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Telemadrid, consumada la limpieza ideológica

Ha sido decepcionante. Como un jarro de agua fría. Entiendo la frustración de mis compañeros al conocer que el Tribunal Supremo ha ratificado el ERE improcedente de Telemadrid. Ahora la cadena de la Ciudad de la Imagen tendrá que pagar 45 días por año trabajado, sin límite de años, a los 861 trabajadores que el PP se cargó de un plumazo hace algo más de un año. En efecto, no es una buena noticia. Y no lo es para los despedidos, por supuesto, pero tampoco lo es para los madrileños por mucho que el consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, Salvador Victoria, se empeñe en tergiversar la realidad. Este individuo, especializado en faltar sistemáticamente a la verdad, oculta que a los madrileños el ERE nos va a costar, con la sentencia de TSJM ratificada, 46 millones de euros. Si a usted le parece poco dinero, solo tiene que trasladarlo a pesetas: 8.000 millones.

A estas indemnizaciones hay que sumar las ingentes cantidades de millones que se han dilapidado o destinado a pagar favores y amigos desde 2004, año en que llegaron los ejércitos de Esperanza Aguirre a la televisión autonómica. Así pues, a los madrileños no les va a salir gratis este atropello. Tendrán que pagar las indemnizaciones, el paro y, por si fuera poco, seguir manteniendo con sus impuestos el déficit que han creado y la Telemadrid que seguirá, al menos hasta mayo de 2015, al servicio del PP. El saqueo perpetrado no solo se lo han hecho a los trabajadores sino a todos nosotros, los ciudadanos, a través de dudosos y otras dádivas.

Los despedidos no querían ese dinero sino recuperar su puesto de trabajo, algo a lo que el PP y el Gobierno de la Comunidad de Madrid no solo han rechazado de plano, sino que han puesto todas sus energías y todo el dinero necesario para impedirlo, prueba inequívoca de que se ha tratado de un ERE ideológico. Así, costara lo que costara, el objetivo era limpiar Telemadrid de la “rojería”. Y esto no lo digo en balde.

En alguna ocasión ya he contado que, durante una reunión con Esperanza Aguirre a los pocos días de que Francisco Giménez-Alemán me nombrara director de informativos en julio de 2003, la entonces candidata del PP a la Comunidad de Madrid no tuvo el más mínimo pudor en preguntarme por qué en Telemadrid había tanta gente de izquierdas. Era una obsesión que le quitaba el sueño y que transmitió adecuadamente a su equipo para que, llegado el momento, se encargara de ejecutar la adecuada limpieza. Tanto Agustín de Grado, actual director de informativos, como el presidente del consejo de administración y antes director general, Manuel Soriano, se emplearon a fondo para cumplir las órdenes y para que no quedara un cabo suelto.

Su convencimiento de que Telemadrid era un “nido de rojos”, como en otra ocasión me dijo el ínclito Alberto López Viejo, es tal que, en una entrevista no publicada que le hice a Soriano en 2010 y de la que por primera vez saco a la luz algunos pasajes, me reconoció sin ambages que Telemadrid, lejos de ser un elemento vertebrador de la sociedad madrileña era una instrumento de la izquierda: “la televisión (en sus inicios) iba a contribuir, no ya tanto a vertebrar el territorio de una comunidad uniprovincial, que tampoco tenía mucha necesidad de vertebrar nada, pero sin embargo sí contribuir a un proyecto político de izquierdas”. Puede imaginar el lector que ante semejante respuesta a la primera pregunta, el resto de la entrevista fue, igualmente, muy ilustrativa y clarificadora. Llegado un momento le pregunté si la cadena madrileña era un instrumento de propaganda política del PP y del gobierno de Esperanza Aguirre. Tras varios rodeos, sin ruborizarse, me dejó la siguiente perla: “En Madrid, hay que tenerlo muy en cuenta, de una manera reiterada se da la confianza por mayoría absoluta a los gobiernos de Esperanza Aguirre, a los gobiernos del Partido Popular. La televisión pública no puede estar de espaldas a ese sentir mayoritario”.

Sin ninguna duda, tanto Soriano como Agustín de Grado, amén de otras circunstancias que ya están en juzgados, tienen el pleno convencimiento de que deben finalizar una misión que les ha sido encomendada. Tal es así que, el propio presidente del consejo, en la misma entrevista, interpreta que con la llegada del equipo de Esperanza Aguirre, Telemadrid “se convierte en un campo de batalla política porque la izquierda ”pierde“ un medio de comunicación que tradicionalmente se entendía que era suyo. Y los sindicatos, y el poder que tienen no sólo por sus funciones laborales, también desde el punto de vista político e ideológico, nos acogen de una manera agresiva”.

Estas pues, son las consignas ideológicas con las que el tropel de Aguirre llegó a la Ciudad de la Imagen. Diez años después, pueden darse por satisfechos, han cumplido la misión y en Telemadrid ya no hay rojos. Todos los que quedan son apóstoles a los que no es necesario adoctrinar pues predican con todo su corazón.

Quienes han arruinado Telemadrid –nuestra Telemadrid, la que fue de todos- siguen en sus coches oficiales, en sus despachos y obedeciendo las órdenes de la Puerta del Sol para el desdoro de toda la profesión periodística y para el escándalo social y económico que, por fin, parece que será investigado gracias a la querella presentada el lunes.

No debemos dejarnos engañar. Aunque la libertad de información y el derecho que tenemos a ella puede parecer un bien intangible, es tan esencial como la sanidad, la enseñanza o los servicios sociales que también nos han cercenado. Los trabajadores de Telemadrid, no sólo han perdido su puesto de trabajo. Son el símbolo del robo de un derecho fundamental: el de la información.

No obstante, quiero ser positivo. Si como apuntan las encuestan, los días del PP en la Comunidad de Madrid están contados, es menester que quienes ganen el gobierno el año próximo, encarguen a profesionales serios y rigurosos la gestión de la cadena bajo los principios para lo que fue creada: el servicio público a los madrileños. Por paradójico que parezca, la confirmación de la sentencia debe servir para plantear un “regreso al futuro” y para construir, cuando los madrileños echen a los actuales gobernantes y dirigentes, una televisión pública, independiente del poder político, y con unas dimensiones razonables y asequibles.

Los futuros administradores de Telemadrid deberán erradicar sin contemplaciones la manipulación y a quienes han manipulado. Pero al tiempo deben recuperar el espíritu de su fundación.