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La Tierra como metáfora

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La erupción de La Palma ha suscitado, con razón, un enorme interés por los volcanes. Y se han disparado los habituales extremos del maniqueísmo de buena parte de esta sociedad. Los todo y nada. ¿Qué hacen los canarios viviendo en territorio volcánico? Se preguntan los más radicales de la simplicidad, entre las distintas reacciones irracionales de la sorpresa.

Lo cierto es que podemos hablar del planeta Tierra como una metáfora que explica muchos comportamientos humanos. Ignorar la realidad no evita que exista, ni los potenciales peligros y venturas que conlleva. El magma en ebullición que no se ve cuando no se quiere mirar. Y el desconocimiento es un antifaz de piedra para la razón.

No conocemos apenas nada sobre el espacio físico en el que se asienta nuestra vida. Creemos vivir en tierra firme pero solo es firme en apariencia la corteza del planeta. Tiene un espesor que va desde los 5km en el fondo del océano a los 70 en las zonas montañosas de los continentes. Desde allí, al parecer, se hunde 11km en la Fosa de las Marianas en el Pacífico y sube a las cumbres de los 'Ochomiles' del planeta. A estas alturas de la historia no se sabe con certeza qué alberga en su interior la Tierra: cristales de hierro a altísimas temperaturas, parece. magma, gases. Todo son aproximaciones por cómo se comporta. Se cifra a una distancia de 6.300km el núcleo central y a 3.000 el cinturón externo. Y solo se ha conseguido perforar 12,3 km de profundidad en la superficie, en un agujero de 23cm de diámetro. Fue en la Península de Kola en Rusia, dentro de las investigaciones de geólogos soviéticos en su día. Se inició en 1970, se detuvo cuando la temperatura llegó a los 180º y hoy es un lugar abandonado para escasos turistas. Otros países también lo intentaron con menor éxito. La técnica, sin embargo, fue muy útil para avanzar en las prospecciones petrolíferas y en la obtención de energía geotérmica.

Es posible encontrar estos datos en algunas publicaciones en donde al menos coinciden varios de ellos. La BBC británica ha hecho también algunos trabajos divulgativos. Poco más, a diferencia de otros temas que se desparraman en superabundancia, incluso de las más ínfimas bolsas de la trivialidad. Es esta una sociedad que vive en la superficie en su más exacto sentido. Si me detengo en esta explicación es para ver lo poco que conocemos de esa realidad en la que plantamos nuestras vidas, nuestras casas, presentes y futuros, la forma de andar por los días. Asombra la tranquilidad con la que afronta la mayoría el no tener ni idea. Al menor atisbo, miedo o negación. Y no hay seguridades absolutas, insisto una vez más, ni debe haber temores paralizantes para no seguir caminando. Pero sí conviene saber más, siempre más, de todo cuanto podamos.

La metáfora de la Tierra puede servirnos pues para ver la alegre ignorancia con la que abordamos otras esferas del conocimiento que nos condicionan, desde bases sólidas a la información que se produce cada día. Hoy más que nunca paradójicamente los hechos ciertos quedan bajo la epidermis plagada de bulos y gritos. Se vive a parcelas pequeñas de realidad a menudo trucadas. Y eso nos expone a peligrosas sendas torcidas cuajadas de riesgos.

La Tierra lleva girando más de 4.500 millones de años. Sabemos con seguridad que se mueve por dentro. Así se fue formando su faz. Se desgajó Pangea en continentes. Se reajusta en seísmos más o menos perceptibles. Expulsa lava de fuego cuando lo precisa. Empezamos a saber cuándo aunque no con precisión; menos, cuál será cada vez su capacidad destructiva. Ocurre de tarde en tarde en tarde, naturalmente. Sería invivible de otro modo.

Mucho más peligrosa es la suma de ignorancias al calibre de la metáfora de la Tierra. La erupción constante de apoyo a ideologías contrarias al bien común e incluso a los Derechos Humanos. Cuánta estupidez en la epidermis que ignora polvorines. No querer saber, a modo de ejemplo entre muchos, qué esconden los viajes a Nueva York de la presidenta de Madrid y sus políticas dañinas como erupciones de abrasamiento social. Con cinco medios españoles privados y públicos cubriendo el evento, solos en su primera rueda de prensa. Los escandalosos apoyos mediáticos de quienes proscriben la información en la búsqueda permanente de beneficios particulares. Los riesgos que oculta la banalidad y que muerden al no verse y preverse.   

Viajar, con Julio Verne, al centro de la Tierra, tan ardiente como el mismo sol en torno al que gira, es una entelequia, pero pisar el suelo firme del conocimiento es una tarea imprescindible, incuestionable.