El último minuto, el último segundo, nunca se sabe, puede haber un milagro, no hay que rendirse... Es difícil encontrar un latiguillo político que no esté sobado para definir esta semana boba hasta el día 25, fecha límite para que las elecciones generales del 26-J sean inevitables. Tendrían que formar una coalición firme la virgen de Fátima, la de Lourdes o la de Guadalupe, para que se produjera el último milagro, consistente en encontrar un acuerdo de Gobierno y un presidente que liderara ese pacto. O al revés, como ha sucedido hasta ahora. Primero los nombres y los egos, luego los contenidos.
Por si la de Fátima, la de Lourdes y la de Guadalupe -con la del Carmen, la Macarena, la del Pilar, súmense las que quieran, tendrán más éxito que las fuerzas políticas españolas- se ponen a ello, estos días los partidos no solo se ocupan de las campañas electorales, sino que especulan con la teoría de juegos y la capacidad del contrario para desatar un movimiento que les encuentre descolocados. A Rajoy se le atribuye una respetable habilidad en este tablero. Así por ejemplo, los estrategas tienen desplegadas sobre la mesa algunas de las maniobras que puede llevar a cabo el señor en funciones de La Moncloa, al que tanto los socialistas como los de Ciudadanos mantienen bajo vigilancia, en la creencia de que está obligado a mover ficha, más después de la dimisión del ministro Soria. Aunque las encuestas le favorecen, tiene que lanzar un último gesto para cargar la culpa definitiva al pacto Sánchez-Rivera que ha impedido la solución a tres. Que Rajoy sea tóxico por la corrupción no entra en las consideraciones de los populares. Y estamos a las puertas de la campaña electoral. Conviene tener preparadas todas las respuestas frente las hipótesis más inverosímiles. La primera -por empezar- que Rajoy proponga a los socialistas el dichoso Gobierno de Coalición con una novedad: que ni él ni Pedro Sánchez sean presidentes.
¿Mantendrían los socialistas el veto del Comité Federal a pactar con el Partido Popular si Rajoy no es el candidato? Tendrían que dar una respuesta sin fisuras, nada fácil. Dentro del PSOE hay más gente interesada en matar a Sánchez que al mismo presidente en funciones. Dos pájaros de un tiro, ahí es nada. Otra alternativa. En el supuesto -hipotético desde luego- de que el PP ofreciera un Gobierno sin Rajoy al frente -desde la vicepresidenta Saénz de Santamaría a Alfonso Alonso o Cristina Cifuentes, los nombres son los de siempre- ¿quién sustituiría a Sánchez en el PSOE? ¿Qué nombre ofrecerían los socialistas? Solo imaginarlo produce vértigo. Barones y baronesas, la vieja guardia, la mediana y la nueva, todos a una queriendo meter mano en el guisado. Lo mismo que en el PP. Si a Mariano se le ocurriera proponer a Soraya ¡Génova convertido en una olla exprés sin válvula que regulara la salida de vapor, que encima está obstruida! Es fácil visualizar la cara congestionada de María Dolores de Cospedal.
Al hilo de los desaguisados en los dos viejos partidos, no tardarían en salir los nombres de otra idea que ronda desde el 21 de diciembre todo el proceso. La figura de la “personalidad independiente” capaz de presidir un gobierno de coalición, que no de concentración. O la solución a lo Borgen, la serie danesa que convierte a un partido pequeño y naranja, el de Birgitte Nybort, en primera ministra. Naturalmente, el papel de Nybort se repartiría a Albert Rivera. También sobre esta posibilidad se ha escrito mucho en los tres últimos meses. Ahora se incluye en los documentos de trabajo con ninguna fe, pero para que luego no se diga que no quedó reflejado en los papers de las jugadas más locas.
Hay más, claro está. Cómo escribir las respuestas que se darán a las llamadas de Pablo Iglesias en nombre del resultado de los votos de la militancia de Podemos, que de forma tan apabullante ha rechazado sumarse a un gobierno con PSOE y Ciudadanos. Al “Pedro, pregunta a tus bases y ven a nuestros brazos” que seguirá llegando desde Podemos, el PSOE responderá que ya les preguntaron y la culpa de todo la tiene Iglesias. Parecido será el discurso de Ciudadanos. Atravesemos pues con la semana tontona, donde los estrategas seguirán matando el tiempo con estas y otras jugadas, todas ellas encaminadas a lavar la cara ante la ciudadanía, a repartirse la culpa. Algunos aún no se han enterado de que los de ahí afuera -que no están en Génova, ni en Ferraz ni en la Plaza de España, sino en sus problemas diarios- hace semanas que han desconectado y cada que vez que sus líderes asoman la jeta en una pantalla, el personal, mayoritariamente, se gira con un ¡qué les den! Eso, los más educados.