No es atrevido decir que los españoles tienen una mala opinión del Estado de las Autonomías, muy lejos del consenso que este acuerdo institucional suscitó hasta finales del decenio pasado. Menos común es reconocer que, cuantitativamente, esto se debe, sobre todo, al nacionalismo español. La polarización territorial ante esta cuestión constitucional es ahora muy pronunciada: mientras en Cataluña aumenta el independentismo, en la mayor parte del interior, pero no solo el interior, se dispara el centralismo. En estos párrafos solo quiero compartir mi perplejidad, mi susto incluso, ante lo difícil que se presenta el espacio de decisión político para la cuestión territorial en España. Difícil porque el nacionalismo español, y su expresión centralista, lleva camino de lograr lo que el nacionalismo catalán o vasco difícilmente habrían logrado nunca solos.
¿Cree Ud. que, en general, la creación y desarrollo de las Comunidades Autónomas ha sido para España algo más bien positivo o más bien negativo? Cuando esto se preguntaba en 1996, por primera vez en una encuesta del CIS, el 67% de los españoles afirmaban que había sido más bien positivo y solo el 13% tenían una valoración negativa. En septiembre de 2012, la última vez que se ha preguntado, solo el 40% de los españoles creían que el estado autonómico ha sido más bien positivo, y un 37% respondían que ha sido más bien negativo. Si se preguntara hoy, podría ser peor.
A mediados de 2010, como ya sabemos, comenzó a registrarse un incremento del número de personas que pensaban que habría que reducir los poderes de las Comunidades Autónomas, o incluso suprimirlas. En un movimiento de doble radicalización centralista, el involucionismo se expresó primero como preferencia por recortar poderes y, a partir de 2012, con el crecer de los que afirman sin ambages que preferirían un Estado central sin Autonomías (gráfico 1). Desde que comenzó a gobernar el Partido Popular hay más ciudadanos diciendo que preferirían que el Estado de las Autonomías se recortase o suprimiese de los que lo defienden en su estado actual. Aunque los centralistas siguen siendo minoría, quede esto claro (también contamos los que desearíamos limitar el poder del gobierno central), y aunque en los últimos meses se registra una leve mejoría, me parece que están poniendo en peligro al país.
El Presidente del Gobierno dice que no va a cambiar la Constitución si no es para sustituirla por otra que reclame el mismo consenso que la que tenemos. No me gusta faltar, pero suena cínico. El consenso, desgraciadamente, se ha perdido, y lo está quebrando tanto o más el nacionalismo español como el nacionalismo independentista. Se necesita uno nuevo.
(Entiéndase, no tengo nada en contra del nacionalismo español, como no lo tengo contra el nacionalismo catalán; me gustaría que fueran un asunto más privado, por colectivo que pueda ser -como la religión- pero entiendo que tenemos que vivir con ello. Hay que actuar cuando dañan la convivencia, como ahora).
Gráfico 1. La doble ola de centralismo. Preferencias sobre la organización territorial 2009-2013
La involución centralista en la opinión pública afecta a todo el país, pero ha producido una clara polarización territorial. Para observarla he agregado todos los barómetros publicados durante 2013 de manera que contemos con suficientes entrevistas dentro de cada Comunidad Autónoma, realizadas por el CIS a lo largo del año, para poder comparar la respuesta a la pregunta sobre organización territorial en los distintos lugares.
El resultado da frío (tabla 1). Castilla y León, Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón y Cantabria tienen mayorías favorables a recortar el autogobierno de las Comunidades Autónomas. En otras comunidades, tradicionalmente muy autonomistas, de Asturias a Valencia, la fracción de centralistas es casi mayoritaria. En Castilla y León, un lugar donde yo trabajo, y al que estimo, y de donde provienen demasiados de nuestros políticos, un aterrador 41% suprimirían sin más el Estado de las Autonomías.
La gente de la periferia, es decir, la mayoría de los españoles, confunden muchas veces a ciertos abogados de Castilla con lo que no les gusta de “España”; no les falta razón, pero es un problema de reclutamiento. Cuatro presidentes del gobierno, incluyendo a los tres últimos, se han criado en Castilla y León.
