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El presidente de los jubilados

Ante la primera mención de la palabra rescate en la primera pregunta de la entrevista emitida por TVE (“¿España necesita un rescate?”), Mariano Rajoy no dio la precisamente la impresión de tener las ideas claras: “eeeeh, vamos a ver”. Pocas cosas hay en la política española que más preocupan o angustian a los españoles, incluidos los que votaron a Rajoy pensando en que su llegada al poder lo solucionaría todo. A todos ellos, Rajoy les dejó claro que no tiene una respuesta o la tiene y prefiere ocultarla.

Tras esa duda inicial, el presidente preguntó a la periodista si alguna vez había pedido un crédito. Volvieron otra vez, y ya hemos perdido la cuenta, las lecciones de economía para primerizos por las cuales la economía de la décimosegunda potencia del mundo se compara con las cuentas de una familia corriente, o una que sobrevive malamente con 1.000 euros al mes, porque esa fue la cifra que sacó Rajoy en un momento del programa.

“El déficit es mucho más importante que el rescate”, dijo el presidente, como si las dos cuestiones no estuvieran íntimamente relacionadas. Pero políticos y periodistas saben o intuyen que lo segundo será la condena a muerte del Gobierno. De ahí que Rajoy no quiera mentar la palabra maldita, a pesar de que los medios de comunicación de toda Europa no dejan de preguntarse si dará ese paso poniendo a prueba el andamiaje de emergencia de la UE.

Para Rajoy, es sólo una decisión importante pero en absoluto dramática, como cuando una familia hace números para comprobar si le sale a cuenta pedir un crédito para comprar un coche o pagar unas vacaciones.

Lo único importante es el déficit, pero hay algo que interesa especialmente al líder del PP, y es el voto de los pensionistas. “Mi intención es mantener la partida de pensiones en el próximo presupuesto”, ha dicho olvidando que por el envejecimiento de la población es casi inevitable aumentarla cada año. “La prioridad es tratar a los pensionistas lo mejor posible”.

Tanto el PSOE y el PP dependen en buena medida del voto de los jubilados, que tienden a favorecer al partido en el poder y que son muy sensibles a la pérdida de poder adquisitivo. Ese es un granero de votos al que se ha atado Rajoy, convencido de que si los jubilados le son fieles en el momento decisivo, aspirar a ser reelegido no será una quimera absurda.

Contra toda evidencia, ha sostenido en la entrevista que “nadie” en Europa le ha reclamado recortes en las pensiones. Sólo así puede dar algo de solidez a la promesa de que no tocará las pensiones. Parecidas promesas se hicieron antes y después de los comicios de 2011 sobre el IRPF y el IVA, y luego fueron desmentidas por las decisiones del Gobierno.

Pero si Europa, según la versión de Rajoy, no está preocupada por el gasto en pensiones, a pesar de que ascendió a más de 100.000 millones de euros en 2010, los abuelos pueden dormir tranquilos.

Rajoy lo apuesta todo a esa carta. No es aventurado pensar que si la UE y el BCE exigen la congelación o reducción de las pensiones, habrá llegado el momento en que el PP piense que necesita deshacerse de su presidente si no quiere ser laminado en la próxima cita en las urnas.