no han logrado escapar a la perspectiva masculina.

El punto de partida de la serie es el parto de la reina Aemma Targaryen, a quien el rey elige sacrificar para salvar a su heredero, muriendo desangrada luego de que le abrieran el abdomen para sacar al bebé (podemos hablar de una cesárea), quien finalmente también muere. Todo esto en medio de una escena terrorífica y sangrienta. Luego está el parto de Laena Velaryon, quien tras escuchar al maestre (que vendría a ser el médico) decirle a su esposo que lo han intentado todo y que él debe decidir a quién salvan, aunque difícilmente ella sobreviva, decide ir hacia su dragón y ordenarle fuego al grito de “Dracarys” para morir incinerada. Y finalmente están los partos de Rhaenyra. Nada más terminar el primero, se ve obligada a atravesar todo el palacio, pálida, sangrando y tambaleándose, para no separarse de su hijo recién nacido ante la exigencia de presentarse ante la reina. Pero es el último el que sinceramente me ha movido a escribir esta columna.

Durante toda la serie, cuando aparecían los partos, no hacía más que pensar: “Uff, esto lo han escrito hombres, cómo se nota”. En el último dije: “Esto es el colmo”. Es que en esas escenas las decisiones las seguían tomando los hombres; ni siquiera en un plano imaginario, una creación ficticia como era esta serie, se planteó que alguna mujer tomara una decisión, que se le consultara al menos, ni siquiera la reina pudo decir algo. Es más, los creadores pudieron echar mano de cosas que pasaban en los partos en una época histórica equiparable como la Edad Media; por ejemplo, el hecho de que eran parteras y comadronas las que estaban al frente de ellos, pero en la serie nunca se les dio protagonismo alguno.

En el último capítulo, la perspectiva patriarcal cruza todos los límites del sentido común. Rhaenyra, una mujer devastada por la muerte de su padre, se pone de parto y decide —ahí sí— parir sola, dando a luz a una niña muerta. El estado físico y emocional de una mujer que pasa por algo así es brutal. Sin embargo, en el afán de mostrarla “fuerte”, ese mismo día, el día en que da a luz y sepulta a su hija muerta, sigue andando por todo el palacio, dirige las reuniones de estrategia militar para planear el ataque por el robo de su trono, es coronada en una ceremonia frente a decenas de personas, y al poco aparece montando su dragón para ir a confrontar al hombre de confianza del rey y se regresa caminando hasta su castillo —que tampoco es que le quedara a 20 pasos—. Todo esto sin quejarse, sin abrir siquiera un poco las piernas, sin decir un “ay”, sin que se le viera dolorida, sin que se le notara que una bebé acababa de salir por su vagina hacía unas pocas horas.

Todas esas escenas siguen permeadas por una perspectiva masculina, por la idea de fuerza que el sistema patriarcal nos ha metido hasta la médula. No por quejarse, caminar más pausado o por manifestar dolor, una mujer que acaba de parir deja de ser fuerte. ¡Acaba de parir! Qué esperas ver si no eso. No pueden medir nuestros procesos reproductivos bajo esos estándares patriarcales de fuerza y debilidad, menos quienes ni siquiera potencialmente podrían vivirlos. 

O sea, ¿entre una carnicería horrorosa de un parto en el que la mujer muere y otro en el que da a luz sola, se pone de pie y sigue su vida como si nada, no hay un punto medio? ¿Son esas las opciones que tienen las mujeres para que se cuenten sus partos en las series o en el cine? Al final los creadores “críticos” como Ryan Codal cambian las formas en cómo se presenta el parto en la ficción, pero el mensaje de fondo permanece idéntico, bajo la visión de los hombres y sin tener en cuenta la experiencia vital de las mujeres.

Es bueno saber que se empiezan a tratar estos temas en las pantallas, aunque la mirada patriarcal sigue imperando. La verdad es que para todo lo que resistimos, son pocas las veces en que gritamos: ¡Dracaryyyyysss! 

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