Podemos tiene razón
Ya llevamos varios meses oyendo hablar de SUMAR, sin saber nada de tal proyecto político salvo que tiene una líder con enorme potencial, que preserva como oro en paño sus líneas ideológicas y programáticas y que aplaza día sí, día también, su comparecencia electoral.
Por supuesto, hasta las generales de finales de 2023, tiene tiempo de explicarnos cómo se configura ese gran espacio sociológico que no se conforma con ser “una esquinita de la izquierda”. Pero tan pragmática como enigmática frase no nos dice mucho. Los tiempos los elige ella, claro, pero quienes esperamos conocer algo más de ese nuevo proyecto, nos preguntamos cómo perfilar una izquierda amplia si su principal rival en ese espacio extiende sus horizontes ideológicos hacia la izquierda con todas las políticas progresistas posibles, en todos los campos, desde un gobierno de coalición en el que ella misma participa.
Más dudas todavía ofrece su planteamiento orgánico. Escuchar está bien. Hablar con unos y con otros siempre es necesario. Pero un proyecto político serio no se asienta en “la gente”, sino en estructuras orgánicas sólidas con base territorial y reglas internas que lo distinguen de una asamblea ciudadana o de un foro cívico. Los candidatos de una circunscripción electoral no son “independientes” que se eligen arbitrariamente, sino líderes locales que tienen acreditada su conexión política con los ciudadanos y que responden, con su trayectoria y su vida política, a las exigencias de conocimiento y ejemplaridad que demandan los electores. Los grupos parlamentarios que se constituyen después de las elecciones no son una suma aleatoria y heterogénea de diputados, sino una organización estructurada, jerarquizada y reglada que actúa en las Cámaras con unidad y coherencia ideológica.
El proyecto SUMAR debe aclarar más pronto que tarde cuáles son sus bases orgánicas y cuáles sus pactos con los partidos territoriales que representarán el proyecto en diversas y muy cualificadas autonomías: Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana, ¿Madrid?... Por eso, puede entenderse la ausencia de SUMAR en esas elecciones, pero no deberían despreciar la oportunidad de hacerse presentes en 12 comunidades autónomas y en cientos de municipios españoles en base a acuerdos programáticos o locales que identifiquen el proyecto y que asienten su presencia territorial.
Es en ese contexto que me ha parecido muy razonable la demanda de Podemos a Yolanda Diaz de establecer su presencia en el proyecto mediante una coalición electoral. Ya fue generosa la aceptación de su liderazgo, pero sería ingenuo diluirse en SUMAR y renunciar a su identidad, abandonando una década casi prodigiosa en lo que respecta a su nacimiento y desarrollo. Podemos nació en un contexto socioeconómico muy concreto, respondía a una evolución histórica de la democracia española y en poco tiempo integró la primera experiencia política europea de coalición de izquierdas. Tiene todo el derecho y toda la razón para decirle a Yolanda que su presencia en SUMAR debe ser salvando su identidad y asegurando una presencia determinada y notable en sus listas electorales y en su grupo parlamentario futuro.
No son solo razones morales las que Yolanda Díaz debería considerar ante esta petición. No es solo que ella fue elegida en las listas de Podemos y que fue ese partido el que la hizo ministra y que fue ese partido el que la propuso como vicepresidenta del Gobierno. Son además, razones políticas las que avalan que su proyecto tenga un basamento orgánico y una estructura territorial sólida. De lo contrario, las palabras bonitas como “la gente”, “escuchar”, “esto no va de siglas”... se las llevará el viento y su proyecto será una cometa que gira en el aire sin ir a ninguna parte. Hay además un tufillo antipartidos muy inconveniente para la política en general y muy injusto con las únicas estructuras capaces de articular la voluntad y la representación políticas ciudadanas en nuestras democracias.
Desconozco absolutamente el estado de la cuestión en las conversaciones de Podemos con el equipo de Yolanda Díaz, pero creo que esa demanda, si efectivamente se ha planteado, está cargada de sentido y de razón. Es más, creo que su aceptación es condición necesaria para el éxito de una operación política, tan cargada de buenas intenciones como de incógnitas y complejidad.
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