¿Tenemos el síndrome post-vacacional post-pandemial?

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Hacer el agosto, en agosto nos vamos de vacaciones, ¡qué a gusto se está en Madrid vacía en agosto!, pero ¡ah! agosto ya pasó. El verano son dos días en el que agosto es el domingo.

Para mí, agosto siempre ha sido un mes melancólico, ya se nota que anochece antes, han pasado muchas risas, muchas noches de verano con sus picaduras de mosquitos, muchos abrazos, borracheras, amores de verano, han pasado muchas experiencias que ahora forman parte de nuestra memoria. Y si tenemos suerte, quizás sean memorias de “aquel verano”. Aquel verano antes de: antes de la llegada de un nuevo miembro de la familia, antes de que todo fuera a mejor, antes de que todo fuera mal (como el verano de antes de la pandemia). Pero aquel verano inolvidable que era predecesor de la actividad que nos trae el otoño.

Soy firme creyente de que los años empiezan en septiembre y no en enero, por eso, en los últimos días de agosto suelo repasar lo vivido, como si fuera Nochevieja. Repasas, revisas y proyectas lo que está por venir. ¿Y qué viene? Pues la reincorporación al trabajo (quien lo tenga). Sentimos escalofríos con los mails y las reuniones con las que nos tenemos que poner al día, ¿qué hay de nuevo? ¿Por qué hay 300 mails? ¿Seguirá habiendo teletrabajo? ¿Mi jefe me dará por saco ya desde el primer día? ¿Es esto ansiedad o síndrome post-vacacional?

Por alguna razón todo ese summer-vibe se desvanece con una rapidez pasmosa, igual que se desvanece nuestro moreno de piel. La misma rapidez con la que desconectamos del trabajo, volvemos a conectar con el estrés a golpe de notificación del Teams. El lunes saludas a tus compañeros con afecto, pero el viernes ya se nos olvidó que estuvimos desconectados. Volvemos a un estilo de vida que ¿elegimos o eligieron por nosotros? Durante mis vacaciones conocí a una pareja estadounidense que me comentaban tanto el ritmo frenético de trabajo que tenían, como que en estos últimos meses los empleados de grandes empresas como Google preferían no disfrutar de sus días de vacaciones, ya que a la vuelta les esperaba mucho trabajo acumulado. (Yo tuve una entrevista de trabajo en su día en una startup que “se inspiraban en el modelo estadounidense” y decían que “no había vacaciones” porque “confiaban en que cada empleado gestionara su tiempo como quisiera” vamos, un eufemismo de “te explotaremos y tú darás las gracias”).

Me pregunto si esperábamos cambios tras esta pandemia, (que ya lleva con nosotros dos largos años) porque yo al menos, sí. Por ejemplo, mientras pensábamos que el teletrabajo y la flexibilidad estaban para quedarse, los hechos indican otra realidad, según el informe COTs, en España el porcentaje de la población que ya no teletrabaja ha aumentado un 13% comparado con el mismo periodo en 2020, además, ciertas grandes empresas prohíben teletrabajar lunes y viernes o vísperas de festivos o no contemplan el teletrabajo pese a que durante lo más duro de la pandemia haya funcionado (flexibilidad y bi-direccionalidad de relación siempre y cuando a la empresa le venga bien). Además, el 52% de los encuestados del informe, ha visto empeorar su salud general respecto al 2020 y ha aumentado los problemas de sueño y riesgo para la salud mental. ¿Qué nos dice esto? Que precisamente bien no estamos, y que por mucho que haya sido el verano de nuestra vida si el resto del contexto no acompaña, volvemos al gris, a la misma rutina, esa que nos estresa y nos asfixia con o sin pandemia. Por mucho que algunas empresas y jefes crean lo contrario, las vacaciones no son la panacea en un contexto complejo, pobres condiciones laborales o al burn-out de los empleados. Cariños y cariñas, ¡sorpresa!, la playa no lo cura todo.

Y yo me pregunto ¿de los aprendizajes de la pandemia no nos quedamos con nada?

¿Podemos soñar con no tener síndrome post-vacacional o simplemente trabajar para vivir o esto ya es demasiado pedir?

El valor de las personas no reside solo en lo que puedan producir, pese a que todo el mundo se empeñe en intentar vendernos lo contrario. Basta ya de fomentar la capitalización de empleados como bien material, si existen modelos de economía circular y sostenible, pueden existir modelos de trabajo sostenible para los empleados y las empresas. En este nuevo curso 2021/22 quizás sea ya el momento de parar, cuidarnos y replantearnos, porque si no ahora, ¿cuándo?, ¿en la siguiente pandemia?