Leticia Dolera y el “campo de nabos feministas”
“Os está quedando un campo de nabos feminista precioso”. Esa fue la frase más viral de una noche, la del Cine español, en la que esperábamos no solo #MásMujeres sino también #MásFeminismo. No ocurrió ni uno ni lo otro a pesar, y menos mal, de que la gran premiada fue una mujer: Isabel Coixet. Quizá, esta ausencia, fue el motivo por el que nos quisimos agarrar a un clavo que luego salió ardiendo. Y es que, la famosa frase que espetó Leticia Dolera a Joaquín Reyes no solo resultó ser tránsfoba, sino que, tras disculparse por ello en las redes sociales, levantó duras críticas entre algunas feministas.
Sus disculpas llegaron a la mañana siguiente de la gala de los Goya, vía tweet, usando una forma directa y clara de la que hay muchas cosas que aprender. Una, que es posible pedir perdón y explicar por qué; y otra, que un error no es un mundo cuando se hace desde una lectura feminista:
“En la gala de ayer, el chiste de 'el campo de nabos' hacía referencia a los hombres cis que presentaban, escribían y dirigían. No pensé en que a su vez invisibilizaba a las mujeres que tienen pene. El lenguaje es poder y está bien pararse a pensar en xq decimos lo que decimos”.
No obstante, estas disculpas no han gustado a algunas feministas y, probablemente, Leticia Dolera supiera que corría el riesgo de que fuera así. Algo que añade valor al hecho en sí. Lo que ha pasado con la directora, guionista y actriz es un ejemplo más de lo difícil que resulta a veces, y más en tiempos de Twitter, encontrar espacios en los que equivocarse, cuestionar(se), debatir y llegar (o no) a conclusiones.
Entre los argumentos de las detractoras al tweet están los que señalan que pedir públicamente perdón por una frase que tuvo tanto impacto mediático (prácticamente la única) es un gesto innecesario que le hace el juego al patriarcado que se frota las manos cuando nos ve divididas. Otras dan un paso más allá al negar la identidad de género no asociada a la genitalidad. Algo que provoca, por un lado, la invisibilización del altísimo grado de violencia que viven las mujeres trans por el hecho de serlo y, por otro, su exclusión de los análisis y las reivindicaciones feministas. Se las deja fuera porque su genitalidad de nacimiento no corresponde a su identidad sentida, expresada o vivida.
Obviamente, este debate es mucho más extenso, pero en él, el uso y el poder del lenguaje no es un tema baladí. Es ahí donde el tweet de Leticia Dolera daba una clave feminista fundamental: “está bien pararse a pensar en por qué decimos lo que decimos”. Necesitamos pensar. También quienes mantenemos que las mujeres con pene son nuestras hermanas en la lucha feminista porque, aunque nos coloquemos ahí, no siempre tenemos ni el recorrido ni la atención tan afinada como para no caer en clichés y comentarios que reproducen discriminaciones y violencias.
Posiblemente sea por esto, porque me veo en plena deconstrucción, por lo que valoro mucho la rectificación pedagógica de Leticia Dolera. Pero claro, quién le iba a decir a ella que su meta-mansplaining pactado con Joaquín Reyes, a un mes de la histórica huelga feminista, puede abrir uno de los temas más controvertidos dentro del movimiento: el lugar que ocupan las personas trans, binarias y no binarias.
Me alegra leer que June Fernández y Andrea Momoito ya han cogido parte del testigo al tema y que, ayer mismo, han publicado sendos artículos en Píkara. El primero, no solo reflexiona sobre “el uso por parte del feminismo de símbolos y consignas que identifican el falo con el patriarcado y el coño con la lucha de las mujeres” sino que lo hace dando voz a las mujeres trans feministas; y el segundo, aborda el viejo debate feminista de la transmisoginia poniéndonos frente al espejo.
Creo que no solo necesitamos este tipo de reflexiones, sino que necesitamos que vengan de la mano de mujeres que, al margen de sus genitales, son referencia en su compromiso y en su capacidad de evolucionar, rectificar y deconstruirse. El feminismo debe darse espacios y lugares incluyentes donde seamos capaces de hablar de aquello que toca al movimiento, pero escuchando la voz de las mujeres que representan, precisamente, eso que lo atraviesa.