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El PP se desmorona

Feijóo celebrando en Génova el resultado electoral junto a Gamarra y Ayuso.
1 de agosto de 2023 22:05 h

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Asistimos al patético desplome de un partido que ha sido el más votado en las elecciones generales de hace poco más de una semana y se niega a aceptar su falta de apoyos suficientes. Siguiendo las fases de un duelo ampliado, empezó por creerse las encuestas que regalaban a sus oídos los medios que les sirven. De la euforia desmedida recorrieron todo el camino hasta el dolor de la pérdida. Y aún andan en las etapas 1 y 2 clásicas que funden la negación y la ira; mucha ira, de hecho. La 3ª, negociación, la han emprendido Feijóo y sus colaboradores exigiéndola y hecha a su gusto. No quieren oír nada de lo que estipula una democracia parlamentaria para poder formar gobierno: que los síes a su investidura sumen los votos necesarios para una mayoría, no basta ser el primero de la lista si no llega. Vamos, como saben perfectamente, porque lo ha conseguido así el PP en reiteradas ocasiones y, ahora mismo, en las corporaciones locales.

Pero el problema va más allá. Las declaraciones estentóreas de Ayuso y Gamarra que llegan a acusar a Sánchez de ser el primer presidente que no acepta el resultado electoral denotan una desesperación que no les favorece nada. Ya sabemos, hemos comprobado, que los fieles del PP compran el lote completo sin mirar ni el envoltorio, pero todo tiene un límite. Y para muchos lo han sobrepasado.

Sabemos del desconcierto y cansancio de un Feijóo que se pasó la campaña insultando y mintiendo y que ahora se muestra desfondado, no solo porque la presidencia del gobierno se le va entre los dedos de las manos como el agua sino porque tiene el partido tan mal o peor de como lo cogió cuando -disculpen mi insistencia- echaron impunemente a Pablo Casado a la brava. Dos números dos de facto que se pisan el terreno: Elías Bendodo y Miguel Tellado, mientras la titular como dos, Cuca Gamarra, no da la talla. No son momentos en los que gritar y soltar desvaríos resuelvan mucho. Además, Feijóo tiene a Ayuso enfrente, rival directa de su liderazgo, o peor aún: marcándole el camino con superioridad de mando mientras aguarda la que cree será su oportunidad, algo que también está por ver. Ayuso suscita tanta pasión en Madrid como rechazo fuera.

Cuando los instruidos en la información tertuliana piden el falso equilibrio -que ni mucho menos se da tampoco en esa variante de la desinformación-, el contar “cosas buenas y malas de los dos en litigio”, no perciben que cuando está en juego casi la vida no podemos prestar las mismas armas al agresor y la víctima, si me permiten el símil que explicaré. Porque tal actitud es de un profundo desequilibrio y porque, así, favorecemos la comisión de actos indeseables.

Por ese camino hemos llegado hasta aquí. Tratando como un partido normal a uno tiznado de corrupciones varias cuyas faltas al ejercicio democrático han llegado al punto de negarse durante cuatro años a renovar el Poder Judicial. A ese extremo y otros muchos.

Cuando insistimos en informar de la realidad del PP es en defensa propia, propia y de multitud de ciudadanos (los que se lo toman voluntariamente están excluidos, cada cual es responsable de lo que ingiere). Y es lo que en poco tiempo han visto millones de votantes como auténticos riesgos. Las mentiras compulsivas de Feijóo y su cúpula y, punto importante, los resultados de haber metido en las instituciones a la ultraderecha oficial, empoderando al extremo con sus pactos los votos obtenidos por Vox.

Las medidas contra la protección del medio ambiente de esta pareja de hecho -Vox y PP- ponen en peligro nuestra salud, a eso me refería por ejemplo al hablar de lo que nos jugamos con esta gente. El deterioro de la sanidad lo damos por sabido. El riesgo a correr en las residencias de ancianos según quiénes y cómo las gestionen es bien evidente. Como la fiebre arboricida de Almeida y Ayuso en Madrid, porque no es algo que se pueda reponer al día siguiente de talar si se restablece la cordura. Pero hay mucho más.

