Las derechas españolas andan digiriendo con dificultad los resultados electorales que creyeron les catapultarían directamente a la Moncloa, sin que así sucediera. La crisis en Vox –que ha perdido 19 diputados y medio millón de votos– ha estallado con el abandono del partido de uno de sus fundadores y portavoz hasta ahora: Iván Espinosa de los Monteros. La primicia la ha facilitado El Mundo –destacada portavocía de la formación ultra– entre elogios al dimitido. En Vox andan ganando la partida los sectores aún más radicales que Espinosa de los Monteros, plenamente integristas como el ultracatólico El Yunque, Falange y los llamados Nazis del Misterio, en distintas variantes del fanatismo que llegarían en este último caso a aproximarse a los QAnon estadounidenses. La voz potente ahora es el europarlamentario Jorge Buxade y, con él, Ignacio Garriga.
En Vox saben que no va a haber gobierno de Feijóo y la repetición electoral les hundiría aún más. En donde no parecen enterarse a fondo es en el PP, salvo sus dogmáticos más afamados. Además de Aznar, Aguirre o Ayuso, han resucitado incluso al fundamentalista Jaime Mayor Oreja, que así lo escribe en otra de las portavocías mediáticas de la tendencia: El Debate. Reclaman una unión de las dos derechas para ir juntos a las urnas.
Y todo ocurre cuando el Partido Popular ha proporcionado a Vox una inyección de poder sin precedentes, desproporcionada con sus resultados en las elecciones del 28M. Ha servido, al menos, para mostrar la faz de esta alianza a los menos avisados. Al punto de provocar una reacción y volcar en las urnas a miles de votantes progresistas en las generales de julio, aterrados con lo que se estaba empezando a ver. Pedir más extremismo ultra desde el PP parece por tanto un grave error; de hecho, el fanatismo parece estar fagocitando ya a la pareja de hecho PPVox.
La venganza contra Labordeta, fallecido hace 13 años
Ustedes han controlado el poder toda la vida y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados por la dictadura a poder hablar, les dijo el entonces diputado José Antonio Labordeta a la bancada de la derecha que se mofaba de él un día de marzo de 2009, el día en el que les mandó ¡A la mierda! Y lo primero que ha hecho el Ayuntamiento de Zaragoza, ahora en manos de PPVox, ha sido retirar la subvención a la Fundación que lleva su nombre. Eso es exactamente el PPVox y eso es lo que cabe esperar allá donde gobiernen. Esa parte: el revanchismo, el odio a la cultura y a la inteligencia, porque está claro que también han llegado a llevárselo crudo en sueldos –se los han subido una abultada mayoría de los nuevos ayuntamientos de toda España, sirva de ejemplo Madrid–.
Pero quieren más: desmantelar el progreso edificado desde aquellos sus días felices cuando en efecto controlaban todo el poder de la mano del franquismo. No falta nada. Ni poner nuestra sanidad pública en manos de las empresas privadas. Esto lo ha firmado también Extremadura y Madrid lo practica. Aragón se ha convertido pues en el modelo más radical ideológicamente de la pareja PPVox, a exportar donde puedan. A tal extremo que se pueden estar autodestruyendo solos. No sin coste para los ciudadanos que han de sufrir el proceso completo, por supuesto.
Cuesta creer, a la vista de sus actuaciones, que hayan mantenido a través de las décadas transcurridas tan imperecedero el espíritu del atraso en todas las parcelas donde era posible aplicarlo. Negacionistas del cambio climático cuando nos estamos abrasando vivos, nos falta agua al punto de tener que verse racionada y siguen ideando cómo desperdiciarla en un tómala hoy y muere de sed mañana. Sus trágalas para enmascarar el machismo y la violencia machista con juegos de palabras que no cuelan. Ese oscurantismo y falta de la mínima curiosidad intelectual. Promocionando los toros y censurando ya abiertamente la cultura. Llevando a un torero franquista a la vicepresidencia de una comunidad.
Es como si un huracán torpe y represor hubiera barrido España dejando aquel esperpento tan doloroso en el que eran felices sus ancestros o ellos mismos, clones exactos del mismo modelo sin evolucionar. Sus vástagos más jóvenes, por cierto, han ido a dar la nota a Portugal en la visita del Papa Francisco, con sus cantos de “que te vote Txapote”, el Cara al Sol y Viva España. En pleno furor místico va una joven y dice que era ciega y ahora ve y otro vicepresidente, el de Castilla y León, lo difunde comiéndose la historia de que ha sido un milagro de la virgen de Fátima. Por favor, que España es la cuarta potencia de la Eurozona, ¿adónde va con estos dirigentes?
