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En las fronteras del consentimiento
En la película del alemán Matti Geschonneck, “Cruce de acusaciones” (2024), en la que un escándalo sexual entre una famosa presentadora de televisión y un empresario, nada es lo que parece, pero el consentimiento en la relación deviene como instrumento jurídico inapelable.
La conocida presentadora de televisión Kaharina Schlüter y el empresario Christian Thiede, mantienen una relación extramatrimonial, durante algunos años, (los dos están casados) pero desde el inicio de la película, están sentados uno frente a otro en un tribunal. Ella le acusa de violación y él lo niega. La jueza tendrá que decidir si hubo violación, tras el pronunciamiento de testigos y peritos.
Ella mantiene un discurso y una descripción de los hechos de manera admirable y con una inapelable firmeza en su contenido, mientras él ha tomado la decisión del silencio (su abogada hablará por él). Lo único que aparece como relevante y admitido por los dos es que todo comenzó cuando decidieron acabar con la relación. Ella describe su última relación con él de manera prodigiosa: Se sentaron al borde de la cama y ella le dio un beso, mientras él le devolvía el acto de cariño y al mismo tiempo los dos se desnudan mutuamente. Ya tumbados en la cama, ella le acepta que él la penetre y él procede como siempre lo habían hecho. De pronto, ella empieza sentirse incómoda y le pide a él que no siga, pero él ya no puede parar y termina eyaculando. El acto sexual, para ella, fue consentido, pero terminó en violación. Él, por su parte, lo niega, alegando que no llegaron a tener coito. Ella le hizo una felación y se marchó al baño. Al volver ella le pide no romper con la relación que mantienen y que, por el contrario, ella estaba dispuesta hacerlo con su marido.
La película mantiene en todo momento (en todo el proceso judicial) un implacable respeto por el estado de derecho y el principio inalienable de la presunción de inocencia, que está en la base de la carta que la periodista Mercé Rivas dirigió a Cristina Fallarás:“Sabes que hay un principio de proporcionalidad en los delitos, una presunción de inocencia y un derecho a la defensa. Mientras, muchos hombres, por supuesto machistas y la extrema derecha se están frotando las manos. Un debate así es lo que les alimenta”
Mientras tanto, 56 profesoras de derecho de las universidades españolas escribían hace unos días en el País en un imprescindible artículo, “La violencia sexual y los márgenes del derecho”: “No todo comportamiento machista o desconsiderado es violencia sexual. No todo sexo sin amor o que no nos satisfaga es violencia sexual. Ni siquiera todo sexo violento es violencia sexual. Tampoco todas las personas buscamos lo mismo en un encuentro o relación sexual. No queremos una sexualidad normativa porque nuestro feminismo no es moralizante, porque el sexo moralizante nos victimiza…No podemos perder derechos conquistados”
El grave error en el que se está cayendo es en el de “sustituir” las redes sociales o páginas anónimas por los juzgados. Los juzgados tienen graves problemas de personal, de recursos, de volumen de denuncias…pero hoy por hoy son una pieza fundamental para defender el estado de derecho y tienen que considerarse una resina, un alivio, un descanso para las víctimas del machismo. En los juzgados se presentan pruebas y los jueces actúan en consecuencia (interrogando), en las páginas anónimas no.
En la película “Cruce de acusaciones” hay un momento que nos invita (y obliga) a indagar en los “márgenes” del consentimiento. La protagonista relata en el juicio que en la supuesta relación que mantuvo hubo consentimiento demandado por ella y aceptado por él. El coito está siendo disfrutado por ambas partes hasta que ella decide no seguir, pero él termina eyaculando. Es el cimiento de la denuncia de violación y lo que la jueza tiene que considerar con las pruebas presentadas y la aportación de peritos implicados. Y la duda siempre presente de los márgenes del consentimiento o la definición jurídica del mismo.
Mientras tanto, en la miniserie “Querer”, nos encontramos con el horror de la sociedad patriarcal que todos hemos vivido, donde la mujer soporta 30 años de violación por parte del padre de sus hijos. Aquí no hay margen de consentimiento, ni fronteras del mismo. Es otra historia…pero contada con apasionante veracidad.
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