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Los votantes catalanes de Vox no son setas

Concentración con banderas de España en defensa del acto de Vox en Salt, Girona, Cataluña (España), a 7 de febrero de 2021.

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No han aparecido de repente ni tras un chaparrón. No son sólo un efecto boomerang de muchas cosas, que sin duda también. Simplemente ocurre que Catalunya no es un satélite a pesar de lo que dijera algún político (de cuyo nombre no quiero acordarme) durante el tiempo más álgido del procés. Son 217.000 personas que han votado a un partido fascista que hoy es la cuarta fuerza del Parlament de Catalunya. ¿Impresionante? ¿Indignante? ¿U otra responsabilidad social de la que nos escaqueamos escandalizándonos y ya?

Lo digo no sólo porque entrarán en un Parlament con mayoría independentista (lo que hace suponer que el procés tendrá otro momento álgido y probablemente varios más) y también con mayoría de izquierdas; sino porque entrarán en una institución en la que cambiarán las reglas del juego. En Catalunya el PP es residual y el triunfo de Ciudadanos fue una ilusión. Ya se veía. Pero Vox tiene otra estrategia. Es aparentemente más inculto y esta es una de sus bazas. Bien lo sabe Steve Bannon y todas las instituciones que los financian para desestabilizar otro país. Vox es sin duda más abiertamente agresivo, machista, racista, xenófobo y homófobo. Más contra el aborto, el matrimonio igualitario, el derecho al libre pensamiento, el debate sano y productivo, el respeto parlamentario y la diplomacia (porque digan lo que digan: bendita diplomacia). Pero no sólo porque están convencidos de que la política es poder, sino porque su orgullo heteropatriarcal los obliga a ser más todo. Con dos cojones (a pesar de Franco). 

Es fácil y barato desacreditarlos y no voy a hacerlo. No ayuda a nuestra sociedad y es absurdo. El descrédito no genera diálogo, no hace autocrítica y no busca soluciones. El descrédito y el insulto sólo enfrentan. Y hay quien me dice, en estos días, que ellos ofenden más. ¡Qué absurdo argumento! Como decía Gandhi: “Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego”. Por eso cuando digo que un partido fascista es la cuarta fuerza en Catalunya lo digo como una evidencia.

Su decálogo es la prueba:

Detener el golpe de Estado que está activo en Cataluña

Proteger a los catalanes de la inmigración ilegal

Recuperar la seguridad en los barrios (entre otras propuestas: clausurar los centros de MENAS y acabar con todo tipo de subvención pública a inmigrantes ilegales, persecución real a la ocupación y los narcopisos, cierre de mezquitas fundamentalistas y expulsión de los imanes que propaguen el integrismo, el menosprecio a la mujer o la yihad)

Proteger la industria y el sector primario (para lo que proponen: detener el cierre de plantas industriales por la deslocalización a terceros países provocada por la inacción de la izquierda y el separatismo; y proteger los productos españoles ante la entrada ilegal de productos extranjeros con los que compiten en clara desventaja).

Recuperar el derecho a la educación en español (entre otras medidas: poner fin a la inmersión lingüística que utiliza el catalán como método de adoctrinamiento del separatismo)

Proteger el dinero de los catalanes de la ofensiva ideológica del separatismo (eliminar el gasto político ideológico; cierre de TV3, Diplocat y duplicidades administrativas; y supresión de todas las subvenciones a organizaciones separatistas)

Recuperar la unidad y la igualdad entre españoles

Proteger la salud de los catalanes (centrar el gasto publico en la crisis sanitaria, realización de test masivos y entrega de mascarillas gratuitas, reforzar el sistema de rastreo y atención primaria para retomar la actividad normal cuanto antes)

Recuperar la prosperidad de autónomos, hosteleros, comerciantes y trabajadores del sector turismo (para lo que proponen reforzar los niveles de seguridad ciudadana en Barcelona y acabar con el Top Manta, exención temporal del pago de impuestos a los establecimientos a los que el gobierno ha obligado a cerrar durante este año, eliminar la tasa turística y duplicar la línea de avales públicos para dar más liquidez a los establecimientos)

Proteger a los catalanes, a sus familias y a sus empresas del expolio fiscal separatista. 

