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La regla 3- 30-300 y el entorno romano de los Mondragones

Manuel Sánchez Aguado

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En las últimas semanas, se han sucedido numerosas noticias, cuando menos ilusionantes, relacionadas con el ferrocarril y el urbanismo de la ciudad. La última de ellas hace referencia a un proyecto de parque entre circunvalación y la Chana, que espero tenga su continuidad en el resto de tramos entre la ciudad a dicha vía hasta convertirse en anillo verde.

El proyecto, marca Cuenca, es poco ambicioso porque se trata de ajardinar una zona de contacto entre la ciudad y la circunvalación. ¿En qué otra cosa podría transformarse para no hacer el ridículo con un urbanismo propio de siglos pasados? Finalmente, el proyecto es bienvenido porque representa un respiro a las políticas de espacios libres hormigonados de la actual corporación.

La búsqueda de terrenos residenciales es plausible, en una Granada sin terreno, cuando se trata de polígonos industriales moribundos o zonas residuales, pero no para espacios como el entorno de los Mondragones donde la carencia de zonas verdes aconseja actuaciones más verdes que grises.

El profesor de la Facultad de Silvicultura de la Universidad de Columbia, Cecil Konijnendijk, ideó la norma 3-30-300 por un urbanismo más ecológico, que recomendaba que cada ciudadano debería ver al menos 3 árboles desde su casa, tener un 30% de cobertura vegetal en su barrio y no vivir a más de 300 metros de un parque o espacio verde. Pues bien, desde este urbanismo más amable, reivindico el entorno romano de los Mondragones, como ese parque a 300m de todos los pisos “apilados” del entorno de la plaza de toros, para el disfrute de sus vecinos y el enfriamiento de una ciudad cuyo verano la ha vuelto inhabitable.

En las últimas semanas, se han sucedido numerosas noticias, cuando menos ilusionantes, relacionadas con el ferrocarril y el urbanismo de la ciudad. La última de ellas hace referencia a un proyecto de parque entre circunvalación y la Chana, que espero tenga su continuidad en el resto de tramos entre la ciudad a dicha vía hasta convertirse en anillo verde.

El proyecto, marca Cuenca, es poco ambicioso porque se trata de ajardinar una zona de contacto entre la ciudad y la circunvalación. ¿En qué otra cosa podría transformarse para no hacer el ridículo con un urbanismo propio de siglos pasados? Finalmente, el proyecto es bienvenido porque representa un respiro a las políticas de espacios libres hormigonados de la actual corporación.