La luz de las encuestas

Nuestro sistema de partidos está en ebullición. Los temblores empezaron con la emergencia de Podemos en las elecciones europeas y la irrupción de Ciudadanos durante el otoño no ha hecho sino agitar la situación. Lo hemos visto en las tertulias, en la prensa, pero sobre todo en los sondeos. Las encuestas han sido la linterna con que observar la realidad electoral en estos meses. Han iluminado un clima de opinión convulso, pero no pueden eliminar del todo la incertidumbre. De hecho son muchas las personas y no pocos los dirigentes que dicen desconfiar de las encuestas —especialmente cuando sus presagios no les gustan—. Como resultado, una mezcla de incertidumbre real y dudas sembradas nos ha mantenido en vilo por doce meses.

Pero por fin el domingo pasado llegaron los comicios. Entonces pudimos comparar resultados y sondeos. Y mientras en líneas generales el dibujo se confirmó acertado, hubo también varias sorpresas.

Los resultados en las urnas vinieron sobre todo —y esto tiende a obviarse— a validar la foto general que daban los sondeos. Efectivamente, siguiendo la previsión, el PP perdió muchos votos y seguramente muchos gobiernos. Efectivamente, el PSOE siguió buscando su suelo aunque recupere presencia en las instituciones. Y efectivamente, Podemos, varias plataformas municipales y Ciudadanos irrumpen para dar lugar a un sistema multipartido. Todo ello lo dábamos por sentado, sí, pero sólo gracias a las encuestas. Sin ellas habríamos estado prácticamente a ciegas.

Sin embargo, las encuestas esta vez no fueron completamente precisas —algo normal con decenas de frentes abiertos, pocos sondeos y un cambio del sistema de partidos en marcha—. En diferentes puntos del país hubo resultados que se desviaron mucho de la línea demoscópica, pero dos casos son llamativos: Valencia y Madrid.

La capital vio cómo la candidatura encabezada por Manuela Carmena mejoró por mucho las previsiones, incluso las de aquellos que anticiparon la situación de empate. Por otro lado, las estimaciones para el PSOE, Ciudadanos e IU estaban aparentemente hinchadas. Una posible explicación es que el voto antiPP se coordinó los últimos días en torno a una candidatura viable, la de Ahora Madrid. El hecho de que Ángel Gabilondo consiguiera 170.000 sufragios más que su homólogo en la ciudad, Manuel Carmona, parece apuntar en esta dirección.

Más difícil resulta interpretar lo ocurrido en la ciudad del Turia y el conjunto de la Comunitat Valenciana. Allí Compromís destrozó todas las previsiones mientras el PP cayó considerablemente más de lo esperado. En este caso, el cambio parece algo más que una coordinación estratégica sobrevenida, en tanto que no hay diferencias significativas entre los votos municipales y los autonómicos que recibió a coalición liderada por Mónica Oltra. Además su partido partía como cuarta o quinta fuerza y eso no le hacía el mejor candidato a priori para una coordinación antiPP. Quizás estemos ante un cambio del voto de izquierdas en la región, aunque aún no podemos saber si será permanente o flor de un día.

Otras sorpresas traspasan las fronteras. Las encuestas han sobreestimado el voto a Ciudadanos en muchos lugares, como Madrid, Aragón o la ciudad de Barcelona. Y tampoco los resultados de Podemos se ajustaron perfectamente. En algunos lugares las candidaturas moradas fueron infraestimadas (Aragón, Sevilla), mientras que en otros pasó justo lo contrario (Valencia, Madrid). Seguramente estas desviaciones se explican por múltiples factores, pero la novedad es uno de ellos. Por un lado, los encuestadores conocen peor a los votantes de los nuevos partidos y estos serán más volátiles que los demás.

En resumen, el contraste entre elecciones y encuestas nos sirve para tres fines. Primero, nos recuerdan que la demoscopia, aunque imprecisa, no es nigromancia, sino un sensor aproximado pero útil del clima de opinión. Segundo, subrayan la importancia de las expectativas. Precisamente porque sabemos que las encuestas no son una ficción esperamos que se cumplan en cierta medida y medimos el éxito o el fracaso de los partidos en función de esas esperanzas. Esto explica lo que ha sucedido con la ligera decepción en torno a Ciudadanos, las sensaciones encontradas alrededor de Podemos y la euforia despertada por las plataformas municipales en Madrid y Barcelona. Tercero y último, el contraste nos recuerda que ciertas sorpresas no solo son posibles, sino habituales.

Unas sorpresas que serán mayores mientras la ley prohíba que se difundan encuestas los últimos días antes de cada elección. Una norma que oculta una información a los ciudadanos que sí pueden tener partidos políticos y quien quiera que encargue un sondeo. Una norma difícil de justificar. Porque si aceptamos que las encuestas son una forma de iluminarnos, no hay motivo para que los últimos días algunos vivamos a oscuras.