Esta semana compartía en mi muro de Facebook la noticia que hacía referencia a las declaraciones que el juez de menores Emilio Calatayud, hacía en TVE: “Las niñas se hacen fotos como putas”. Aunque intento siempre tener limpio de trolls ese espacio, lo cierto es que siempre se me cuela alguno. Nada de lo que preocuparse, porque la unidad que hay en el resto de seguidoras para rechazar sus comentarios es apabullante. Sin embargo, con la noticia de este juez pasó algo que creo que no había pasado nunca: mujeres que se dicen feministas apoyaban sus palabras, y recibían decenas de “Me gusta” de otras mujeres que también se dicen feministas.
Que sí, que era cierto que había niñas que posaban como putas. Que sí, que los padres son demasiado permisivos. Y que sí, que si queremos acabar con la sexualización de nuestras hijas, lo que tenemos que hacer es hacer caso a los consejos del juez Calatayud, es decir: controlar que no “se hagan fotos como putas”.
El juez, que fue consciente al parecer de todos los ataques pero también de la increíble defensa que tuvo, escribió en en su blog: “No quiero pelearme con nadie ni que nadie se pelee por mí”. Y creyó que arreglaba la polémica metiendo en el saco a los niños, y asegurando que ellos también posaban como putos, y que “después de las fotos, pueden venir los acosos, los abusos y las violaciones”.
Literalmente, este juez (de menores) veía las violaciones como una causa directa de la forma que tienen las niñas de posar en las fotos. Y digo niñas porque no cuela la coletilla tardía de “y los niños también”. Si realmente pensara así, habría dicho “niños” desde el principio, básicamente porque es lo que tiene el lenguaje no inclusivo: generaliza siempre con el masculino.
Y si en vez del suicidio de una bloguera de moda, habláramos del rapto de una cría, a ese juez -ni a ninguno- se le hubiera ocurrido decir “es que las niñas se ponen a jugar como locas y se alejan de los padres”. No diría algo así porque la sociedad (y hasta él) vería claramente la culpabilización de la víctima de un secuestro; y ni mucho menos habría pensado que iba a arreglarlo con un “Los niños también se alejan, tranquilos, que tengo para todos”.
Pero ¡ay!, con el machismo hemos topado, y con las violaciones y acosos que comete... Ahí se acabó la objetividad. Al contrario de lo que pasa con cualquier otro delito, parece que sí se puede culpar a la víctima en los delitos generados por el machismo. No pasa nada si se declara a la mujer como responsable de lo que un hombre quiera hacer con ella contra su voluntad. Y hasta es habitual que se recurra al slutshaming: ¡ah! haber seguido las directrices del patriarcado. Está tan bien visto, parece tan lógico, que hasta mujeres que leen sobre feminismo con asiduidad opinan como este juez.
Es decir, que depende de nosotras que no nos violen, al parecer es algo que podemos controlar y evitar. ¿Cómo se le cuenta a eso a las más de mil denunciantes violadas en España cada año? ¿Y cómo se lo contamos a las que no denuncian -que son la mayoría- porque tienen miedo de que se las culpe de lo que les ha pasado? ¿Cómo convencemos a las niñas, adolescentes y mujeres violadas que tienen que contar lo que les ha pasado y denunciarlo, si han visto con sus propios ojos a un juez diciéndoles que parecen putas? Y, por favor, que alguien me explique cómo es posar como un puta, porque no he visto jamás a dos “posar” igual.
¿Y cómo convencemos a las putas que creen merecer en cierta forma la violencia que reciben de lo contrario? ¿Cómo pueden luchar ellas y explicarnos que su forma de “posar” no exculpa a sus violadores, que son los hombres que las violan los únicos responsables de sus actos? ¿Con qué cara anima nadie a una mujer (puta, ingeniera o camarera) a que no calle los abusos, los acosos y las penetraciones forzadas a las que la someten los hombres si ella ha decidido callar?
Las mujeres no somos responsables de la violencia que recibimos, ya sea psicológica, física o sexual, y asegurar que después de las fotos vienen las violaciones es decirle a la sociedad que sí somos responsables, que depende de nosotras, y que si posamos diferente (?) no provocaremos que nos acosen, abusen de nosotras o nos violen. Es contribuir con la cultura de la violación, ésa que invisibiliza a los culpables de un delito concreto y describe con detalle cómo son las víctimas: los culpables son anónimos, hombres random, pero a las víctimas se las ve de lejos: se maquillan mucho, llevan escote, posan como “putas”.
Esto, además de mentira, ya que para sufrir una violación sólo hace falta ser mujer, relativiza el problema y lo convierte en una caricatura que es fácil evitar: ¿no quieres ser violada? Sé prudente y recatada. ¿No quiere usted que violen a su hija? Vigile su Instagram, porque a lo mejor está posando como una puta, signifique eso lo que signifique, y está llamando a violadores. Porque según muchos, no sólo este juez, parece que antes de Instagram no había violaciones, ni tampoco en los países donde el velo es obligatorio se produce violación alguna.
“Busco provocar una reacción en los padres para que protejan a los menores de sí mismos”, decía el Calatayud en su blog. Las criaturas son el verdadero peligro, como ven, no que haya hombres que sexualicen a menores y las/los violen: eso, al parecer, forma parte de la vida y nada se puede hacer para combatirlo. Entonces, claro, hay que salvar a los menores de sí mismos, al final son ellas y ellos los que se generan el daño, el mal, la violación. Así que, sí, parece buena idea que sean tutores y víctimas los alertados, las reeducadas y los aleccionados.
“¿Si dijera que se fotografían en posturas subidas de tono, se preocuparían los padres o se reirían?”, se preguntaba el juez. Y ahí estoy de acuerdo, la polémica no habría sido la misma, porque no usó el “puta” que tanto ofende al puritanismo. “Lo extraño es que escandalice más la forma de dar el mensaje que el contenido del mensaje, que es lo verdaderamente preocupante”, termina diciendo.
Pero no: puede que el escándalo para el puritanismo sea que usara “niñas” y “puta” en la misma frase, pero lo verdaderamente preocupante no es eso, sino que un juez culpe y estigmatice así a dos sectores vulnerables de nuestra sociedad: menores y putas, respectivamente; y que mande un mensaje tan misógino a las niñas y adolescentes que pudieran estar viendo la televisión en ese momento, a sabiendas de cómo calan sus palabras (como él mismo confiesa, este discurso es algo que viene repitiendo en charlas. No cabe duda de que es un juez muy reclamado).
Se olvida este juez -a pesar de estar muy preocupado aparentemente por los más pequeños- de que cuando habla le están escuchando tanto hombres que ya han violado, como víctimas consumadas.
Piense en eso, Emilio Calatayud, piense en cómo se sintieron los violadores al verlo a usted por televisión y en cómo se sintieron las víctimas. Piense en cómo salen de sus charlas unos y otras. Recuerde que las violaciones rara vez ocurren de noche en portales, sino que la mayoría de ellas las perpetra un hombre del entorno de la mujer. Piense bien a quién está justificando y a quién está responsabilizando por televisión.
Y tenga claro que usted no es más que otro engranaje del patriarcado, por muy tranquilo que duerma por las noches y muy orgulloso que se sienta de su mensaje.