Lola López Mondéjar, escritora: “Las ideologías que simplifican la realidad son más cómodas y se reproducen fácilmente”
El pasado mes de octubre, la escritora y psicoanalista Lola López Mondéjar (Molina de Segura, 1958) fue galardonada con el 52º Premio Anagrama de Ensayo, uno de los reconocimientos más prestigiosos en lengua española. El jurado premió su obra ‘Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad’, un ensayo que disecciona los cambios culturales, sociales y políticos que marcan el espíritu de nuestro tiempo. Una declaración de intenciones: “Es un trabajo destinado a denunciar lo que considero una verdad probada: el descenso del amor por el saber, la sustitución de la cultura por el entretenimiento y el rechazo de las humanidades frente a una formación técnica y pragmática”, confiesa la autora.
Una obra que explora las raíces de la subjetividad contemporánea y que bebe de la experiencia de una vida marcada por la contradicción y el continuo aprendizaje, desde la militancia antifranquista hasta el psicoanálisis.
Entre la derecha familiar y la izquierda militante
López Mondéjar empezó a construir su propio relato a raíz de la escisión política con su entorno de origen. Un choque entre la ideología de su entorno familiar y el contexto social y político que comenzaba a explorar. “En mi familia eran de derechas, mi padre era franquista, pero la gente que me rodeaba en el instituto y luego en la universidad era de izquierdas, muy de izquierdas. Incluso tuve un nombre de guerra: Elisa Serna, en honor a la cantautora. Aunque no servía de nada porque la ciudad era muy pequeña y todo el mundo me conocía”, recuerda con ironía.
Durante los años de adolescencia y juventud, la escritora descubría el mundo a través de un entorno educativo y religioso atravesado por el peso histórico y político de los años del tardofranquismo y el ideal de construir un mundo mejor a través de la militancia. Unas ideas que, contra todo pronóstico, germinaron frente a la imagen de Cristo: “A mi el marxismo me lo enseñó un cura” -explica alegremente-. “En el instituto teníamos un cura, Don José, que nos tenía seducidos a todos porque nos enseñaba marxismo, no religión. Era sindicalista y pertenecía a la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica). Nos hizo rojos a todos”. Esta etapa marcó el inicio de un camino de ruptura con los valores familiares. “Durante esos años dejé de ir a misa, empecé a tomar conciencia y a tener una identidad separada de mi familia. Era trotskista y militaba en la Liga Comunista Revolucionaria”.
La transición española significó una etapa de compromiso y riesgo: “He corrido muchísimo delante de los grises, me venía la regla del miedo que me daban”, aunque también una época de aprendizaje y construcción personal. La autora reconoce la influencia de los profesores en su vida: “El amor por la cultura me lo enseñó Rosario, una profesora seglar que tuve cuando era niña en las Hermanas de la Caridad de Molina de Segura. Ella me enseñó a leer y fue un modelo de identificación muy grande”, afirma.
La relación entre el aprendizaje y la subjetividad es una cuestión presente en la obra de López Mondéjar, quien reivindica la capacidad narrativa como una herramienta para interpretar el mundo. En este último trabajo, esta vindicación cobra un significado especialmente urgente.
La crisis narrativa hija del capitalismo tardío
En 'Sin relato', la psicoanalista plantea que la pérdida de la capacidad narrativa individual es uno de los grandes males de nuestra época. La obra analiza cuestiones como la crisis de la identidad, el declive del pensamiento crítico, la influencia de la digitalización y el impacto estructural del capitalismo. “El pensamiento crítico no es natural en nuestra especie. La mayoría de las personas se sienten cómodas viviendo dentro de marcos preestablecidos, como la religión o los mitos”, reflexiona.
El problema, según la autora, radica en que desarrollar un pensamiento crítico requiere un esfuerzo que la mayoría no está dispuesta a hacer: “Es incómodo porque implica enfrentarse a la complejidad y rechazar respuestas simples a problemas complicados. Por eso, las ideologías que simplifican la realidad, como las basadas en tradiciones o costumbres, son más cómodas y se reproducen con mayor facilidad.”
Desde una perspectiva psicoanalítica, López Mondéjar observa cómo el capitalismo crea sujetos acríticos: “No se trata de una fuerza pensante que dirige todo esto, sino de los propios procesos del capitalismo avanzado, que generan condiciones para que la gente tenga muy poca energía psíquica para construir una subjetividad. Por ejemplo, un joven con trabajos precarios apenas tiene tiempo para proyectarse a largo plazo”.
La Región de Murcia y la resistencia al cambio
Natural de la Región de Murcia, López Mondéjar no oculta su preocupación por los problemas estructurales de su tierra natal: “Murcia tiene altas tasas de analfabetismo funcional, abandono escolar, obesidad y pobreza infantil, por encima de la media nacional. A pesar de esto, la estructura política no cambia. Creo que tiene mucho que ver con el conservadurismo de la Región, donde las tradiciones y los dictámenes familiares pesan mucho.”
La escritora subraya especialmente la crisis medioambiental del Mar Menor como ejemplo de esta desconexión entre las necesidades reales y las políticas aplicadas. Para ella, esta resistencia al cambio está profundamente enraizada en el “familismo” y en la comodidad que ofrece la tradición.
La plenitud frente a la mirada masculina y una conciencia crítica irrenunciable
Contracorriente a lo que la dictadura capitalista de la eterna juventud impone sin piedad sobre la condición de la mujer, para la autora murciana, la llegada de la menopausia ha sido un regalo: “Nunca en mi vida he disfrutado tanto. Hace tiempo que estoy en un momento estupendo, quizá desde que cumplí 45 años”, afirma, desafiando los mandatos culturales sobre la juventud eterna. La psicoanalista celebra la menopausia como un momento de liberación: “Para mí, tiene un nombre: la paz hormonal. Me ha traído una estabilidad emocional que no había conocido antes”. Además, destaca cómo este proceso ha supuesto un alejamiento de la mirada masculina: “Cuando dejas de importarles a los hombres, te sientes mucho más independiente. Al principio sientes esa invisibilidad de que te haces mayor, pero luego piensas: ‘Qué gusto que ya no me miren’”.
Con una sonrisa que contradice el pesimismo de algunos de sus diagnósticos sociales, López Mondéjar reconoce el privilegio de su vida. Parafrasea a Violeta Parra mientras se emociona, escondida tras unas lentes negras que le cubren la mitad del rostro: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”, y añade: “He vivido una vida riquísima que mucha gente no va a vivir nunca. Pero pienso en Gaza, en el cambio climático, y hay en mí una conciencia crítica que me duele. No puedo evitar vivir con culpa y tampoco quiero evitarlo. A veces estoy leyendo tranquila en casa y pienso en qué bien que no me la están bombardeando”.
Concluye con una reflexión que define tanto su obra como su vida, y que evoca a Gramsci: “Lo peor del ser humano para mí es la indiferencia.”
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