No podemos seguir así. Es insufrible leer, a medida que aparecen, los datos anuales sobre potencia solar instalada en la Unión Europea. A poco que a uno le asista la razón se desespera al observar cómo el primer país europeo productor de energía fotovoltaica sigue siendo Alemania. Resulta pasmoso comprobar cómo año tras año, informe tras informe, aumenta su distancia respecto al país que recibe mayor radiación solar de toda la UE, que somos nosotros. Es absurdo que los alemanes produzcan casi diez veces más fotovoltaica que nosotros disponiendo de muchísimo menos sol.
Una de las primeras tareas que debe acometer el ejecutivo de estos pactos o el que surja de las próximas elecciones es investigar, identificar y desmontar el entramado de intereses que desde hace años permite esta sinrazón. Hay que sentarse con las grandes compañías eléctricas y buscar su complicidad para avanzar hacia un escenario 100% renovable basado en el impulso a las energías limpias. Ellas deberían ser las primeras interesadas en iniciar esa conversión ineludible. Pero si persisten en mantener el statu quo fósil y anteponer sus propios intereses al interés general deberá ser el Gobierno quien tome las riendas del sector para iniciar de una vez por todas la gran transición pendiente de nuestro país: la transición energética.
El primer compromiso que debemos atender, que debemos atender todos quiero decir, es el que tenemos con las generaciones futuras. Y en el ejercicio de esa alta responsabilidad hay que empezar a vaciar nuestra sucia cesta energética de carbón, petróleo y nucleares obsoletas para sacudirla y llenarla con eficiencia, responsabilidad y renovables: sólo así evitaremos que el clima de nuestros nietos se convierta en una pesadilla.
Sólo recuperando nuestra credibilidad energética lograremos que dejen de señalarnos con el dedo en las cumbres climáticas y que la UE avance hacia sus objetivos de reducción de emisiones muy a pesar nuestro. Y es que en los últimos años hemos pasado, por culpa de nuestra humillada y humillante política energética, de liderar la lucha contra el cambio climático a ser un auténtico lastre.
Para volver a ser lo que fuimos debemos abandonar la sumisión a las fósiles. Para iniciar la transición energética debemos descartar la opción de alargar la vida a nuestras obsoletas y requeteamortizadas nucleares y apostar fuerte por la eólica, la solar, la biomasa, la geotérmica y el resto de fuentes renovables. Debemos impulsar el autoconsumo y la generación distribuida, atraer nuevos inversores recobrando la seguridad jurídica y rescatar de la ruina a los pequeños productores de fotovoltaica que creyeron en lo que publicaba el BOE.
Si el nuevo gobierno aspira a que recuperemos la confianza en la política y las instituciones, adecentar el sector energético puede ser una excelente oportunidad para demostrarlo. La mayoría parlamentaria, con el apoyo de los principales agentes sociales del país (sindicatos, asociaciones de consumidores, grupos ecologistas, organizaciones empresariales y otros) acaba de suscribir un acuerdo para impulsar una nueva legislación que reconozca el derecho a autoabastecerse de energías renovables y promueva el autoconsumo simplificando la tramitación administrativa.
La transición pendiente es la energética y éste es el mejor momento para acometerla. El viento y el sol nos están esperando ahí fuera… ¡que tiemblen los alemanes!