Al PP la jugada le va a salir muy mal
La estrategia del PP está condenada al fracaso. Ni va a condicionar más las decisiones que el Gobierno tome contra la pandemia, ya lo ha hecho demasiado estas dos semanas en Madrid, ni va a modificar significativamente la marcha de las encuestas, su principal objetivo, y rebajar la presión electoral de Vox. Casado actúa a la desesperada. Sin criterio fijo, para golpear sin más, para parecer más duro que el partido de Abascal. La pregunta es cuántos votantes de la derecha se dan cuenta de eso, en medio del hartazgo generalizado hacia todos los partidos que es cada vez más amplio y profundo en la ciudadanía.
El PP tiene un problema adicional que parece pequeño, pero que puede llegar a no serlo: Ciudadanos. Empieza a estar claro que es cada vez menor la sintonía entre ambos partidos. La desautorización del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, que el miércoles proclamaba que había acuerdo con el Gobierno para que la presidenta lo negara al día siguiente, y el voto favorable a las medidas por parte de la Comunidad de Castilla y León así lo indican.
Por si faltaba algo, el propio Pablo Casado lo ha remachado con una insólita revelación que no habrá gustado mucho a algún cuadro del PP: “esa comunidad ha votado a favor porque la consejera de sanidad es de Ciudadanos” ha dicho el líder, confirmando oficialmente un distanciamiento del que hasta ahora sólo habían hablado los medios. Sin añadir que el presidente de Castilla y León se ha mostrado de acuerdo con el voto de su consejera.
Es pronto para pronosticar hasta donde va a llegar ese desacuerdo. Pero no se puede descartar que dentro de no mucho Ciudadanos tome alguna decisión. No en toda España, la actitud del presidente de Castilla y León sugiere que él cree que en su región puede evitarse la ruptura y en Andalucía y en Murcia no parece haber tensiones, pero puede que sí en Madrid.
Ciudadanos está apostando a salir de su marasmo con una política que lo diferencie algo del PP, y ahí se inscriben sus conversaciones con el PSOE en torno a los Presupuestos, y no está dicho que esa actitud no pueda tener resultados electorales. El acercamiento creciente de Pablo Casado a las posiciones de Vox puede abrirle un espacio en la derecha moderada, que existe, aunque por ahora no haya trazas de ello. Y si logra un acuerdo con el PSOE en materia presupuestaria, Inés Arrimadas lo tendría más fácil para separarse del PP en Madrid.
En contra de esa hipótesis juega la posibilidad de que Isabel Díaz Ayuso convoque elecciones. Hace unos meses las encuestas decían que si eso ocurría, Ciudadanos saldría mal parado de las mismas. Puede que ahora no esté tan claro: porque este partido podría haber subido y porque Vox podría arrancar más votos al PP. Habrá que esperar a las encuestas, pero en teoría Casado tiene menos sometido al partido de Arrimadas que antes del verano.
“Todo lo que está ocurriendo es política, nadie se acuerda de la pandemia”, dicen algunos comentaristas, particularmente los de derechas. No es así. El Gobierno no tiene por qué hacer política con la pandemia. Le basta con acertar en la lucha contra la enfermedad, como en parte consiguió en la primera ola. Eso le daría más beneficios electorales que cualquier maniobra de corto recorrido.
Y todo indica que va a por eso. Aunque tenga que endurecer las medidas, que es lo que seguramente va a ocurrir, porque la opinión unánime de los expertos es que las que se han aprobado este jueves son claramente insuficientes. Y el ministro Illa lo sabía, aunque en ese momento lo que para él primaba era que Madrid las aceptara. Ahora ha hecho lo que seguramente tenía que haber hecho hace tiempo: no aceptar el chantaje del PP.
Si sigue en esa línea concitará el rechazo de los ciudadanos, que no son pocos, que no quieren más restricciones. Pero ojalá el Gobierno piense que ese no es un obstáculo insalvable y que serán más los que le aplaudan si consigue algún éxito contra la COVID-19. Y no digamos si maneja adecuadamente los recursos de política económica que tiene a su disposición y logra paliar algo el desastre económico. El que hay y, sobre todo, el que viene. El presidente de la CEOE parece estar apostando por que eso ocurra, aunque eso no guste a sus directivos más próximos a Casado.
Lo votado, y aprobado, el jueves en el Consejo Interterritorial es sólo un primer paso en la intervención del Gobierno en la gestión de la pandemia en Madrid. Pedro Sánchez se equivocó no amarrando más la capacidad de control del gobierno central contra la pandemia en las autonomías tras el fin del estado de alarma. Ahora, con Unidas Podemos de la mano, que en esto no hay discordancia alguna, no tiene más remedio que implicarse a fondo, con medidas y medios, por mucho que protesten el PP, Vox y los seguidores más encendidos de ambos partidos.
Y puede que haya gente que se lo agradezca, incluso quienes no están anclados en posiciones de partido. Y eso sería importante. Porque hoy por hoy, la gran mayoría de los ciudadanos están hartos del espectáculo que están viendo en la escena política, al tiempo que crece su temor y su inseguridad por el crecimiento imparable de la pandemia. Frenarla y mejorar el estado de ánimo de la población deberían ser hoy las prioridades.
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