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Sánchez debe mirar a Franklin D. Roosevelt

El presidente del gobierno español, Pedro Sanchez en Los Ángeles, Estados Unidos.
16 de junio de 2023 22:23 h

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Los recientes y raudos acuerdos del PP y Vox en la Comunidad Valenciana han puesto de manifiesto que en realidad es Vox quien blanquea al PP, al animarles a estos últimos a sacar esas ideas que por vergüenza ajena esconden en los más remoto de su ¿corazón? En realidad, Vox es la marca blanca del PP. Hablamos de estigmatizar no solo a los emigrantes, sino a los más pobres y vulnerables, a los disidentes, a los catalanes, a los vascos, al diferente de una concepción de España que algunos creían superada y olvidada. Son los mismos que desde la 1ª Restauración Borbónica, parafraseando a Paul Preston, han traicionado de manera continuada a todo un pueblo, bajo la corrupción, la incompetencia política y la división social.

La pregunta que nos debemos hacer todos los demócratas, incluidos los de ideas conservadoras, es ¿quiénes están detrás de la actual cacería y campaña contra el legítimo gobierno de coalición de Pedro Sánchez? ¿En qué palacetes, bajo la tenue luz de determinas velas, se juntaron las tres derechas patrias para conspirar contra el gobierno legítimo? ¿Quién acuñó el término “sanchismo” para deshumanizar y vilipendiar a nuestro presidente del Gobierno? Se habla mucho de la derecha política y mediática, pero todos ellos carecen de intelecto suficiente para programar una cacería como la llevada a cabo desde los inicios del actual gobierno de coalición. Los análisis obvian la tercera pata de la conspiración, la derecha económica, básicamente rentista, heredera de los otrora monopolios públicos. Son estas élites quienes financian multitud de panfletos profundamente reaccionarios, incluidas ciertas rotativas relevantes, desde donde se pregona y se vierten fake news.

Determinadas élites gerenciales, que cargan en público y en privado contra el legítimo gobierno de España, hace tiempo que vienen distorsionando multitud de conceptos económicos, políticos y sociales, no por accidente, sino intencionadamente, con el fin de acomodar posiciones de conveniencia para determinados grupos. Surge así el intervencionismo del mercado en nombre del no intervencionismo. En la práctica, el libre mercado, tal como lo entienden estos grupos de poder, no es otra cosa que intervenir el mismo por medio de lobbies, de puertas giratorias, comprando voluntades políticas, para que subsidien a determinados grupos con dinero estatal, o hagan la vista gorda en las posiciones dominantes de muchos de estos oligopolios. Entonces, puestos a exigir, piden que el gobierno no interfiera para proteger al ciudadano en situaciones límites, como durante la Gran Recesión, la Covid, o el último episodio inflacionista. Corrompen el gobierno y luego piden un gobierno pequeño.

Quiero pensar que Pedro Sánchez goza de apoyos económicos, básicamente élites foráneas, que permitan, llegado el caso, para lo cual debe conservar la presidencia del gobierno, dar un toque de atención a ciertas élites patrias iliberales. Ponerlas firmes sería relativamente barato. Porque si nuestro presidente del gobierno carece de dicho apoyo, en realidad sería un temerario. Por eso, permítanme poner un ejemplo de lo que debería hacer Pedro Sánchez, emular al mejor presidente de la historia de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.

Siempre he mostrado mi admiración profunda por Franklin Delano Roosevelt (FDR). Al iniciar la campaña electoral que le llevó a su segundo mandato, FDR ofreció en el viejo Madison Square Garden un discurso vibrante, donde hizo una descripción del gobierno del dinero organizado. Hay un párrafo de dicho discurso que de vez en cuando susurra a mis oídos:

“Durante casi cuatro años ustedes han tenido un gobierno que, en lugar de entretenerse con tonterías, se arremangó. Vamos a seguir con las mangas levantadas. Tuvimos que luchar contra los viejos enemigos de la paz: los monopolios empresariales y financieros, la especulación, la banca insensible, los antagonismos de clase, el sectarismo, los intereses bélicos. Habían comenzado a considerar al gobierno como un mero apéndice de sus propios negocios. Ahora sabemos que un gobierno del dinero organizado es tan peligroso como un gobierno de la mafia organizada. Nunca antes en nuestra historia esas fuerzas han estado tan unidas contra un candidato como lo están hoy. Me odian de manera unánime, y yo doy la bienvenida a su odio. Me gustaría que mi primer gobierno fuera recordado por la batalla que libraron el egoísmo y la ambición de poder. Y me gustaría que se dijera que durante mi segunda presidencia esas fuerzas se encontraron con la horma de su zapato”.

FDR ante todo cambió las dinámicas económicas y sociales que produjeron la Gran Depresión. Fue tal su empuje que después de ganar cuatro elecciones presidenciales seguidas, y tras su muerte, los grupos de poder agraviados maniobraron para limitar a dos mandatos la presidencia de los Estados Unidos, no como elemento de regeneración democrática, todo lo contrario. No podían soportar cuatro períodos presidenciales concatenados como los de FDR.

En el momento actual, necesitamos políticos que por encima de todo tengan una visión de los conceptos políticos y sociales compartidos, de los que depende en última instancia la economía, nuestra sociedad, nuestra libertad. Para ello es necesario que en primer lugar se enfrenten a cierta élite económica, básicamente rentista, que históricamente, unida a cierta élite política, y parafraseando a Paul Preston, “ha traicionado a un pueblo, bajo la corrupción, la incompetencia política y la división social”. Esperemos que Pedro Sánchez se inspire en el gran Frank Delano Roosvelt. Lo sé, soy muy ingenuo, e igual es pedir demasiado.

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