Las mejores columnas de opinión, las de Madrid

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Existe un meme en redes sociales que pone en valor, de forma irónica, la supuesta superioridad madrileña sobre el resto de análogos peninsulares: “La mejores variantes del Pajares, las de Madrid”, “El mejor marisco gallego, el de Madrid”, “Las mejores playas del Levante, las de Madrid”, “La mejor paella valenciana, la de Madrid”, “Los mejores flamenquines cordobeses, los de Madrid”, “La mejor butifarra catalana, la de Madrid”. Incluso traspasa fronteras porque las “mejores pizzas, las de Madrid”, que se lo digan a Nápoles. 

En los últimos años se ha pasado de un madrileñismo acogedor a un madrileñismo casi absolutista, como si volviésemos a esa literatura decimonónica de la Ciudad de la Corte. El fenómeno no es nuevo, siempre ha existido una reivindicación castiza y tradicional de Madrid, pedestre y rupestre como diría Moncho Alpuente, pero se ha exacerbado hasta el punto, esta misma semana, de que el Gobierno de la Comunidad de Madrid haya reivindicado casi como propios los fondos del Museo del Prado, que pertenecen a Patrimonio Nacional. Lo ha hecho a raíz de la propuesta de ampliar el programa del ‘Prado Extendido’, una iniciativa propia del museo para reorganizar las obras que la institución ya tiene repartidas por toda la geografía española y también en el extranjero. “Es una descapitalización por la puerta de atrás”, llegó a decir el Consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, Mariano de Paco. 

Este caso en concreto es bastante burdo, pero basta con echar un vistazo a la prensa de la última semana para encontrarse varias declaraciones en este sentido de afrenta y refriega folclórica, que es el punto del que se nutre cualquier reivindicación de excepcionalidad. Desde el recurso contra el nuevo Plan Hidrológico del Tajo tildado por Ayuso como una estratagema para que “Madrid se rinda por sed”, hasta la polémica por la no invitación de la presidenta a la inauguración del tramo León-Oviedo dentro de la ruta de AVE que une Asturias con Madrid. El modelo educativo, las rebajas fiscales, el agua, las infraestructuras, la cultura: todo es susceptible de acogerse al eslogan de “Espanya ens Roba’, que en este caso lleva el lustroso faldón de ‘Sánchez ens roba a los madrileños’. 

Todo pasa por Madrid, de lo cual nosotros mismos, los periodistas, tenemos gran parte de culpa por el sesgo centralista que siempre damos en las informaciones. Pero es que ya no es solo que todo pase por Madrid, es que todo el mundo piensa en Madrid. En Fitur 2023, Isabel Díaz Ayuso aseguró que “Madrid es la región de la que más se habla fuera de nuestras fronteras. Quizá el sitio más completo del mundo en estos momentos”. Declaraciones como esta, ya habituales, pueden parecer anecdóticas, incluso divertidas, pero tiene carga de profundidad porque a base de eslóganes se convierte la ciudad que siempre fue una vacuna contra la exclusión en una suerte de centro supremacista y proteccionista.

Más allá del orgullo y la reivindicación absolutamente legítimos, esta tendencia reivindicativa madrileñocéntrica recurre a valores abstractos autoafirmados, como la más que mentada “libertad”. Es una corriente que tiene una engreída declaración de particularidades propias, como la del “estilo de vida madrileño”. Y, por supuesto, teme al cambio, porque cualquier cambio amenaza el sentido de pertenencia. Y no hay nada malo en hablar de pertenencia, es algo completamente natural, el problema es cómo se define la pertenencia, a quién excluye y a quién se dirige.