Las claves del coronavirus
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La vida normal parece ahora extraordinaria. La gente normal parece ahora una rareza. De hecho, ver gente ya es raro, tanto que cuando nos vemos nos esquivamos o medimos mentalmente la distancia que separa nuestras bocas para que no viaje en el vacío ni una gota de saliva. Las compras se pagan con el codo estirado y la cara vuelta. Las ventanas son balcones y las terrazas comunitarias un lujo, si no fuera porque también el bicho las ha clausurado.
La vida normal ahora se parece más a la de 2008, cuando se desangraba España por sus hipotecas y sus cartas de despido, cuando ver las noticias o la pantalla del teléfono era un 'ay' y un nudo constante. Nos ponen, y nos queremos creer, plazos cortos, de 15 en 15 días, para que no desesperemos. A estas alturas empezamos a comprender qué significa una pandemia y contemporizamos con nuestros colegas que habitaban el mundo del 18. Una semana más, un poco más, quizás para mayo, junio, o verano.
Lo normal ya no es lo de antes, ha empezado a ser y será otra cosa. Seguramente nos darán turno para el cine, volverán las colas del paro, se instaurará el teletrabajo (tantos años de debate social y al final era cuestión de ponerse) y a los bebés no se les besará tanto. Ante esta situación histórica, que pilla a España con mucho paro heredado y demasiado déficit, indigna ver los dedos en las llagas, como si esto fuera el intermedio de una obra o un descanso de campanilla en el Congreso de los Diputados.
Cierto que el Gobierno del PSOE ha reaccionado tarde y no ha provisto de material suficiente al sistema sanitario. Cierto que el gobierno del PP de Madrid dejó a la sanidad y los médicos a los que ahora llamamos héroes en condiciones de martirio. Siendo cierto todo eso, lo urgente e importante son los muertos, los contagiados, los aislados, los solos, los sanitarios. Los que rompieron sus planes, se quedaron sin ingresos o cerraron su negocio.
Ya habrá tiempo para la casquería, para echarse cosas en cara y escupirse (ahora está prohibido y contagia). De momento, los ataúdes se acumulan, los respiradores escasean y casi 900.000 personas se han quedado sin ingresos. Los enrabietados, los ofendidos, los políticos, los odiadores, los oportunistas... Guarden, un ratito, las ganas de morderse y las estrategias, y empiecen a digerir que lo que hacían antes, lo normal, ya no lo es, y que ahora solo nos importa una curva y ustedes no están siquiera en la parte más baja e irrelevante de ella.
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