La democracia en España está en peligro y no debemos arriesgarnos a que las generaciones futuras nos acusen de no haber hecho nada. El fascismo es fascismo, llamarle neofascismo o extrema derecha son eufemismos que no deberíamos utilizar, blanquean su peligro, allanan su camino, facilitan su trabajo de liquidación de la democracia. Lo ocurrido hoy en el debate de la Cadena SER no puede sorprendernos, los antecedentes de desprecio a las libertades, a la verdad y a las personas de los miembros de Vox han sido permanentes, pero sí debe servir para que por fin nos tomemos en serio la amenaza que este partido supone para España, para nuestra democracia, para unos derechos y libertades ganados a pulso tras un golpe de estado, una sangrienta Guerra Civil y una larguísima dictadura.
La democracia está en peligro y si los demócratas, por intereses electoralistas, seguimos consintiendo que se ponga al mismo nivel a los que quieren destruirla que al resto de los partidos, acabaremos pagando todos una factura muy cara. Vox y Podemos no son lo mismo, por mucho que se empeñen las derechas y sus medios amigos en repetirlo. Entre el fascismo y la democracia hay una enorme distancia. Se lo ha dicho Ángel Gabilondo en la SER a Rocío Monasterio: “Hay antipolítica en su discurso... su sueño de corazón es que solo hubiese un diputado y eso tiene otro nombre, no es democracia. Los discursos de la antipolítica nos llevan a la dictadura”.
Abascal, Monasterio, Vox, están construyendo una opción política basada en las mentiras, en el desprecio a las personas, en la utilización reiterada de los más débiles como arma arrojadiza para sembrar el miedo y cosechar votos. Cuando Monasterio desde la tribuna de sus mítines habla de las “manadas de menas” está despreciando a la verdad y a la dignidad del género humano. Y no podemos seguir callados. Algo más deberíamos esperar de la justicia cuando se miente y se agrede de esta manera. Cuando desde carteles electorales se falsean los datos y también las imágenes. Están en juego derechos fundamentales. Está en juego nuestra libertad. La democracia es imperfecta, ya lo sabemos, pero siempre será mejor que el mundo con el que sueñan los dirigentes de Vox. El Partido Popular de Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso tiene ante sí una responsabilidad histórica. Pueden cerrar el paso a los fascistas o abrirles el camino. Madrid vuelve a ser el campo de batalla 90 años después. Nos jugamos el futuro.