De este lunes: PP y Vox rechazan ampliar la moratoria que impedía nuevas construcciones en el Mar Menor, lo que implica barra libre para seguir montándose en el ladrillo. Es de no creer en un lugar donde sus edificios se han devaluado en 4.800 millones de euros como consecuencia de la degradación medioambiental, según un estudio de la revista Nature. Cuesta entender la insistencia de tantos murcianos en votar tantos años a quien no protege precisamente su mar, pero habrá otros que deben estar subiéndose por las paredes.

Como quienes ya salen a la calle a manifestarse contra la supresión de las consejerías o concejalías de Igualdad, en un momento en el que está aumentando el machismo y la violencia machista: ocho mujeres asesinadas en julio es un balance espantoso e insoportable.

 Pocos resúmenes mas claros que esto sucedido en Molina de Segura, Murcia. También Murcia.

Los amantes del este dice, el otro dice, aquí tienen la versión desde el poder: el alcalde tuvo que paralizar el pleno porque una vecina no paraba de interrumpir. Y la policía no consiguió echarla por su resistencia.

Les vimos lanzarse al abismo ya en junio. Con la ayuda de tan entusiastas colaboradores mediáticos que han terminado por eso que se llama echar una mano… al cuello. Es que PP y Vox, juntos, han colocado en puestos de relevancia institucional a negacionistas de cuanto no coincida con su concepto de la moral, o del cambio climático y hasta de tratamientos médicos. Han situado para gestionar la cultura, nada menos que de Valencia, a un torero franquista. O llevan a sus reuniones de la cúpula a ese muchacho tan anciano que fue el primero en ser instalado como vicepresidente de una comunidad autónoma por el PP, Castilla y León, tan machista y tan notoriamente poco ilustrado. ¿Y sus subidas de sueldo? Es lo primero que han hecho nada más conseguir la silla, y masivamente, en más de 150 corporaciones.

La involución en terrenos fundamentales, sus equipos para Europa, la crispación, su uso injusto y mezquino de ETA que a unos por lo visto les cautiva y a otros les espanta, las amenazas a Catalunya que le han costado muy caro. Esa España que no entienden y aborrecen. Ésa que existe a través del tiempo -sobre sus cortapisas- mucho más plural y rica que el ombligo de Madrid.

Creían que bastaba con soltar a sus Feijóos, Ayusos o Gamarras cuajados de mentiras para que se engullera el resto. Si se piensa, demasiados votos han obtenido, que difícilmente repetirían en una nueva convocatoria electoral. Porque la reacción a su resultado en las urnas está siendo visiblemente patética. Dicen que luego, en la superación del duelo, viene la depresión y finalmente la aceptación. A la derecha española le cuesta históricamente llegar a esa fase. Y así nos vemos y nos hemos visto.  

La decepción ha sido tan grande para una derecha que no calculó sus circunstancias y posibilidades que hasta sus propagandistas han menguado y ahí tienen al jefe de opinión de El Mundo siendo corregido en sus mentiras “hasta en Twitter”.

Pero no me dirán que no ha sido una verdadera joya para divertir el domingo la correspondencia epistolar entre el Estimado Alberto -que la inició- y el Estimado Pedro que le respondió con cierta sorna. No así para los devotos de Feijóo que vieron un tú amable pero firme de Feijóo frente al “usted” lleno de reproches de Sánchez. En las Noticias de Antena 3 han plantado a una señora de verde que recorre un mapa explicativo para poner a parir a Sánchez.  Es todo tan antiguo y torpe que deberíamos animar a la derecha española a encontrar su camino, más limpio, próspero y generoso con la ciudadanía. Sabemos de su capacidad infinita de hacer daño, de su falta de empatía siquiera, pero deberían reflexionar si quieren seguir así porque menuda temporada llevan. Hasta el éxito electoral del 28M se ha vuelto un escollo, tal como cabía deducir por otro lado. Aunque el susto no nos lo quitó nadie y del todo no se ha pasado.

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