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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Vamos a necesitar mucho Prozac en esta legislatura

Pablo Iglesias y Rafael Hernando se agarran tras el debate de investidura y antes de la votación.

Iñigo Sáenz de Ugarte

¿Qué tenemos 300 días después del momento en que Mariano Rajoy parecía un cadáver andante? Tenemos a Rajoy reelegido y al PP con aires de triunfo, un PSOE descuartizado por dentro y con un exlíder dispuesto a una cruzada insurgente contra el nuevo poder que viene del sur, un Podemos marcado por las evidentes diferencias estratégicas entre sus dos máximas cabezas pensantes, y un Ciudadanos a la espera del siguiente salto mortal de su líder, que busca ahora atrapar los titulares que antes eran suyos y que ahora le son esquivos.

Tras el 20D, PSOE, Podemos y Ciudadanos –con programas muy diferentes– estaban dispuestos a que la política estuviera a la altura de los deseos de cambio que se respiraban en la sociedad española. Diez meses después, siguen haciendo promesas con la misma seguridad que antes, pero con mucha menos credibilidad. Todos perdieron votos en junio y todos habrían perdido más votos en las terceras elecciones, según los sondeos. Una de dos, hicieron lo que tenían que hacer o los votantes estaban equivocados. No pueden decir en público lo segundo, claro.

Con ustedes, el Rajoy de siempre

Se acabó el Mariano simpático y modesto que ofrecía diálogo y buenas maneras en la mesa. Secundado por el siniestro sheriff de Nottingham Rafael Hernando, avisó el sábado que esto no acaba con la investidura. Algunos van a tener que seguir pagando. “No pretendan imponerme lo que yo no puedo apoyar”, dijo. Vamos, que ni lo intenten cuando se discuta el presupuesto. En ese caso, Rajoy siempre podría utilizar las palabras mágicas: “Terceras elecciones”. Si el truco ha funcionado una vez, ¿por qué no una segunda?

Los castillos en el aire que se habían montado Rivera, Madina y Errejón en distintos momentos de los últimos meses empezaron a agrietarse. El sistema político español ofrece una clara primacía del poder ejecutivo sobre el legislativo, y casi hasta el judicial. El Gobierno por el Parlamento es una quimera. Y además ¿cómo van a pactar algo los partidos de la oposición si en el debate de investidura dedicaron los argumentos más duros para atacarse entre ellos?

La carta de Bruselas

Cuando se forme el nuevo Gobierno, habrá que empezar a mirar con recelo el buzón. Llegará la carta de Bruselas que la Comisión Europea no ha podido enviar hasta ahora: quiero mis 5.500 millones, YA. Un ajuste de 5.500 millones (en recortes o subida de impuestos). La situación no es la de 2012. La Comisión sabe que apretar las tuercas a Nueva Democracia sólo sirvió para favorecer la victoria de Syriza. Renzi no cesa de repetir que insistir en la austeridad será la munición que les falta a los enemigos de la UE para vencer en Italia y Francia.

Y sin embargo... son 5.500 millones. ¿Quién tiene prisa de que se forme un Gobierno?

El giro subversivo de Sánchez

Al final, Pedro Sánchez dio el paso que los expertos decían que era el menos probable: dejar su escaño para no cumplir las órdenes de los que le fusilaron. Si lo hace, estará muerto, decían. Por alguna razón, pensaban que votar como un robot lo que diga el nuevo sector oficial es lo que necesitaba para presentarse a unas futuras primarias.

Sánchez se lanza a la carretera, dice, para reclamar que se escuche la voz de los militantes, y no la de los barones que han reelegido a Rajoy. No sabemos si lo suyo será Mad Max o Paseando a Miss Daisy, pero hay algo que deberíamos tener claro. Por primera vez desde 1977, el PSOE cuenta con un dirigente nacional de peso que encabezará un sector crítico.

Lanzó tres desafíos al partido: pretende “refundarlo”, está en contra de castigar al PSC y a los diputados disidentes en la investidura, y exige un congreso cuanto antes para que decidan los militantes. Poner a los militantes por encima de la gestora, es decir, de Susana Díaz, es lo más subversivo que se pueda imaginar en el PSOE, porque la cultura oficial del partido consiste en que los dirigentes deciden y los militantes obedecen.

Quién sabe si la gente se acordará de Sánchez dentro de seis meses, pero en seis horas quedó claro lo nerviosos que están sus enemigos en el partido. El presidente del Gobierno aragonés lo plasmó en un exabrupto contra las primarias.

Julio de 2014 fue la fecha de las primarias que Sánchez ganó a Madina. No es nada extraño en Javier Lambán. Él utilizó lo que podríamos llamar el método Susana Díaz para cargarse sus primarias. Ordenó recoger 5.300 avales sobre un total de 8.800 militantes y se acabó lo que él llama Operación Triunfo antes de que nadie comenzara a cantar. Todo para los militantes, pero sin los militantes. Ese es el PSOE que ganó la guerra civil de Ferraz. Sánchez va a necesitar mucha potencia de fuego para hacerle frente.

El manual de Rufián

El debate tuvo su momento rufianesco. Antes, Rajoy, Hernando, Iglesias y Rivera derrocharon mucha chulería, no siempre ajustada a la realidad, y pusieron alto el listón. Pero, como se dice en inglés, “you don't bullshit a bullshitter”. El portavoz de ERC sabe de eso, porque vino a Madrid para eso. Provocar a un lado a otro para que se confirme la premisa de ERC: todos los partidos españoles son iguales y todos los catalanes piensan como Rufián.

Resultado: éxito completo en menos de cinco minutos. Como era inevitable, centró su desprecio en el PSOE por su abstención y consiguió despertar a sus deprimidos diputados, amarrados a su frasco de antidepresivos. Provocó una tangana y un aplauso contra él en el que se unieron PSOE, PP y Ciudadanos. Ah, el Gobierno de gran coalición, dijeron algunos. Ya en el escaño, Rufián sonreía contento. Qué menos que le suban el sueldo en el partido.

Lo cierto es que Rajoy sigue siendo presidente también gracias a ERC. Se cuidó muy mucho de ofrecer su apoyo a un Gobierno promovido por PSOE y Podemos, a menos que le pagaran con un referéndum de independencia que los socialistas no pueden aceptar.

Es lógico. A ERC le conviene mucho más un Gobierno de Rajoy que uno de izquierdas, porque el primero es una garantía para mantener la estrategia de la tensión con la imprescindible ayuda del PP. Sin ella, no se ganan apoyos para la independencia.

Crispación en las gradas

Para confirmar la estrategia de Pablo Iglesias –ahora sí que vamos a ser malos de verdad y se acabó ese rollo de la socialdemocracia–, los diputados de Podemos se rompieron las manos para aplaudir a Rufián y al portavoz de EH Bildu. En ese momento, el hemiciclo ya estaba muy caliente. Había llegado la hora de los insultos. Hasta un diputado de aspecto tan somnoliento como Villegas, de Ciudadanos, acabó en plan hooligan acusando a los de Podemos de apoyar a “los terroristas”.

Habrá más de esto en la nueva legislatura. Perfecto para Rajoy. No tanto para Podemos. Ovacionar a ERC y Bildu no da muchos votos en el 80% de España, como bien sabe Errejón.

Va a ser una legislatura tan deprimente como entretenida. El único problema serio es que igual el servicio médico del Congreso tiene que hacer horas extra.

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