Superada su obsesión por el separatismo, como lo llaman ellos, que es sólo la gasolina que le echan a los gritos y los viva España, las otras medidas no se diferencian de muchos otros países que no sólo en Europa, sino en gran parte del mundo occidental, ganan terreno. Y que sí, es un movimiento internacional fascista. Hay quien lo dice sin tapujos y hay quien lo dice con una cierta incomodidad. Pero el fascismo en Europa lo conocemos y lo hemos combatido antes. Sabemos reconocerlo y podemos recordar cómo lo hemos combatido antes. Insultar a los votantes de Vox está demostradísimo que no nos llevará a ningún lado. Nuestro cándido estupor al preguntarnos cómo han llegado hasta aquí, tampoco. E incluso ignorarlos completamente sería un error (que asumo que es a lo que se tenderá en Catalunya y, a pesar de los pesares, me parece la reacción más sana). 

Pero esta inocente reacción ciudadana de sorpresa casi es muy desagradable. Porque la realidad no se combate con candidez, sino con cultura, conocimiento, fuerza de resistencia, derechos, igualdad y ganas. Muchas ganas de seguir haciendo cosas. Porque no es cierto que el fascismo gane; después de su victoria siempre trata de imponerse. Y ahora, como en 1933 en Alemania, está accediendo al poder por las urnas en toda Europa. También en Catalunya, sí. Mal que nos duela. ¿Pero en serio vamos a seguir sorprendidas? ¿O vamos a hacer un serio y común esfuerzo de revisión y autocrítica para ver cómo hemos llegado hasta aquí? Porque la única manera ha sido mirar hacia otro lado, neutralizar el odio o convertirlo en un desencuentro entre españoles y catalanes que se ha alimentado y alimentado hasta convertirse en algo inconcebible…

¿Vamos a seguir igual? ¿Vamos a decir que por haber votado a Vox son 200.000 españoles (no catalanes) que no entienden Catalunya? ¿O asumiremos de una vez por todas que igual que miles de catalanes salieron a saludar a Franco con la mano alzada cuando los golpistas ganaron la Guerra Civil, hoy miles de catalanes quieren un poder férreo e implacable contra nuestras instituciones? ¿Los consideraremos un adversario político serio o unos fantoches? Se comportan como fantoches, eso es evidente, pero ¿esa será nuestra respuesta? ¿Será suficiente con desacreditarlos? Por supuesto que no. Hay que combatirlos con cultura, responsabilidad cívica, ejercicio democrático y calma. Mucha, mucha calma. Como dirían en México: ya dejemos de hacernos güeyes. Esto es Catalunya y estos son nuestros compatriotas. Y más aún: tienen derecho a votar a un partido que se presenta a unas elecciones limpias. ¿Nos gusta? No hace falta ni responder. ¿Les negaremos el derecho de participar? Está por ver. ¿Ignoraremos su soberbia ignorancia? Es muy probable. Sea como sea, desacreditarlos de entrada como si nosotros, hayamos votado a quienes hayamos votado, fuéramos mejores, es el peor camino hacia la convivencia (que entiendo que se entiende que es, precisamente, lo que Vox quiere romper).

Y una última apreciación. Bueno, dos. La primera es que si revisan su propuesta electoral (imposible de cumplir, como tantas otras; pero infinitamente más mentirosa que la de varios partidos serios) se darán cuenta de que todas y cada una de nosotras encontramos algo que nos molesta que lo digan ellos porque lo consideramos acertado (véase simplemente el apartado de la sanidad). Y dos, no puedo dejar de lamentar y lamentar que los Diccionarios VOX con los que crecí tengan que pasar por este apuro. Desde aquí mi solidaridad.

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