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Propaganda masiva sobre Raqqa

Ramón Lobo

He estado en guerras y sé que a veces el uso de la fuerza evita muertes. Existen las guerras justas, como la librada contra el nazismo, pero son la excepción; la inmensa mayoría son una cortina de humo, una manera de disimular los intereses, a menudo espurios. El uso óptimo de la fuerza es la que no se ejerce y evita la guerra. No basta con la disuasión, es necesaria una cierta cantidad de audacia. Un despliegue de tropas internacionales en Bosnia-Herzegovina antes de abril de 1992 tal vez habría evitado 100.000 muertos.

Para lanzarse a una guerra es necesario saber qué se pretende, disponer de los medios políticos y militares adecuados y la voluntad de usarlos. Caspar Weimberger, secretario de Defensa de Ronald Reagan, formuló una doctrina que lleva su nombre. Para él había tres requisitos antes de emprender una acción bélica tras el fracaso de Vietnam: objetivos definidos, apoyo de la opinión pública y saber cuál es la puerta de salida.

Hablar de guerra, declararnos en guerra es solo parte de la parafernalia de los que no saben qué hacer. Es hacer el juego al enemigo. Con Daesh, a diferencia de Al Qaeda, tenemos al menos un territorio donde les podemos ubicar, pero no un Ejército clásico al que enfrentar. Podríamos hablar de guerra asimétrica o híbrida, sería más adecuado. El territorio es, en su caso, el factor que genera atracción entre los jóvenes musulmanes de Europa

Bombardeos prime time

Bombardear Raqqa es solo un ejercicio de propaganda, exitoso además porque la mayoría de los medios compró el adjetivo “masivo”. Con él en el comunicado, Hollande pretende decir al votante francés: ya hemos vengado a los muertos. En Raqqa viven civiles. Olvidamos con frecuencia los muertos del otro, sean sirios, libaneses, iraquíes o yemeníes. Daesh mata más musulmanes que occidentales, pero solo nos conmovemos por los nuestros. Mientras que la conmoción no sea global, no habrá respuesta global, solo palos de ciego. Deberíamos empezar por resintonizar nuestros sentimientos, abrirlos a los diferentes

Bombardear un campo de entrenamiento y un supuesto centro de mando, además de no ser “masivo”, no gana guerras. Solo abre informativos. El plan es ocupar el prime time, parecer que se hace. Es mucho más útil bombardear las rutas del petróleo de contrabando de Daesh, como hizo EEUU el lunes. Asfixiar económicamente al llamado Estado Islámico debería ser la prioridad de Occidente y Rusia. Es un trabajo lento, que demandará paciencia. En este tipo de luchas no existen los milagros.

Cortar la financiación

Es necesario cortar la financiación a Daesh, obligar a sus donantes a cesar su apoyo. Vladimir Putin denunció en la cumbre de Turquía que 40 países, algunos de ellos en el G-20, son o han sido los financiadores de Daesh. También hay que bloquear sus rutas de suministro de armas. Eso incluye a los países como España que venden material de guerra a Arabia Saudí, muy activo en Siria. También vendemos a Qatar y Kuwait. ¿Para cuándo una explicación del ministro Morenés que procede del sector armamentístico?

Dentro de un plan general de bloqueo de la financiación, el uso de la fuerza contra las rutas de salida de petróleo y de entrada de armas tiene sentido. Fuera de un plan, bombardear es perder el tiempo, arriesgar la vida de civiles y ganarse odios innecesarios. Por cada civil que muere por error surge una familia de yihadistas. Sucede en Afganistán.

Un decálogo (opcional):

LEYES. No es necesario aprobar más leyes, recortar libertades. ¿Frenará la cadena perpetua a quienes están dispuestos a morir matando? Somos contumaces en el error, nadie lee historia, por eso Francia va a repetir los errores estadounidenses tras el 11-S: recorte de libertades (Patriot Act) y el espionaje masivo que denunció Edward Snowden. Faltan espías sobre el terreno, sea allí o en los barrios de Marsella. El Mi5 británico va a contratar a 2.000. Lo urgente es aplicar las leyes existentes, que la pésima cooperación entre Estados sea efectiva y dotar a la policía, a los fiscales y a los jueces de los medios materiales necesarios. Antes de aprobar leyes especiales conviene averiguar si el uso completo de las actuales es suficiente.

AMIGOS. Quizá sea el momento de revisar la lista de amigos y saber si Arabia Saudí y otros países del Golfo pueden seguir disfrutando de ese trato preferencial o si sus políticas en Siria e Irak perjudican nuestros intereses y ponen en peligro la vida de nuestros ciudadanos. Puede ser el momento de revisar la lista de los sospechosos habituales y reconocer que Irán y Hezbolá representan hoy parte de la solución de lo que sucede en Siria e Irak. El primer año que Daesh ocupó Raqqa utilizó en libros de texto saudíes, pues no hay diferencia ideológica: defienden el mismo integrismo.

LA GUERRA NO BASTA. Llevamos más de cuatro años de guerra en Siria, 12 en Irak y 14 en Afganistán. Es evidente que la guerra en sí no ha resuelto ningún problema, solo los ha agravado. La presión militar, como decía al principio, es efectiva dentro de un plan global, como instrumento no como fin. Aunque destruyéramos el Estado Islámico la amenaza terrorista no terminaría. Solo cambiaría de siglas. Una de las claves es la lucha contra el cibercalifato. No son necesarios millones, solo talento y miles de tuiteros y usuarios de las redes sociales.