¿Cómo es posible que le pase por la cabeza a Feijóo o a cualquier mando del PPVox o a sus cómplices mediáticos que así se puede gobernar un país de la posición que hoy tiene España (pese a ellos)? ¿Qué esperan radicalizando más aún a las dos derechas nacionales? Parece que Espinosa y algunos otros lo están viendo ya claro. Repitan elecciones y verán. Porque no cabe la menor duda de que, como llegue esta gente a la Moncloa, va a hacer lo mismo que ya ha impuesto en comunidades y ayuntamientos, sin el menor empacho. Han vuelto los señoritos –que nunca se fueron del todo– y quienes atesoran una capacidad de odio y venganza tan grandes como mínima demuestra ser la potencialidad de su cerebro. Pero, ¿quién votó esto y por qué?
Escandalosas injerencias mediáticas
La matraca mediática sigue impertérrita pretendiendo hasta que el “sanchismo” a derogar, decían, ayude al PP a formar gobierno. Patéticas elusiones de memoria cuando, tras el insulto, buscan apoyo, como han hecho también con el PNV que les ha dado calabazas nada más empezar.
Hemos olvidado hasta qué punto ha llegado la prensa amiga del PP para dirigir los destinos de la sociedad española sin presentarse a las elecciones, pero el magnífico análisis de José Precedo sobre la metamorfosis de Feijóo nos lo recuerda hasta con citas textuales. Las injerencias alcanzan niveles de pasmo. Cuando el gallego se animó a la jugada de echar a Casado y ser el candidato nacional del PP, la prensa y Ayuso le marcaron el camino. Y es que el PP de Madrid era ya Vox. Y el Vox más radical a lo que estamos viendo.
Precedo relata cómo Ayuso intervino para disuadir a Feijoo de renovar el CGPJ (cinco años caducado por voluntad del PP en una grave anomalía democrática). “La última advertencia fueron dos en el diario El Mundo ese mismo día. En portada titulaba: ”El PP teme a la reacción de la derecha política, judicial y mediática al pacto del CGPJ“. En su editorial soltaba esta frase tremendamente comprometida que pasó, como todo, sin consecuencias: ”A nadie se le oculta el riesgo que corre el PP en su negociación con el presidente Sánchez para renovar el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional“. Y Feijóo no firmó. Dato esencial: Ayuso preside una de las comunidades con mayor presupuesto: gestiona más de 20.000 millones de euros al año y con ellos el arma poderosa –y viciada– de la llamada ”publicidad institucional“ que concede graciosamente a los medios y en la cuantía que le apetece.
Lo impuesto en el poder local es el modelo para toda España de conseguir formar gobierno
Este es el partido, la alianza ultra que quiere gobernar España gracias a 11 millones de seres que les han votado que por fortuna les son insuficientes. Nadie más prácticamente quiere pactar con ellos. En Aragón fueron casi el 50% del 70% del censo que acudió a las urnas. El Aragón que en la Transición reclamaba, por el derecho de su pasado, ser comunidad histórica, que bulló en cultura y democracia, se ha ido convirtiendo en un pueblo entregado al costumbrismo baturro y capaz de escupir sobre su propia historia. Me temo que alguno de sus votantes hasta se habrá sentido algo incomodo por el insulto “al abuelo”, al venerado profesor, poeta, cantautor, intelectual y demócrata José Antonio Labordeta. Pensarán que siendo famoso y “muy aragonés” igual ha sido demasiado. A ese nivel andamos, seguro.
Otra de las batallas de la alianza PPVox es poner una gruesa losa de olvido sobre los hechos de la guerra que desencadenaron sus predecesores con cuantas atrocidades se produjeron. Son los mismos. Idénticos. Han colocado de vicepresidente a un ferviente opositor de la Ley de Memoria Histórica que se apresuran a derogar, en una comunidad que fue duramente castigada por la guerra. Las ruinas en pie de Belchite aún lo atestiguan, la memoria oral de sus víctimas todavía lo relata. Alejandro Nolasco es especialista en la División azul, la milicia franquista que luchó junto al ejército de Hitler. Publicó un libro sobre Los últimos cincuenta de aquella gesta hace menos de dos años. La presidenta de las antaño gloriosas Cortes de Aragón es una elementa –típica QAnon y como ella hay varios altos cargos concedidos por el PP a Vox– negacionista de todo progreso: cambio climático y científico y sobre todo de la violencia machista. Practicante ella misma, verbalmente, contra Irene Montero. La ensoñación ultra por la que apuesta Aragón les llevará además a un mayor empobrecimiento a la vista de su programa, a ser menos aún de lo que había ido quedando, salvo porque podrá presumir de ser el principal laboratorio de la involución PPVox.
Al parecer el problema esencial que tiene toda esta gente para la convivencia democrática con otras formaciones políticas es que se rompe España, o eso dicen, ellos la quieren destrozada. Y no digamos con las tendencias actuales de Vox y PP. Así que el gobierno progresista que pueda surgir con cualquier apoyo será infinitamente mejor al PPVox. Cualquiera. Mil veces mejor. Pero habrá de ser para limpiar a fondo y diluir esta insoportable y constante amenaza ultra.