“La miré sin comprender, aunque como un nadador solitario y exhausto la verdad poco a poco se fue abriendo paso en el mar negro de mi ignorancia”
Roberto Bolaño
La humanidad se divide en dos tipos de personas: las que odian el circo y las que lo aman. Es una frase hecha. Desde luego que no es así, pero es una división menos intolerante y más superable que la que de verdad nos atenaza. Yo nunca supe disfrutar del circo. Los animales me daban pena. Fieras salvajes sometidas al esclavismo. Los payasos no me daban ninguna risa. Era demasiado fácil ver los remiendos y lo cutre de la ilusión que vendían. Los magos, los magos me aburrían con la misma profusión con la que sacaban pañuelos u objetos de una chistera. Era obvio que todo tenía que tener una explicación y que, fuera la que fuera, pretendía engañarte. Me costó algunos años pero, finalmente, conseguí que mi madre dejara de comprar las mejores sillas de pista del Circo de los Hermanos Tonetti. Ahora no sé cómo conseguir que me saquen de esta carpa de dos pistas donde a los equilibristas, a los malabaristas y a los magos de pacotilla se les ve demasiado el refajo y la sordidez. Ahora soy mayor y nadie va a librarme de este circo de pacotilla que parece digno de Stephen King, con esas máscaras de sonrisa diabólica señalando con un dedo de falsete las urnas como si fuera lo más natural del mundo.
No sé si creen que han conseguido minar nuestra resistencia. Convencernos de que hagamos lo que es conveniente, lo apropiado, lo que les viene bien, en nuestro próximo viaje a eso que ha dejado hace mucho de ser la fiesta de nada. Nadie se sentirá en la fiesta de la democracia en noviembre. La fiesta de la democracia consiste en que la voluntad del pueblo mostrada en las urnas se vea reflejada en el gobierno de la nación y no en que los que han de gobernar especulen y modelen la voluntad del pueblo hasta conseguir que ésta le dé carta a la fiesta que ellos imaginan. Lo siento, pero no. Esto ya no es una cuestión ideológica. Esto es una cuestión de criterio, de seriedad, de verdad, de fundamentos, de realidad, de responsabilidad. Es una cuestión de todo aquello que han demostrado no tener.
La milonga del relato, que os la compren otros. El relato no es sino la sucesión de hechos que nos ha traído hasta aquí. El relato no es la adulteración que queráis hacer de ello para volver a manipular a las gentes y obtener lo que buscáis. Eso no es un relato. Eso es una falacia y un cartón piedra de democracia. Las instituciones están diseñadas para mantener los principios democráticos, no para que se usen sus mecanismos y formalidades en contra de esos mismos principios expresados en las urnas. Las últimas elecciones fueron especialmente claras. Había dos bloques. Los ciudadanos votaron a uno de los tres partidos que pactaría un gobierno de derechas o votaría a uno de los partidos que nos espoleó a frenar a la ultraderecha. Ese era el juego desde el momento uno. ¿Qué juego es el que se va a sacar algún listo de la chistera ahora? El de frenar a las derechas, y mira que para mí es primordial, ya no va a funcionar puesto que se han antepuesto otras muchas consideraciones a esa. No, esa ya no es creíble. En realidad se ha preferido dar otra oportunidad a las derechas que frenarlas. Incontestable.
¿Qué se va a prometer y, sobre todo, cómo se va a hacer la magia de convencernos de que esta vez será posible? ¿Vamos a estar yendo a las urnas hasta que uno de los dos partidos del bipartidismo imperfecto consiga de nuevo una mayoría consistente? ¿Alguien se ha olvidado de que hay matices que eran distintos y de que vuestra estúpida pelea ha amenazado con convertir en irreconciliables? Cuatro meses después se ha conseguido que los espíritus de todos aquellos votantes que querían un gobierno progresista −del cero al infinito del eje de la izquierda− estén ahora desfondados, enfadados, desilusionados y seguros de que voten lo que voten no conseguirán que su opción pueda finalmente encauzar un gobierno real.
Sí habéis conseguido, sin embargo, enfrentarlos también entre ellos y que los que se consideran la izquierda más izquierda desconfíen e insulten a los de centro izquierda o que los socialdemócratas hayan roto los puentes con los que se encuentran a su izquierda señalándolos como apestados “comunistas”. Todas esas gentes que tienen, que tenemos, tantos sueños e ilusiones en común y que, desde luego, tenemos claro qué tipo de sociedad no tenemos que volver a ver ni en pintura. Un capital dilapidado, derrochado, espurreado al viento sin que tengáis un mago capaz de volver a meterlo en la raja de la chistera.
Tenéis encuestas, pero también dejáis un pueblo exhausto, un pueblo desfondado, un pueblo desilusionado, un pueblo derrengado, consumido de votaciones y hambriento de democracia y de camino.
Os miro sin comprender, a unos menos que a otros, aunque la verdad no necesita muchos empujones para hacerse paso en lo que sin duda sé y sabemos.
Cierro los ojos y deseo con fuerza que alguien se lleve a los payasos y vuelva a convertir este circo de dos pistas en una democracia saludable.
Soy de esa parte de la humanidad que odia el circo.