Es difícil que una decisión política de entidad no suscite ningún tipo de duda o crítica. Muchos nos preguntamos desde hace tiempo por qué la dirección federal del PSOE parecía resignada, casi conforme, con la calamitosa trayectoria que el PSM había emprendido hacia la (¿definitiva?) debacle electoral. El portazo a la ciudadanía que supuso la celebración de unas primarias ‘fantasmas’ y la multiplicación de problemas que semana a semana iban minando el liderazgo tambaleante de un Tomás Gómez cada vez más encerrado en sí mismo, sólo rodeado de sus incondicionales, son buena muestra de ello. Pero, aunque debió producirse antes, la decisión de Pedro Sánchez de destituir al que hasta el jueves era secretario general y candidato de los socialistas madrileños en las próximas elecciones autonómicas merece un reconocimiento y puede marcar un punto de inflexión en la historia de este partido. En un triple sentido.
I. Son muy diversas las razones e intereses que explican la toma de esta inesperada decisión. Pero dejando a un lado las lecturas en clave interna, el mensaje que reciben los ciudadanos es que el PSOE adopta por primera vez en mucho tiempo –es importante resaltar esto– una medida que refleja una concepción mucho más exigente de la responsabilidad política. Quizá dentro del partido y de la propia dirección federal haya quien considere que lo importante era evitar una estrepitosa derrota electoral. Pero lo que muchos ciudadanos valoran es que un partido político tenga la capacidad de apartar de sus cargos a un destacado dirigente como responsable político de una mala gestión que ha llevado al Ayuntamiento de Parla a la quiebra técnica y de una trama de corrupción y corruptelas que, sin concernirle de forma directa, no se le pueden considerar ajenas.
II. Este ejercicio de autoridad (política y moral) da un vuelco al escenario autonómico ante las próximas elecciones, permitiendo a los socialistas atacar dos de los flancos más débiles del Partido Popular que la situación de Tomás Gómez bloqueaba: el despilfarro en la gestión del Ayuntamiento de Madrid y la connivencia –si no implicación directa– de Esperanza Aguirre e Ignacio González en los gravísimos casos de corrupción que afectan al PP en esta comunidad autónoma. Y con ello, quien finalmente sea candidato del PSM en mayo ganará ante la ciudadanía un plus de legitimidad para criticar un tercer flanco del principal rival a batir: los recortes sociales –en sanidad y educación, principalmente– que la citada Aguirre negaba con descaro en el programa de televisión “Salvados” hace unos días.
III. La crisis económica y la insoportable tasa de desempleo, la imposición de unas políticas erróneas e injustas y el afloramiento de escándalos de corrupción, son factores decisivos que han condicionado la relación de la ciudadanía con sus representantes y que han supuesto que la vida política de nuestro país haya cambiado seguramente para siempre. A lo largo de los últimos años el PSOE ha constatado, con tanta frustración como incapacidad y torpeza, el creciente desapego hacia sus siglas de unos ciudadanos que desde el 15-M piden a gritos otra forma de hacer política. Pues bien, el cese de Tomás Gómez representa probablemente la primera ocasión en la que la dirección del PSOE demuestra haber entendido ese mensaje de la ciudadanía. Un mensaje que en este caso se concreta en la exigencia de decencia y ejemplaridad en la vida pública, que Pedro Sánchez ha aplicado con una contundencia innegable y que sienta un precedente del que el PSOE, si quiere volver a ser un referente político, no deberá ya nunca desmarcarse.
Aunque está aún por ver cómo se resolverá definitivamente la transición socialista en Madrid, por el momento, y pese a las dificultades, todo apunta en la buena dirección. Recuperar la ilusión de los miles de personas que una vez se pudieron sentir identificadas o cercanas al PSOE no va a ser tarea sencilla. Pero, al menos, ahora se abre una gran oportunidad para dejar atrás lo peor de la vieja política. Son muchos los ciudadanos progresistas que están expectantes. Porque Madrid necesita una transformación profunda en las prioridades de las políticas públicas. Hay que aprovechar el momento.
Firman también el artículo Mario Campano y José María Clemen. Todos los firmantes son miembros de Líneas Rojas