Los inesperados peligros de las olas de calor para la salud humana
Este miércoles nos estrenamos con la primera ola de calor del verano en España. Lamentablemente, todo indica que cada vez serán más y peores las que tendremos que sufrir en el futuro. El cambio climático, debido al incremento de gases de efecto invernadero en la atmósfera, está provocando que las olas de calor no sólo sean más frecuentes sino también más intensas en todo el mundo. Los efectos de tales picos máximos y transitorios de temperatura se hacen notar a múltiples niveles: en los ecosistemas, en nuestras sociedades... y en nuestra salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que el cambio climático provocará, directa o indirectamente, alrededor de 250.000 muertes adicionales entre los años 2030 y 2050. De ellas, 38.000 se darán en ancianos debido a la exposición al calor excesivo.
Detrás de las olas de calor hay peligros que prácticamente todos conocemos. Así, por ejemplo, múltiples estudios epidemiológicos en diferentes lugares del mundo han identificado una relación proporcional directa entre los incrementos de las temperaturas climáticas y ascensos en la mortalidad. Esto se da especialmente entre ancianos, niños y enfermos crónicos (diabéticos e hipertensos, entre otros). Son grupos especialmente vulnerables a las extremas temperaturas debido a su dificultad para regular su temperatura y, por tanto, tienen mayor riesgo de sufrir un golpe de calor o shock térmico. Se trata de una urgencia médica grave, con riesgo de muerte si no se actúa rápidamente, y suele manifestarse inicialmente con pérdida del conocimiento, letargia, confusión, calambres, mareos, dolor de cabeza...
En el sudeste de Estados Unidos, un incremento de 1º C en la temperatura media estival se correspondía con un incremento del 2,5% de la tasa de mortalidad en ancianos. Por otro lado, durante la ola de calor del año 2003, se detectaron alrededor de 70.000 muertes adicionales en Europa.
Además de las muertes provocadas por shock térmico, que son las consecuencias más fáciles de identificar de las olas de calor y son conocidas por todos, también existen otros efectos sobre la salud humana mucho menos publicitados y que, muy probablemente, desconocías.
Por ejemplo, múltiples estudios demuestran que, ante incrementos de temperatura, se produce un número mayor de muertes por enfermedades cardiovasculares (ictus e infartos al corazón, entre otras). Los mecanismos no están totalmente claros todavía, pero se sabe que las elevadas temperaturas pueden hacer la sangre más viscosa debido a la pérdida de líquidos por el sudor. Se incrementa así el riesgo de coagulación y, como consecuencia, el desarrollo de trombosis.
Aún menos conocido es cómo las olas de calor afectan a nuestro rendimiento intelectual. Un reciente estudio publicado en la revista PLOS Medicine estudió el rendimiento cognitivo de estudiantes universitarios, con o sin aire acondicionado en sus residencias. Ante las elevadas temperaturas, los investigadores observaron que los estudiantes sin aire acondicionado puntuaron significativamente peor en diferentes tipos de evaluaciones de habilidades cognitivas que aquellos con aire acondicionado en sus residencias.
Concretamente, puntuaban peor en 5 medidas diferentes de la función cognitiva, incluyendo el tiempo de reacción y la memoria de trabajo. Así, por ejemplo, los estudiantes sin aire acondicionado tardaban más tiempo en reaccionar (13,4% más) para la prueba de colores-palabras y cometían más errores en tests de sumas y restas (13,3% más) que aquellos con temperaturas más agradables debido al aire acondicionado. Por tanto, las olas de calor no sólo pueden afectar a personas vulnerables sino que puede afectar al rendimiento intelectual incluso de personas jóvenes.
En este sentido, parece que el calor también influye en las habilidades de los conductores. Un análisis epidemiológico sobre decenas de miles de accidentes de vehículos en Cataluña encontró que el riesgo estimado de accidentes era un 7,7% mayor durante las olas de calor, en comparación con días cálidos pero sin tan extremas temperaturas.
Desafortunadamente, el calor no sólo afecta a nuestra “inteligencia” y habilidades al volante, también sabemos que afecta al estado de ánimo y a nuestro comportamiento. Podría parecer que se trata de una broma, pero lo cierto es que existen múltiples y fuertes evidencias recogidas a lo largo de las últimas décadas que indican que con los incrementos de las temperaturas existen significativamente más agresiones y conductas violentas. Un completo estudio publicado en Science en el año 2013 era bastante rotundo al respecto, afirmando que las altas temperaturas se asociaban con una mayor aparición de conflictos.
Una de las hipótesis más utilizadas para justificar este fenómeno es que el calor extremo puede incrementar los sentimientos de ira, irritabilidad y hostilidad que favorecerían, en último grado, el desencadenamiento de agresiones y violencia. Recientemente, investigadores trataron de profundizar más en los mecanismos neurobiológicos detrás de este fenómeno y observaron que el sistema serotoninérgico (que tiene un papel esencial en el mantenimiento de nuestro estado de ánimo) estaba implicado. Concretamente observaron que los incrementos de las temperaturas modulaban la actividad de la serotonina.
Aun así, es muy controvertido predecir si el calentamiento global llevará a un incremento en crímenes y conflictos. Algunos autores afirman, sin embargo, que un incremento de 2º C en las temperaturas medias podría llevar a un incremento del 3% de las tasas de crímenes violentos en regiones no tropicales ni subtropicales, si el resto de factores se mantiene invariable.
Por si no tuviéramos bastante con todo lo anterior, también se ha detectado un incremento de los casos de depresión por el incremento de las temperaturas en Estados Unidos y México. Los investigadores del estudio más reciente al respecto, publicado en Nature Climate Change, llegan a afirmar lo siguiente: “Predecimos que el cambio climático sin mitigar podría resultar en 9-40 mil suicidios adicionales, representando un cambio en las tasas de suicidio comparable al impacto estimado de recesiones económicas, programas de prevención de suicidio o las leyes de restricción de armas”. Sin duda, es aventurado todavía establecer relaciones de causa y efecto entre altas temperaturas y depresiones; pero lo que está claro es que hay una correlación fuerte entre ambos.
Puede que ya supieran el poco prometedor futuro que se presenta ante nosotros con el cambio climático como una amenaza constante y sutil. Ahora tienen todavía más conocimientos para saber que el futuro es aún más oscuro de lo que pensaban. En las manos de todos está que podamos, no ya evitarlo, sino limitar sus consecuencias.
Para saber más:
Decálogo de recomendaciones para prevenir los daños derivados de las altas temperaturas