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Castillos en el aire

Marcelo Noboa Fiallo

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Hace escasamente año y medio, Perú celebró elecciones presidenciales, en un contexto tóxico y en el túnel de la fatalidad en el que se encuentra inmerso desde hace décadas este país andino. Ningún presidente elegido democráticamente ha conseguido finalizar su mandato. La mayoría se encuentran en la cárcel por corrupción, fugados, pendientes de juicio y con algún suicido por medio (Alán García)

A las elecciones de junio de 2021 (primera vuelta), se presentaron 18 candidatos. Para la segunda vuelta, la derecha consiguió ir unida en torno a la corrupta, Keiko Fujimori (hija de Presidente corrupto). La izquierda dividida y confrontando consigo misma (como siempre) no era capaz de presentar una alternativa viable e ilusionante en un país donde las desigualdades son sangrantes. En medio de ello, surgió un desconocido personaje en los círculos del poder y para la mayoría de la población; maestro de escuela rural y sindicalista, Pedro Castillo. Se lanzó a la carrera electoral sin perspectivas de conseguir un lugar en el mundo de la política peruana. Una parte de la izquierda (en torno al Partido Comunista, “Perú Libre”) encontró en la figura del humilde maestro de escuela el “tonto útil” para llegar al poder y condicionó, para ello, el nombramiento como Presidente del Consejo de Ministros a su jefe de filas, el Leninista Vladimir Cerrón. El idilio duró nueve meses. A partir de entonces Pedro Castillo ha conseguido batir todos los récords de la aciaga política peruana, nombrando 81 ministros (¡uno cada seis días!!) y configurando 5 gobiernos distintos en año y medio.

Dado el estrecho margen de los resultados (0,3 %), desde la derecha y desde el “establishment” se cuestionó a partir del minuto uno, el resultado de las elecciones al más puro estilo trumpista (como maestro de ceremonias, Vargas llosa, quien apostara por Keiko Fujimori)

En el año y medio de gobierno no ha habido ni una sola iniciativa legislativa de calado. Ni una ley ni decreto que mejore la vida de las clases populares, como había anunciado en campaña electoral y en la toma de posesión. Lo sorprendente es que, en estas condiciones, el desenlace no se haya producido antes. Quizás ello sea una muestra de que pueda estar calando en las principales instituciones del Estado, la necesidad del respeto a los procesos constitucionales. Si fuese así, algo estaría avanzando en el convulso y caótico Perú.

Castillo, optó por la huida hacia adelante, ante el tercer intento por parte del Parlamento de “vacancia presidencial” (moción de censura), la séptima en 5 años con cinco Presidentes. Castillo decretó el cierre del Congreso, el toque de queda, la reestructuración del Poder Judicial y la propuesta de un Gobierno de Emergencia (exactamente lo mismo que 30 años antes lo intentara Alberto Fujimori). Es decir, un autogolpe de Estado. Duró 180 minutos porque inmediatamente las Fuerzas Armadas y el Congreso se pusieron de parte del orden constitucional. Los congresistas aprobaron con 101 votos a favor, seis en contra y 10 abstenciones la destitución del Presidente. No lo destituyen por su caótica gestión. No lo destituyen por su incapacidad para gobernar. Ni siquiera por la sombra de la corrupción que le persigue (seis instrucciones en curso). Lo destituyen por proclamar un golpe de Estado. Es decir, el mismo se ha puesto la soga en el cuello.

Por ello, hacen bien Petro, Boric, Lula y Fernández en condenar estas prácticas. Desde la izquierda hay que defender la democracia, el orden constitucional. Lamentablemente, una vez más, las malas vibraciones vienen del sur de Río Grande, del inefable, AMLO, su primera reacción (veamos que ocurre en los siguientes días) ha sido la de justificar el autogolpe de Castillo. ¿Castillos en el aire?

Mientras tanto en Europa, en Alemania, un oscuro personaje, Henrich XIII, de 71 años, perteneciente a una familia aristocrática (La Casa de Reuss) preparaba otro golpe de Estado para devolver a Alemania a la Prusia del siglo XIX. El “angelito” es el jefe de filas de los Reichsbürger (ciudadanos del Reich). Podría parecer una “fake news” o una chaladura al estilo del “terraplanismo”, pero no. Es una versión más del veneno que corre por las estructuras e instituciones democráticas, cuya debilidad/fortaleza se ve amenazada por los enemigos de las democracias…. Aparecerán más….¿Castillos en el aire?

Hace escasamente año y medio, Perú celebró elecciones presidenciales, en un contexto tóxico y en el túnel de la fatalidad en el que se encuentra inmerso desde hace décadas este país andino. Ningún presidente elegido democráticamente ha conseguido finalizar su mandato. La mayoría se encuentran en la cárcel por corrupción, fugados, pendientes de juicio y con algún suicido por medio (Alán García)

A las elecciones de junio de 2021 (primera vuelta), se presentaron 18 candidatos. Para la segunda vuelta, la derecha consiguió ir unida en torno a la corrupta, Keiko Fujimori (hija de Presidente corrupto). La izquierda dividida y confrontando consigo misma (como siempre) no era capaz de presentar una alternativa viable e ilusionante en un país donde las desigualdades son sangrantes. En medio de ello, surgió un desconocido personaje en los círculos del poder y para la mayoría de la población; maestro de escuela rural y sindicalista, Pedro Castillo. Se lanzó a la carrera electoral sin perspectivas de conseguir un lugar en el mundo de la política peruana. Una parte de la izquierda (en torno al Partido Comunista, “Perú Libre”) encontró en la figura del humilde maestro de escuela el “tonto útil” para llegar al poder y condicionó, para ello, el nombramiento como Presidente del Consejo de Ministros a su jefe de filas, el Leninista Vladimir Cerrón. El idilio duró nueve meses. A partir de entonces Pedro Castillo ha conseguido batir todos los récords de la aciaga política peruana, nombrando 81 ministros (¡uno cada seis días!!) y configurando 5 gobiernos distintos en año y medio.