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Opinión | Ya empezamos, por Antón Losada

Honores a los vivos

En España, nuestro país, para que se te reconozca y se te agradezca la valía de tu trabajo y dedicación a mejorar la vida el bienestar de los demás, tienes que morirte, desgraciada y sarcástica realidad, así es.

El último y más reciente ejemplo lo tenemos con el fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba: los vivos agradecen los honores. Es obvio que los muertos, no.

Felices hubieran sido españoles de talla similar a la de Alfredo, como Tierno Galván, Marcelino Camacho, Adolfo Suárez, Fernández Ordóñez y otros tantos hombres de Estado, de recibir el agradecimiento popular y estatal en vida, estar presentes en todos los agasajos para perpetuar su nombre en la historia de este país, calles y estatuas con su nombre, así como manifestaciones multitudinarias de gratitud.

Todo ello serviría de ejemplo seguir por personajes del momento con similares miras. Loa a los vivos, no a los muertos.

En España, nuestro país, para que se te reconozca y se te agradezca la valía de tu trabajo y dedicación a mejorar la vida el bienestar de los demás, tienes que morirte, desgraciada y sarcástica realidad, así es.

El último y más reciente ejemplo lo tenemos con el fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba: los vivos agradecen los honores. Es obvio que los muertos, no.