¿Dónde están los patriotas?

28 de julio de 2022 22:44 h

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“Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios que suscribimos esta misiva les pedimos a nuestros gobiernos que nos aumenten los impuestos. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente”.  Más de un centenar de millonarios de distintos países firmaron una carta hace dos años para pedir a sus gobernantes que les subieran los impuestos con el objetivo de reactivar la economía tras la pandemia del covid-19. Ni un español entre los firmantes

En enero pasado, con motivo del foro de Davos, el mismo grupo, liderado por Morris Pearl, un ex ejecutivo de Blackrock, insistía en la propuesta, que fue suscrita por una larga lista de empresarios, inversores y filántropos no sólo de EE.UU, sino también de Inglaterra, Canadá, Alemania, Austria, Dinamarca y Groenlandia. 

De España, ni rastro en la agrupación que se hace llamar “Millonarios patrióticos” y que, según sus cálculos, un impuesto progresivo sobre la riqueza que gravase un 2% entre los que tuvieran más de 5 millones de dólares y aumentase hasta el 5% para los multimillonarios, podría recaudar 2,52 billones. Lo suficiente para  sacar de la pobreza a 2.300 millones de personas y garantizar la asistencia sanitaria y la protección social de quienes viven en los países con menores ingresos.

Durante los cuatro días que duró este año el foro de Davos, las fortunas de los empresarios de la energía y la alimentación aumentaron en 2.000 millones de dólares, según un informe de la ONG Oxfam. Mientras, tres millones de personas caían en la pobreza extrema como consecuencia de la crisis económica, sanitaria y ambiental que hizo estragos durante la pandemia y que ahora da un salto cualitativo con la guerra en Ucrania, la subida de la inflación y el encarecimiento de los alimentos y los combustibles.

En el mundo hay millonarios dispuestos a combatir la desigualdad. En España, si los hay no conocemos a ninguno que se haya dirigido al Gobierno para pedir que le cobren más impuestos en este tiempo de zozobra económica en el que crecen sus ingresos y aumentan los españoles en riesgo de exclusión. 

El patriotismo aquí es otra cosa. Es lucir la bandera de España en el cinturón o la corbata. Es dibujar el Apocalipsis cada mañana. Es clamar contra la subida de impuestos a las energéticas y los bancos porque, total, “la pagaremos todos”. Es decir que la ayuda a la gasolina ha sido un timo. Es votar contra la subida del SMI. Es torcer el morro y poner peros a los buenos datos de empleo. Es azuzar la división y el odio. Y es, claro, ponerse del lado de los que duplican o triplican sus beneficios a costa del sufrimiento de los que menos tienen.

El impuesto a la banca anunciado por el Gobierno se aplicará sobre los ingresos por márgenes, intereses y comisiones bancarias. Ya se aplica en una docena de países europeos e incluso el BCE, supervisor financiero y responsable de la política monetaria, estudia el modo de limitar los beneficios extra que puedan obtener los bancos con la subida de tipos de interés. Aún así para la derecha es un sacrilegio, además de un enredo jurídico, pese a que el gravamen especial vaya a tener una duración de dos años y esté previsto recaudar 3.000 millones en los ejercicios 2023 y 2024. Feijóo lo llama populismo.

Y lo mismo dice sobre el recargo impositivo a las empresas energéticas con el que el Estado ingresará 2.000 millones de euros al año de los beneficios extraordinarios, que se destinarán a pagar la factura social de la crisis. Un gravamen que estaría por debajo del 2% y que se aplicará solo a las compañías de gran tamaño que facturan más de 1.000 millones de euros anuales. 

¿Y dónde están los patriotas?  Los de verdad, los que ponen por delante las necesidades de los españoles;  los que no invocan, como decía Machado, la patria mientras la venden y los que defienden de verdad la dignidad de la gente y no las cuentas de resultados de las grandes empresas.