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La venta de Grupo Zeta

Los trabajadores de El Periódico y Sport han sacado su protesta a la calle  foto: comité de El Periódico

José Sanclemente

Grupo Zeta, cuya cabecera insigne es El Periódico de Catalunya, lleva meses en venta. La situación financiera del grupo de comunicación es muy delicada y las ventas del rotativo catalán han descendido por encima de la media del conjunto de la prensa española y de su competidor directo, La Vanguardia. El editor, Asensio Mosbah, hijo

del fundador del grupo, tira la toalla definitivamente al no poder hacer frente a sus deudas con los bancos y proveedores.

No sé si es fruto de la mala suerte, de decisiones equivocadas, de errores editoriales o de una mezcla de todo ello, pero sí sé que el hijo del fundador de Zeta nunca tuvo interés por los medios de comunicación. Hace ya más de trece años puso a la venta su empresa y, seguramente mal aconsejado, despreció cifras mareantes del entorno de 400 millones de euros que hoy, según lo publicado, apenas llegará al diez por ciento de aquellas ofertas.

Hace trece años aún tenía cierta libertad para elegir a su comprador y hasta el precio, pero parece que hoy son los bancos y los intereses políticos los que van a decantar la venta a favor de Prensa Ibérica, propiedad del presidente de AMI y editor de diarios regionales Javier Moll, incluso en contra de un mejor postor como es Jaume Roures de Mediapro.

La debilidad financiera y editorial de El Periódico condicionarán la línea e independencia del grupo, incluso a la hora de venderlo a un tercero.

No soy periodista, pero he aprendido que es importante cuando alguien opina, como es este caso, que el lector conozca la filiación y los intereses del opinante. Fui consejero delegado de Zeta hasta final del 2002, año en que presenté mi dimisión al actual editor de Zeta por discrepancias en la estrategia de la gestión. Dirigía, entonces, uno de los mejores equipos de profesionales de la prensa en este país y eso se tradujo en buenos resultados económicos y en las ventas de ejemplares de las diferentes publicaciones que editábamos.

Hoy, en Zeta hay grandes profesionales, muy buenos periodistas, pero desmotivados por la falta de dirección y por los continuos recortes salariales y de medios que han venido sufriendo en los últimos años. Me alegraría que Zeta acabara en manos de alguien que se sienta editor, que anime a hacer buen periodismo, que esté libre de cargas financieras y compromisos políticos y, sobre todo, que sea capaz de anteponer la mayoría de las veces los intereses de los lectores a los suyos propios. ¿Una utopía?

Es una lástima que los dos en liza, Moll y Roures, lleguen a hacerse con Zeta mediante una negociación política: de un lado la de los intereses gubernamentales y de otro la de los intereses catalanistas-independentistas, en la que los bancos acreedores parecen dispuestos a hacer una quita u otra de la deuda en función también de criterios políticos. Asunto extraño en cualquier otro tipo de operación

financiera de compraventa.

En cualquier caso, ojalá la nueva propiedad refuerce lo que queda del grupo de comunicación que un día de 1976 fundó un editor controvertido, Antonio Asensio, que quiso llamar a su empresa Z, como la última letra del abecedario, como la brillante película de Costa-Gavras y cuyo significado en griego antiguo es “estoy vivo”. Ojalá viva el periodismo en los nuevos propietarios a pesar de todo.

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