España se divide en este momento entre los que dudan de los resultados proclamados por la autoridad electoral chavista que da el triunfo a Maduro en las elecciones de Venezuela y quienes cuestionan los resultados. Entre quienes apuestan que Salvador Illa será investido president de la Generalitat de Catalunya y quienes creen que Puigdemont hará saltar por los aires cualquier entente entre socialistas y republicanos. Entre quienes ya vacacionan y quienes están a punto de hacerlo. Pero, sobre todo, entre quienes salivan con la decisión del juez Peinado de tomar declaración a Pedro Sánchez en la Moncloa y quienes no albergan dudas de que tras la esperpéntica instrucción del magistrado que investiga la actividad profesional de Begoña Gómez se esconde una operación política sincronizada entre la derecha judicial, política y mediática, que persigue sentar al presidente del Gobierno ante el Supremo. Y todos sabemos lo que significaría eso.
Así que ahora resulta que no son los votos ni la mayoría parlamentaria sino el mandato divino de un juez, en sintonía con la ultraderecha política, quien decide quién, cuándo y cómo se puede cambiar de Gobierno. En otros tiempos esto se hacía con militares y tanques y, ahora, hay quien está convencido de que bastan unos recortes de prensa –con informaciones falsas incluidas–, un togado y unos cuantos autos y providencias para montar la zapatiesta. Todo ello, con la inestimable colaboración de los incendios habituales que trolls pagados por los partidos propagan por las redes, ese mundo infecto que ha universalizado el insulto y la bazofia que, luego, se repite en los bares. Y, lo que es peor, también en el Parlamento.
Con Peinado ha caído el mantra de que la Justicia tiene sus tiempos y que no coinciden con los de la política. En menos de 100 días, recibió una denuncia construida con recortes de periódicos firmada por la organización ultraderechista Manos Limpias contra Begoña Gómez, abrió causa contra la esposa del presidente, la citó a declarar en plenas elecciones europeas, añadió una segunda querella contra la denunciada que no le fue notificada en tiempo y forma y citó como testigo al presidente del Gobierno. Todo sin que haya dictado un solo auto en el que detalle indicios de posibles delitos, con dos informes en los que la Guardia Civil no encontró prueba alguna de ilegalidad, después de que la Audiencia Provincial le acotara el camino de la instrucción y él hiciera caso omiso, con la Fiscalía Europea reclamando parte de la causa y con varios escritos de apelación de la defensa de Gómez que no estarán resueltos hasta finales de septiembre.
No se olviden de que todo esto empezó con la supuesta mediación de Begoña Gómez para el rescate de Air Europa en pandemia, siguió con los contratos entre Red.es y el empresario Barrabés y ahora no se habla más que de una presunta apropiación indebida de un software de la Universidad Complutense.
Con estos mimbres, este martes Peinado se plantará en la Moncloa, previa instalación de un equipo de grabación comandado por la Comunidad de Madrid, para tomar declaración a Sánchez, pero no en calidad de presidente del Gobierno como si no lo fuera las 24 horas del día los siete días de la semana. Y para que no haya duda de lo que hablamos, el magistrado ha decidido que además del presidente, el fiscal y las tres defensas –la de Begoña Gómez, Barrabés y el rector de la Complutense–, esté presente durante la testifical la abogada de Vox en representación de las cinco acusaciones populares. ¡Sorpresa!
La fatiga es insufrible, pero la desazón de que en una democracia un juez pueda instruir como le venga en gana contribuyendo desde dentro al desprestigio de la justicia debiera ser generalizada. Pero no, hay quien aún cree que basta solo con que cada cual determine en qué lado quiere estar: si con los indignos o con los indignados. Esto no va sólo de indignación ni sólo de Pedro Sánchez, va de que si ningún ciudadano puede tomarse la justicia por su mano, tampoco se deben permitir según qué delirios a un magistrado, empeñado en deslumbrarnos con una traca de fuegos artificiales en pleno verano ante la mirada impasible de la Audiencia Provincial, el TSJM o el CGPJ que son las tres instancias superiores ante las que debiera rendir cuentas.
Disfruten del espectáculo, descansen y feliz verano, que septiembre llega pronto y no será más calmado.