El teatro como latido
En mi caso no fue con la vacuna. Yo sentí que empezábamos a superar la pandemia cuando volví a aplaudir en un teatro el pasado mes de junio. El teatro se mostró como evidencia de lo testaruda que es la vida. Y es que el teatro no soporta el streaming. El hecho teatral necesita presencia, requiere ojos que miran, manos que aplauden, una voz que se proyecta. El teatro necesita de cuerpos que se observan y escuchan. El teatro apareció como fe de vida después de lo peor de la pandemia. Con distancia de seguridad y con mascarilla, pero ahí estaba yo, de vuelta. Y no debo de ser la única a la que regresar al teatro ha supuesto un hito en esto que llamamos nueva normalidad. Hace unos días salieron a la venta las entradas para la 24 Feria de Teatro de Castilla y León y los espectadores volvieron a la taquilla como cada mes de agosto en Ciudad Rodrigo (Salamanca).
El teatro no pertenece a nadie, ni siquiera a los actores o a las actrices. Y tampoco debería pertenecer a las ciudades. La mitad de los grandes eventos culturales de nuestro país tienen lugar en Madrid, el resto, casi todos, en otras grandes ciudades de España. La Feria de Teatro de Ciudad Rodrigo aparece en esos rankings como una excepción, casi como un símbolo de resistencia que recuerda que en el mundo rural la cultura también es derecho. La Feria de Ciudad Rodrigo está lejos de los grandes escenarios de nuestro país y de los espacios donde se toman las decisiones. Pero en esta esquinita de Salamanca, cerca de Extremadura y frontera con Portugal, el teatro es más que teatro. Lejos de las ciudades un proyecto cultural puede ser mucho más que cultura. El teatro es también una forma de luchar contra la despoblación, sirve para promocionar el territorio, activar el turismo. Cada mes de agosto entre 30.000 y 35.000 espectadores disfrutan del teatro en esta ciudad de 13.000 habitantes. Cada año este lugar ofrece sus más bellos rincones como escenarios: hemos visto bailar sobre murallas, actuar en claustros o reír en patios de palacios del siglo XV.
En su famoso discurso a los actores, Hamlet nos dice que el teatro es un espejo en el que podemos ver la verdadera realidad de la naturaleza, de la vida, del deseo. La Feria de Teatro en Ciudad Rodrigo quiere atravesar ese espejo y transformar esa realidad. El espejo del teatro nos devuelve un patio de butacas que convierte a espectadores también en actores, en ciudadanía que clama por una vida más justa. En Ciudad Rodrigo el teatro nos hace reír y disfrutar pero sobre todo agita la conciencia porque el compromiso de la Feria es con una sociedad mejor. En la 24 Feria de Teatro veremos espectáculos que abordan el reto de la sostenibilidad ambiental, la no-emancipación juvenil, el impacto del porno en la sociedad o las consecuencias de la pandemia. El espejo del teatro volverá a reflejarnos quienes hemos sido en 2021 y, sobre todo, nos hará pensar en quienes queremos ser en el futuro.
El teatro ha cambiado a las gentes que vivimos en este oeste tan al oeste. En Ciudad Rodrigo hemos aprendido a amar el teatro como algo natural, algo con lo que hemos crecido: amamos el teatro igual que aprendimos a nadar en el río. El teatro nos abrió horizontes, los textos nos convirtieron en personas más comprometidas, más exigentes, más libres. En Ciudad Rodrigo el teatro ha hecho mejores a miles de niños, niñas y adolescentes que pasan cada verano por su programa de animación teatral. Cada mes de agosto, el teatro se muestra como un latido de esta tierra que viva y digna, reivindica una vida en igualdad y con futuro. Está a punto de subir el telón la 24 Feria de Teatro y están ustedes invitadas.
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