Jugar en el centro tiene muchas ventajas porque puedes tocarla hacia la derecha o a hacia la izquierda, lanzar buenos balones al hueco o aglutinar al equipo, pero de vez en cuando te toca mojarte y decidir y esa hora parece haberle llegado a Ciudadanos en el momento más delicado de la partida.
Rivera ha decidido jugar la campaña atándose de pies y manos al PP de Casado y por extensión a la ultraderecha de Abascal. Anunciando a bombo y platillo tras la reunión de la ejecutiva que no pactará en ningún caso con el PSOE de Sánchez que, a día de hoy es el único que hay, están confirmando que todos los votos que reciban irán a un posible gobierno con el PP que solo sería posible con el apoyo por activa o por pasiva de Vox.
Con esta decisión, Ciudadanos está perpetuando la foto de Colón que el PSOE está aprovechando al máximo en estos primeros días de la precampaña. Una imagen junto a Casado y Abascal que, según las primeras encuestas, ha perjudicado claramente al partido naranja.
La decisión de Rivera no era fácil y se basa sobre dos premisas: la primera, que la mayoría de su voto le llegó del PP y ese votante podría abandonarle si sospecha que acabará pactando con el PSOE y la segunda razón es el convencimiento de que el trasvase que tuvieron desde las filas socialistas se ha frenado y por ahí ya no recibirán más voto.
Sin embargo, el problema le puede venir a Ciudadanos precisamente de los votantes desencantados del PSOE que habían recalado en sus filas en los últimos años y que ahora pueden abandonar el barco de Rivera e incluso volver a apoyar a los socialistas ante el peligro del pacto de las tres derechas.
Rivera deja de pelear por el centro con el PSOE y no está nada claro que esta decisión le vaya a permitir competir mejor por la derecha con el PP y con Vox. Muchas ofertas para tan poco público porque en las encuestas, los españoles se siguen situando de forma mayoritaria en el centro ligeramente inclinado a la izquierda.
Ciudadanos vivió su momento de gloria en diciembre de 2017 con su victoria en las catalanas en el momento de mayor apogeo del procés. Desde entonces, sus decisiones han sido bastante erráticas. Primero, no se decidió a presentar la candidatura de Inés Arrimadas a la presidencia de la Generalitat; no había mayoría para ganar la investidura, pero hubiera tenido una oportunidad de oro para presentar un programa de gobierno. Después, en la moción de censura contra Rajoy, tiró la piedra y escondió la mano y no quiso pactar con el PSOE su apoyo a la iniciativa a cambio de fijar una fecha para el adelanto electoral y, por último, en Andalucía, ha acabado gobernando con el apoyo de la ultraderecha y en Colón se hizo la foto de la que estaba huyendo.
Ciudadanos es seguramente la mejor representación de la política líquida o gaseosa que estamos viviendo y tal vez a pesar de todo acabe pactando con Sánchez, pero de momento, hoy sale en la carrera a rebufo de Casado y Abascal.
Las encuestas colocaron hace unos meses a Rivera a las puertas de la Moncloa y hoy, sin embargo, casi todas le sitúan tercero. El 28 de abril sabremos si ha perdido su gran oportunidad.