8M18. Women Revolution
Nos recordó tanto al 15M. Era la segunda vez que se vivía en Madrid un desborde en una movilización. Como en 2011, mareas de personas de todas las edades juntas en la calle, coreando un “nunca más” y un “a partir de ahora”. Además se leía, como entonces, la euforia de lo colectivo después del fuego de la indignación. Me permito añadir que esta revolución fue mayor, más transversal, más de todo; la primera manifestación global y ha sido llevada a cabo por las mujeres.
Para que una movilización se desborde como fue el caso de la masiva manifestación feminista del 8M18 debe cumplir dos requisitos, que apele al mayor número de gente y que genere una ilusión colectiva de cambio. “Paramos para cambiarlo todo”, así rezaba una de las pancartas de cabecera. Curioso oxímoron este de parar para cambiar, porque se trataba de un auténtico movimiento, de algo tan dinámico y creativo como pocas veces se ha visto.
La movilización feminista del jueves reivindicaba valores clásicos de la lucha feminista, símbolos y textos de los que ya usaba mi madre en los 60. Y allí estaban nuestras madres y nuestras hijas, uniendo su voz ante la misma percepción de que algo no está funcionando bien. Mi hija de 15 años confeccionó con sus manos dos pancartas: “No es un caso aislado, es el patriarcado” y “Yo me visto como quiero y me desvisto con quien quiero”.
La movilización feminista tuvo esta vertiente clásica de pancarta y globo, de cántico y manifiesto, de fiesta y de euforia colectiva. Pero también tuvo una fase previa de redes, que recordó a la autoconvocatoria del 15M. Sin las redes sociales las revoluciones no serían tan horizontales, sin liderazgos identificables, con una agregación masiva de personas fruto de la inteligencia colectiva. Los intermediarios formales tradicionales se desdibujaban y pasaban el protagonismo a grupos de mujeres que se autoorganizaban de manera espontánea, plural y diversa. Por ejemplo, las mujeres periodistas con el grupo #LasPeriodistasParamos consiguieron reunir y poner en acción a más de 2500 mujeres en una chat de Telegram en el que compartían opiniones y contenidos desde becarias de diarios digitales hasta responsables de medios de comunicación de primera fila. Sin política, sin clases, sin edades.
La idea de una convocatoria de huelga de mujeres nació hace más de un año de la mano de la “Comisión 8M. Hacia la huelga feminista” pero la fase puramente emocional y que desbordaba la organización comenzaba hace unas semanas en las redes para llegar a invadir la agenda pública copando debates, charlas de café y movilizando más que nunca precisamente porque la protesta entraba en las casas y llegaba hasta las cocinas y a los dormitorios. Aquí empezó el desborde, sobrepasando las tímidas convocatorias de sindicatos y partidos y apagando las voces discrepantes que argumentaban contra la protesta de forma dispar.
Y ahora la pregunta es cómo se traslada la emoción de un movimiento al poder, a la política, tan masculina, tan instalada en la endogamia de los partidos, tan competitiva y tan fría. O si quieren, ¿Van a recoger los gobiernos y los partidos este mensaje aplastante y coreográfico?