LA AMENAZA ESTÁ EN CASA. El peligro se centra en los 20.000 combatientes extranjeros en Siria e Irak bajo la bandera de Daesh; también en aquellos jóvenes que se radicalizan en nuestras ciudades. Francia aporta 1.700 de esos combatientes. Reino Unido y Alemania 700 cada uno. Cada retornado es un peligro potencial. La radicalización proviene de mezquitas clandestinas y de asociaciones supuestamente pías que mueven el dinero de la yihad. Algunas de las mezquitas legales están controladas por Arabia Saudí, que no es un exportador de moderación. Quizá ha llegado el momento de ser contundente, de dejarse de componendas diplomáticas.

EL PROBLEMA NO ES EL ISLAM. Si se actúa sobre los núcleos de radicalidad hay que mimar a los moderados y a los musulmanes ejemplares, que son una mayoría. No solo es una cuestión política, los medios de comunicación deberían ser cuidadosos con los titulares. Un ejemplo real de hace varios años: “Un marroquí, sospechoso de una violación”. ¿Qué aporta la nacionalidad? ¿Escribimos “un blanco católico mata a sus padres”? La xenofobia, como el machismo, está en los detalles. Si no incorporamos al islam moderado a la lucha, la victoria es imposible.

HUMANIZAR LOS REFUGIADOS. Si respondemos al radicalismo yihadista con un radicalismo de corte fascista habremos perdido dos guerras. Es esencial que los refugiados no entren en el debate electoral. Ellos son también víctimas, huyen de un París cotidiano. Tampoco hay que ser naíf y desconocer el peligro potencial de que Daesh, pese a demonizar a los refugiados que tilda de herejes, utilice alguna ruta para camuflar militantes con misiones suicidas. Es urgente dotar a ACNUR de los fondos necesarios, mejorar los campamentos, abrir en ellos oficinas para recoger las peticiones de asilo. Desde octubre se toman las huellas a los refugiados. Investigar su pasado de manera rápida y eficaz es parte del proceso. Los criminales de guerra no tienen derecho al estatuto de refugiado.

RECONOCER ERRORES PASADOS. Es esencial saber qué hicimos mal en Irak, Libia, Siria y Afganistán. Qué estamos haciendo mal en Yemen jugando las bazas de Riad en un conflicto ignorado. No solo hay que conocer errores, también analizar los procedimientos en la toma de decisiones. A menudo el error estriba en no escuchar las advertencias procedentes de su propio equipo, como le sucedió a Kennedy en Vietnam. El líder tiende a rodearse de personas que obedecen. Confundimos lealtad con pleitesía. La mayor lealtad es la critica constructiva, ofrecer ideas diferentes. Si se repiten los métodos que conducen al error, el error será sistémico.

UNIFICAR OBJETIVOS CON RUSIA. Rusia acaba de admitir que su avión de pasajeros fue derribado sobre el Sinaí. Rusia es uno de los bombardeadores en Siria, el único que parece saber qué hace: apoyar a Basar el Asad. A EEUU, Francia y Reino Unido les resulta difícil cambiar de bando después de montar una guerra con él y porque sus manos están manchadas de sangre. Moscú parece dispuesto a bombardear para favorecer a la oposición moderada, a la poca que queda, y EEUU busca reemplazar a Asad por un dirigente que permita el pacto con la oposición menos radical. Es un parche porque el régimen es responsable de la mayoría de las víctimas de la guerra en Siria. El debate es si Occidente se debe de apoyar en un criminal de guerra para luchar contra otros criminales de guerra. En Siria ya no quedan opciones morales.

SOLUCIONAR PALESTINA. Siempre se ha argumentado que la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este (y los Altos del Golán) es una afrenta para el mundo árabe, un incubador de radicalismo. En realidad, lo que exacerba a la mayoría de los musulmanes es la doble vara de medir de EEUU y de sus aliados europeos: duros con Sadam Husein, blandos con Benjamin Netanyahu. Los palestinos han perdido tanta visibilidad desde el 11-S y la muerte de Arafat que incluso este argumento ha dejado de funcionar. Los palestinos están hoy más cerca que nunca de los saharauis, es decir del olvido. La eventual creación de un Estado Palestino, varias veces prometido, ayudaría a que Occidente recupere algo de crédito político. Sin él será imposible movilizar a los moderados contra los radicales.

EDUCACIÓN. Lo dice el poeta sirio Adonis en una entrevista con Guillermo Altares en El País: el problema del mundo árabe es no haber sabido separar religión de política. Los chiíes disponen de las Hamzas de Najaf y Qom, donde grandes ayatolás emiten fetuas de obligado cumplimiento que permiten la modernización de los principios religiosos. Un ejemplo: Alí Sistaní, el principal referente chií en Irak dictaminó hace años que las mujeres podían ser jueces. El problema del mundo suní es que no hay una sola autoridad, cada país tiene la suya o varias.

Parte de ese esfuerzo educador se concentra en el mundo musulmán y depende de ellos. En Occidente deberíamos reconocer el fracaso de las políticas de integración y de la escuela francesa. Si nos aferramos a espejismos de lo que fuimos o pudimos ser y blandimos propaganda con lo esencial, la educación, no habrá esperanza en esta generación. Los problemas complejos exigen respuestas complejas. Lo complejo ha sido desterrado de un mundo simple de buenos y malo que se mueve embutido en 140 caracteres.

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