El jugo de mango pudo más que el caldo en la nevera
Yo, que he sangrado tantos meses de mi vida, estoy enfadada. Teníamos una ilusión y se llamaba Rigoberta Bandini. El 'Ay mamá' era el himno que combinaba mensaje, buena música, reivindicación y ganas de bailar. Una canción que apela a un público grande, muy grande, tanto como para atraer al Benidorm Fest a gente desencantada o indiferente con Eurovisión. Teníamos otra ilusión, y eran Tanxugueiras, un grupo de tres mujeres que cantan en gallego y que eran la apuesta del folclore, la diversidad y de lo mejor de la tradición. Pero no ganó la ilusión.
No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas, canta Bandini. Hay quien dice que el mensaje feminista de 'Ay, mamá' era demasiado obvio, mucha mamá y muchas tetas, muy lo de siempre. No puedo estar de acuerdo. En un mundo en el que Facebook e Instagram censuran pezones, en el que ser madre es enfrentarte a una identidad absolutamente estereotipada, asfixiante y nada reconocida, tenemos más bien pocas referencias culturales que hablen de ello y propongan una alternativa interesante y además divertida.
De ahí venía buena parte del entusiasmo. 'Ay mamá' se ha convertido en la canción de quienes saben lo que es tener grietas en los pezones y cuánto duele una mastitis, o de quienes nunca usaron sus pechos para amamantar y se sintieron juzgadas por ello. Es el himno de las que se han tenido que sacar la teta en cualquier momento en cualquier lugar y han sentido las miradas, la reprobación y los juicios ajenos. Algunas aún tienen que dar de mamar sentadas en la taza de un váter público, hay a quienes las invitan a taparse o ir a otro lugar. 'Ay mamá' canta al caldo en la nevera de las abuelas, esas mujeres que siguen alimentando al mundo sin tener pensión propia porque hacer sopa en casa no cotiza a la Seguridad Social ni cuenta en el PIB.
Porque las tetas solo son aceptables cuando son objeto de deseo. Así que ese planeta teta enorme que acompañaba la parte final del show de Bandini, incluso su body color carne para mostrar un cuerpo de mujer, no como algo sexy o deseable, sino como un cuerpo y punto, eran, desgraciadamente, más transgresores de lo que nos gustaría hoy en día. Pero, además, como toda buena canción o libro universal, no hace falta identificarse con el mensaje para que se te muevan solos los pies y te remueva algo especial, genuino; por eso mucha otra gente más alejada de esa retórica feminista también disfrutaba con Rigoberta.
El voto popular mostró entusiasmo por las Tanxugueiras, seguramente como reivindicación de una apuesta diferente, que hacía suya la caída de las fronteras, y el feminismo de las abuelas y las meigas, Como reivindicación sobre todo frente a las voces rancias y frente al jurado, que mostró más desdén que otra cosa hacia un grupo que quería llevar el gallego a Eurovisión y dejar atrás épocas oscuras donde cantar en catalán parecía algo excéntrico e inaceptable.
Ganó Chanel. Y Chanel, no hay duda, lo hace muy bien. Pero es más de lo mismo. Solo unas horas después de que haya terminado el Benidorm Fest se ha dicho ya de todo. También muchas cosas malas y absolutamente innecesarias sobre Chanel y su propuesta. No hace falta descalificar a una mujer que ha trabajado duro y que ejecutó una buena actuación para argumentar que no es ella quien nos debía haber representado en Eurovisión. Pero tampoco su duro trabajo y sus méritos pueden servir para que dejemos de decir lo que nos parece: lo de siempre, en canción, en puesta en escena, en todo.
No tenemos que forzar hasta las costuras una narrativa feminista para hacer que Chanel encaje ahí sí o sí. Tampoco la usemos en su contra. Muy a favor del petardeo, del perreo y de nuestro derecho a ser sexys y provocativas. Poco a favor de que una apuesta que suena y se parece -mucho- a otras que ya hemos escuchado en Eurovision sea la elegida justo este año. Poco a favor de elegir el “si tengo un problema, no es monetary” antes que el “no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas, sin ellas no habría humanidad ni habría belleza”. No parece muy arriesgado decir que a estas alturas sigue siendo más rompedor hablar de sangrar todos los meses, aparecer en traje de novia y sacar una teta gigante de fondo que enfundarte en un body brillante y ajustado, bailar super sexy y decir lo que haces con los 'daddies'. Sigue siendo más transgresor cantar a las amigas y la revolución que cantar que estás 'ready' pa volverlos locos.
Dicho esto, soy la primera que voy a bailar hasta el suelo y a cantar “te endulzo la cara con jugo de mango”. Pero no es lo que queríamos para Eurovisión. Queríamos emocionarnos con esas cuatro mujeres que se agarran fuerte entre ellas mientras nos invitan a tomar la ciudad y nos desgañitamos haciendo los coros. Llevar al festival una canción diferente y potente, heredera de lo que el feminismo ha hecho en este país en la última década. Y descongelar el caldo en la nevera.
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