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¿A qué meritocracia nos referimos cuando hablamos de universidad?
La meritocracia es una combinación entre inteligencia y esfuerzo y suele concebirse sin relacionar con el contexto social, pese a la influencia que el contexto ejerce en la motivación de los individuos para esforzarse y conseguir objetivos. También tiende a darse por sentado que los logros se deben siempre a la inteligencia y al esfuerzo.
La referencia a la meritocracia, sea en el ámbito universitario o en cualquier otro, puede relacionarse con el enfoque de capacidades de Amartya Sen, entendiéndose la capacidad como un espacio de libertad que se da cuando existen las oportunidades sustantivas para que los individuos puedan llegar a hacer y ser lo que consideren importantes para sus vidas. Pero la definición de meritocracia tiende a definirse desde una perspectiva individualista, vinculada al esfuerzo y capacidad intelectual del docente-investigador. A este respecto cabe preguntarse hasta qué punto es meritocrática la Universidad: ¿Todo el personal investigador y docente tiene a su alcance estas oportunidades necesarias para llegar a ser y hacer lo que consideren importantes para sus carreras profesionales? Para reflexionar sobre estas cuestiones se hacen observaciones sobre algunas estrategias que utiliza el profesorado para promocionarse en la Universidad y conseguir las acreditaciones necesarias para contratos más estables.
Algunos profesores, puede que ahora titulados universitarios, nunca han publicado en una revista indexada de calidad. Sus logros investigadores giran en torno a publicaciones de libros que en ocasiones están financiados por ellos mismos. También capítulos de libros, lo más habitual, con frecuencia en editoriales de prestigio, pero con escasas o nulas evaluaciones externas, o como resultados de inscripciones a Congreso que incluyen estas publicaciones. La siguiente conducta habitual entre el profesorado, que facilita el trabajo y en la que suelen incurrir todas las disciplinas académicas, es la de repartirse la construcción del artículo, o capítulo de libro, entre varios autores. Esto no sería un inconveniente si el profesor ha sido capaz de publicar un artículo de forma autónoma en una revista de cierta calidad, sin ayuda de otros.
Se que un psicólogo rebatiría mi postura y diría que la actitud de la persona, mucho más que el contexto social, determina sus logros; y quizás también tenga razón. ¿Pero, hasta qué punto la actitud del individuo, la respuesta de la persona a su entorno, marca su éxito profesional? ¿El contexto influye en nuestras actitudes, y, éstas, a su vez, repercuten en nuestros logros profesionales?; lo que apoyaría el factor social. ¿O bien nacemos con unas capacidades y actitudes ya innatas? La confirmación de esto último nos inclinaría hacia el enfoque individualista de la meritocracia, fundamentada en las capacidades y el esfuerzo personal. Sin embargo, la realidad a veces se hace rancia y se aleja del mérito bajo ambos enfoques. Los ejemplos descritos se alejan incluso de la perspectiva individualista de la meritocracia. En ocasiones, priman más las argucias de moverse con las habilidades sociales necesarias para participar en proyectos de toda índole. Prima el relacionarse hábilmente con otros colegas, para participar, por ejemplo, en publicaciones de capítulos de libros, o en todo lo que sea posible. Tanto es así que algunos medran, y a esto se le llama promocionarse. En la misma línea, los Congresos se convierten en un negocio en los que priman el interés monetario al interés científico.
Entonces, ¿hasta qué punto es meritocrática la Universidad? Lo es mucho más de lo que pensamos y mucho menos de lo que nos gustaría. Mejora con la democracia, tanto en su perspectiva social como individual. España es un buen ejemplo de ello. Como reconocimiento a las dificultades se abren convocatorias de proyectos y de estancias que contribuyen a abrir posibilidades entre el profesorado interesado. Por tanto, no todo está perdido. Cierto que existen malas praxis, como he venido relatando a lo largo del texto. Pero la Universidad se acoge a una normativa jurídica amparada en el derecho a la igualdad entre todos. Esto no quiere decir que alcancemos este ideal. Las estrategias, argucias y artimañas, seguirán existiendo en la Universidad. Pero serán más frecuentes y graves entre individuos de actitud maquiavélica (el fin justifica los medios), y mucho más en entornos universitarios no democráticos.
La meritocracia es una combinación entre inteligencia y esfuerzo y suele concebirse sin relacionar con el contexto social, pese a la influencia que el contexto ejerce en la motivación de los individuos para esforzarse y conseguir objetivos. También tiende a darse por sentado que los logros se deben siempre a la inteligencia y al esfuerzo.
La referencia a la meritocracia, sea en el ámbito universitario o en cualquier otro, puede relacionarse con el enfoque de capacidades de Amartya Sen, entendiéndose la capacidad como un espacio de libertad que se da cuando existen las oportunidades sustantivas para que los individuos puedan llegar a hacer y ser lo que consideren importantes para sus vidas. Pero la definición de meritocracia tiende a definirse desde una perspectiva individualista, vinculada al esfuerzo y capacidad intelectual del docente-investigador. A este respecto cabe preguntarse hasta qué punto es meritocrática la Universidad: ¿Todo el personal investigador y docente tiene a su alcance estas oportunidades necesarias para llegar a ser y hacer lo que consideren importantes para sus carreras profesionales? Para reflexionar sobre estas cuestiones se hacen observaciones sobre algunas estrategias que utiliza el profesorado para promocionarse en la Universidad y conseguir las acreditaciones necesarias para contratos más estables.