Volvamos a cultivar la tierra y dejemos de explotarla
Convertir al campo en una industria y tratar a la naturaleza como un mero proveedor ha sido uno de los mayores errores que hemos cometido en el desarrollo de la agricultura. Ante la necesidad de atender la demanda de alimento de una población creciente, dejamos de cultivar la tierra y empezamos a explotarla a escala industrial. Los principales objetivos eran aumentar la producción y reducir costes para inundar los supermercados de alimentos baratos.
Como consecuencia, la agricultura intensiva se ha convertido en una de las principales causas del agotamiento de los recursos naturales del planeta, la degradación de los suelos, la contaminación de los acuíferos, la deforestación, el avance de la desertificación y la pérdida de biodiversidad. Además el modelo industrial de producir alimentos a bajo coste, abusivo e insostenible, genera más de una cuarta parte de las emisiones de gases con efecto invernadero que están provocando la crisis climática.
En los países más desarrollados, cada vez comemos más barato, pero también comemos cada vez peor: peor para nuestra salud y la del planeta. Nos estamos comiendo el futuro. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2050, el rendimiento de los cultivos se habrá reducido en un 25%, si no hacemos frente de manera efectiva a la crisis climática.
Para entonces, la población mundial habrá aumentado un 25%. Es decir: vamos hacia el colapso, por eso resulta tan urgente replantearnos la manera de producir alimentos.
Así lo señala un informe elaborado por la Comisión de Alimentación, Agricultura y Campo (RSA por sus siglas en inglés) que acaba de ser presentado en el Reino Unido y según el cual la agricultura intensiva, basada en la sobreexplotación de los recursos y el abaratamiento constante de los productos, está detrás de los grandes males que aquejan a nuestra salud y la del medio ambiente.
Para los expertos de la RSA, el actual sistema de producción intensiva de alimentos a bajo coste está basado en una economía falsa. Los precios de los productos en el supermercado son cada vez más bajos porque los costes medioambientales han sido externalizados y trasladados a la sociedad, que los paga en forma de deterioro del entorno, aumento de la contaminación, inseguridad alimentaria y riesgos para la salud. La factura del abaratamiento de los productos agrícolas la estamos pagando entre todos y la pagamos muy cara: a costa de nuestra salud y la del entorno.
Por todo ello, es necesario un cambio de paradigma en nuestra relación con el campo basado en la justa reciprocidad. Debemos entablar una relación mucho más honesta y equitativa con el mundo rural, impulsando un modelo de desarrollo agrícola más sostenible, respetuoso con la naturaleza y que permita el bienestar de las gentes del campo impulsando la economía local.
Se acabó producir a bajo coste para beneficio de la industria y a costa del medio ambiente. Hay que nivelar las reglas del juego para implementar un sistema alimentario más justo y sostenible, como señala el informe de la RSA, “la buena comida debe convertirse en un buen negocio para todos”. Y esa comida debe proceder de la agricultura sostenible y ser impulsada desde el consumo responsable.