Después de la victoria de 'Zorra' en el Benidormfest, Ángeles Álvarez, diputada por el PSOE en dos legislaturas, sentenció: “La exaltación del sexismo, la misoginia y la banalización de la violencia representará a España. Este es el panorama. No es cultura, es el ensalzamiento del machismo más zafio. Veréis a vuestras hijas reivindicándose zorras”.
Lo que se ha producido, en realidad, es una curiosa confluencia de inquinas. No quiero entrar en la caricatura que haría de quienes se han erigido contra la canción victoriosa de Nebulossa las representantes de un feminismo de corte puritano, capaces de interpretar en un grito de resignificación lo que para ellas es casi la prostitución simbólica de mujeres y niñas, su conversión en objetos sexuales. No he dejado de preguntarme estos días por las críticas de algunos a cómo ha resonado el tema entre miembros del colectivo LGTBI, denostando la presencia de bailarines ligeros de ropa y con pluma, porque esos bailarines –esas maricas–, supuestamente, no tendrían nada de feminista. Y es que todo el videoclip de 'Zorra', aunque no sea lo que más haya trascendido, constituye un homenaje a una figura trans mítica y memética: la de Manuela Trasobares.
En una famosísima performance en la televisión pública valenciana, Manuela Trasobares, presencia donde las haya a la que el rótulo definía como mezzosoprano y transexual, enfundada en vestido rojo pasión, afirmaba que ella no creía en las víctimas, sino en las provocadoras, en la gente que lucha. Reivindicaba el poder de la provocación, la fuerza de la unión. Y acababa, antes de cantar la ópera: ¿por qué no puede la mujer vestirse con toda su lujuria, hablar del sexo, de la fuerza y de la carne; por qué reprimirse?, lanzando al suelo los papeles y reventando copas de cristal contra la transfobia en el plató vivida. Se convirtió, en 2007, en la primera concejala trans de España.
En el videoclip de la canción de Nebulossa se retoma su estética y su ropa, pero sobre todo su fuerza y su impulso. En el fondo, lo que algunas no perdonan a Nebulossa es que el dúo haya elaborado un homenaje a alguien que para ellas era inhomenajeable, que no merecía tal reivindicación. Es evidente para cualquiera que lea la letra que la canción habla de un estigma social, el de la zorra, la puta, de forma divertida, erigiéndose contra él, haciendo de la violencia recibida un arma en defensa propia. ¿Es casualidad que quienes se han lanzado en contra de la canción hayan sido exactamente las mismas que criticaron con mayor dureza la ley Trans en su día? ¿Será por azar que quienes consideran el tema un insulto sean las que insultaban diciendo que mujeres trans como yo misma teníamos nombre de vedette? ¿Es casual que quien más propague la guerra cultural contra 'Zorra' sean asociaciones como Contra El Borrado de las Mujeres, teniendo en cuenta que prácticamente la mitad del discurso de odio del pasado verano contra las personas trans, según la FELGTBI+, fue obra del “feminismo transexcluyente” que encarnan?
Entendería que a quienes hablan de la canción les molestase, sobre todo, la participación en un festival en el cual Israel sigue estando como miembro de pleno derecho, pese a estar cometiendo un genocidio en suelo palestino. Sin embargo, por lo que sea, esto parece estar ausente de su conversación. No me interesa tanto el debate eterno y bizantino sobre nociones tan vagas como el empoderamiento: me identifico mucho más con las palabras de Mery, la intérprete y ganadora, cuando afirmaba, frente a la polémica en redes sociales, que “no tenemos 20 años y me la suda todo”. ¿De verdad aprecian en la letra interpretada por una mujer de más de 50 años, cuando dice “Y aunque me esté comiendo el mundo / No se valora ni un segundo” otra cosa que no sea una crítica articulada, como mejor funciona, a la misoginia que le presuponen erróneamente a la letra? Si no hay disfrute, posibilidad de baile, de sorna, de hacer de tripas e insulto corazón y guardar, pese a todo, la risa, no es mi revolución. Y sólo con ver quiénes están atacando la canción, aludiendo a un pánico sexual y moral, como si responder al insulto desarticulándolo fuera a generar más violencia y no a desactivarla, ya me sobran los motivos para salir a defenderla.