El toro, la cabra, el galgo y tu voto

“Si tienes cojones acércate al pueblo a intentar prohibirlo”. Este es el entrañable y espontáneo tuit que recibí en septiembre del año pasado desde Tordesillas (Valladolid) tras denunciar en la radio la celebración del Toro de la Vega: el macabro festejo de esta población consistente en lancear a un toro hasta la muerte.

Un espectáculo, por cierto, declarado Fiesta de Interés Turístico de España y propuesto como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco en dura competencia con otros cafre-festejos que aspiran al mismo honor, como la propia fiesta de los toros (“la Nacional”), los bous al carrer o el bou embolat. Aunque no todo son toros.

La semana pasada el Partido Popular rechazó las dos enmiendas del Código Penal propuestas por Esquerra Republicana de Catalunya para que la organización de peleas de gallos (una actividad que sigue siendo legal en Andalucía y Canarias) estuviera castigada con penas de prisión para sus promotores.

A principios de mes se celebró otra tradición con el maltrato animal como protagonista: la de la pava de San Blas. Aquí la cosa consiste en el lanzamiento de una pava desde lo alto del campanario de la iglesia de Cazalilla (Jaén) para ser capturada por el público asistente. En este caso la celebración no cuenta con el aval del consistorio y le sale muy cara a los vecinos del pueblo, que cada año deben hacer una colecta para sufragar los dos mil euros de multa que les impone la Junta de Andalucía por contravenir la legislación sobre protección animal.

De hecho, lo de tirar animales desde lo alto del campanario fue una costumbre muy arraigada en el calendario de festejos patrios, casi siempre vinculada al santoral y bendecida por la iglesia. Hasta que cambiaron los tiempos, se impuso la razón y lo más importante: cambio la ley. En Manganeses de la Polvorosa (Zamora) tiraban una cabra por el campanario, me refiero a una cabra viva. El primer año que la prohibieron no tiraron una: tiraron dos. Pero finalmente, con la inestimable ayuda de las sanciones económicas, acabó por imponerse la sensatez y lo que tiran los festeros de Manganeses es un peluche.

El camino que va desde Tordesillas hasta Manganeses es el camino de la razón, y el de la evolución. Una evolución en las formas y las maneras de celebrar las tradiciones de los pueblos que no tiene por qué estar reñido con la tradición.

En algunas localidades del País Vasco se celebraban los carnavales con uno de los espectáculos más crueles y desagradables del calendario: el descabezamiento de gansos vivos. Y si: es lo que parece expresar. La salvajada consistía esta vez en extender unas cuerdas a media altura de las que se ataba por las patas a unos gansos boca abajo y a continuación pasaban a toda velocidad unos jinetes que, jaleados por el público asistente, agarraban al ave por el cuello y estiraban hasta arrancarle la cabeza y salir con ella entre vítores.

En los años noventa la ola de protestas ante semejante barbarie fue tanta que los organizadores optaron por suavizar la fiesta colgando de las cuerdas aves ya muertas. Hoy en día la tradición se adaptado a la conciencia colectiva de respeto a los animales y el festejo se celebra con gansos de gomaespuma. A muchos nos sigue pareciendo una barbaridad por lo que rememora, pero por lo menos ningún animal sufre maltrato.

Los casos de maltrato animal siguen siendo por desgracia demasiado abundantes en España (ahorcamiento de galgos y podencos, peleas clandestinas de perros, carruseles de ponis…). Pero también es cierto que la sensibilidad ciudadana respecto a los derechos de los animales va en aumento, especialmente entre los más jóvenes. Por eso los partidos que buscan votos en ese yacimiento no han dudado en crear sectoriales contra el maltrato animal y destacar en su programa que lucharán contra esta lacra.

Es el caso de Podemos Animalista, uno de los círculos más activos de la formación de Pablo Iglesias. El de Equo Derechos Animales, el grupo del partido ecologista que lucha contra el maltrato animal. Y el de Izquierda Unida, que en el programa con el que se presentó a las Europeas destacaba su rechazo frontal contra cualquier tipo de maltrato animal.

Aunque el partido más beligerante contra esta barbarie es el Partido Animalista, PACMA, cuyo programa se centra en la lucha por la abolición de las corridas de toros y el resto de espectáculos y festejos basados en el maltrato animal, propugna la desaparición de la caza, el cierre de las granjas peleteras o la prohibición de circos con animales y el sacrificio cero de perros y gatos abandonados, entre muchas otras acciones en defensa de los derechos de los animales.

Pero por lo que hace al resto de fuerzas políticas, ni están en la lucha ni se les espera. El PP y el PSOE han ido siempre de la mano a la hora de defender la fiesta de los toros y buena parte de los pueblos donde se celebran los festejos más cafres (como Tordesillas) están regentados por sus ediles. Ciudadanos se opuso a la Iniciativa Legislativa Popular que logró prohibir las corridas de toros en Cataluña “por ser un atentado contra la libertad individual”, mientras que un dirigente de UPyD llegó a afirmar que hay que defender el Toro de la Vega porque “saca lo mejor del ser humano”.

Así está el mapa político español por lo que hace al respeto a los derechos de los animales, un contenido al que están dirigiendo su atención cada vez más votantes, por lo que pasar de puntillas por el tema o defender directamente el maltrato animal es, además de una insensatez, un error programático, especialmente para aquellas formaciones que quieren aspirar a captar el voto joven y el de una mayoría social que esta en contra de la barbarie como tradición.