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Malditos roedores

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d) y el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz.

Jesús Cintora

Viví de cerca algunas andanzas de Pablo Iglesias. Resumiendo mucho, cuando el ahora líder de Podemos era solo un contertulio televisivo, simplemente era “el de la coleta”. Cuando fundó el partido y entró en el Parlamento Europeo, despertó bastante “curiosidad”. Cuando empezó a subir en las encuestas hasta ser el primero en intención de voto, ahí cambió todo. Ahí, algunos pasamos a ser un peligro, podemitas, radicales… carne de cañón.

Años de estudio y de trabajo, pero pasas a “ser de Podemos”. Si es preciso, hay que matar al mensajero. Desprestigiarle, señalarlo… Por haber llevado a Iglesias a las tertulias, eras podemita de toda la vida. Partícipe de una especie de contubernio para hacerle la carrera política. Es curioso, pero, por haber invitado a los demás, incluido Francisco Granados en repetidas ocasiones, nunca nadie me reprochó nada.

Digo esto para concluir que el hedor de las cloacas en estos días no me sorprende. Seguimos sin ver ante todos la mano que mece la cuna. Esa sería la verdadera sorpresa. Entretanto, intuiremos solo algunos nombres. Peones. Aquí no se llega al fondo del asunto. No lo verán tus ojos, colega. Y no hay nada peor para las prácticas corruptas, que la sensación de impunidad. Corretean las ratas. Salpican, chapotean, felices en el agua.

Me pregunto quién controla el caudal de porquería. Con todo lo que habrá, quién maneja el riego por goteo. Por qué hace unos meses teníamos filtraciones con los dineros del emérito, otros días sobre los independentistas, luego unas semanas sobre el material de Bárcenas… Ahora, lo de Podemos. Qué nos enseñan, qué tapan y por qué. Por supuesto, no se limpia a fondo y las aguas sucias seguirán corriendo bravas.

La justicia es igual para todos, porque todos somos iguales ante la ley. Púnicos, gurteleros, pujoles, los del pesebre del ERE, taulos, lezos y demás mangantes del lugar. De estos lares o de Suiza. Que para esto, es lo de menos. Guerra sucia, delatores, esparcidores de estiércol, mentiras repetidas mil veces y calumnia, que algo queda. Y, si no queda, eso te lo afinan. Hasta que suene a una de Nino Rota.

Así las cosas, que nadie se extrañe si la plaga no se extermina jamás. Sin llegar al foco de la infección, siempre habrá ratas en la cloaca. Hay poco gato para tantos ratones. Y cuando no está el felino, los roedores bailan. Mientras, nos tendrán distraídos con alguna que otra persecución ratonera. Una de esas de Pixie y Dixie, para entretener al personal. Dibujos de la tele. Siempre persiguiendo a los ratones, para no cazarlos nunca. Porque se acabaría la fiesta. Y no hay cloaca sin ratas. Malditos roedores.

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