Quiero recordar un dato. La suma de Castilla-León y Castilla-La Mancha (donde yo nací, y quiero todavía más) con algo menos de 4,7 millones de habitantes, tiene 53 representantes en el Congreso, cámara que se supone que nos representa a todos los españoles; los ciudadanos de Cataluña son más de 7,5 millones, y tienen 47 representantes. Para nivelar, tendrían que ser unos 70. Los mesetarios pesamos demasiado en la política española, y ahora esto empieza a ser serio.
Sin embargo, el bloque centralista no es fácil de acomodar como simplemente castellano. ¿Por qué Aragón? ¿Por qué Cantabria? Podría ser vecindad y rivalidad con otros territorios (algo que también afectaría a la Comunidad Valenciana), pero eso es difícil de conceptualizar y comprobar seriamente. Tampoco es fácil explicarlo por las diferencias de renta. Castilla y León está en la media, Aragón y Madrid son de lo más rico que hay en España. Podrían ser los gobiernos del PP los que provocan esta reacción, pero el PP simplemente gobierna en todas partes.
Hace diez años la comunidad menos autonomista era Aragón, pero ni era importante ni se notaba porque el apoyo al legado del Estado de las Autonomías oscilaba entre el 60% (Aragón) y el 75% (País Vasco). El año pasado en Aragón el apoyo había caído al 37%, y en Castilla y León al 27%. El País Vasco y Navarra conservan amplias mayorías que defienden el Estado Autonómico (es donde más lo hacen, cuando solo se pregunta por la opinión acerca del mismo), y también Cataluña, Galicia, Canarias… el apoyo se mantiene pese al retroceso. Hay que subrayar que la mayor hostilidad proviene del nacionalismo español. Pero escuchamos al gobierno como si nada hubiera cambiado; o como si lo único que hubiera cambiado es que, como dijo uno de esos señores que salen en el canal 24h, “a los catalanes les están comiendo el coco”. (¿Cómo no se va a encender la gente si paga impuestos para escuchar esas memeces? Ni déficit fiscal, ni nada, con eso me bastaría a mí).
El caso de Madrid es realmente chocante. A Madrid la autonomía le ha sentado mejor que a nadie. Según cualquier indicador, está como nunca en su historia. Argumentar que, en el fondo, a la Germà Bel, el estado autonómico es la coronación del sueño borbónico, triunfante a pesar de la fachada de la descentralización, me parece una provocación que da que pensar, y algo de razón le asiste, pero no todo son infraestructuras en el crecimiento, y el hecho es que como capital de un estado centralista Madrid nunca pasó de poblachón. Bueno, pues ahora los madrileños quieren centralizar. La irresponsabilidad populista de algunos políticos parece que no tiene más límite que el de lo que su propio cuerpo aguante.
Tabla 1. La polarización territorial. Preferencias por la forma de organización territorial en las Comunidades Autónomas. Datos agregados enero-octubre de 2013 (n =22298).
La situación en España tiene una pinta fatal, lo creo de veras. La combinación de oportunismos, incapacidades y recesión ha dividido al país en torno a la cuestión constitucional clave de forma desconocida en este periodo democrático. Y no parece que se vaya a arreglar; desde luego no será por la acción del gobierno, y es dudoso que la oposición pueda o quiera ayudar. El mentecato “todo va a acabar bien” es justo lo contrario a lo que se necesita. La opinión pública no es arcilla moldeable, pero necesita ideas. Y de la oposición llega solo un rumor cansado, que delata el esfuerzo que le cuesta seguir el curso de lo que pasa, y el alivio de no tener que ponerse en serio a reformar nada. De liderar nadie habla en Madrid.
No es atrevido decir que los españoles tienen una mala opinión del Estado de las Autonomías, muy lejos del consenso que este acuerdo institucional suscitó hasta finales del decenio pasado. Menos común es reconocer que, cuantitativamente, esto se debe, sobre todo, al nacionalismo español. La polarización territorial ante esta cuestión constitucional es ahora muy pronunciada: mientras en Cataluña aumenta el independentismo, en la mayor parte del interior, pero no solo el interior, se dispara el centralismo. En estos párrafos solo quiero compartir mi perplejidad, mi susto incluso, ante lo difícil que se presenta el espacio de decisión político para la cuestión territorial en España. Difícil porque el nacionalismo español, y su expresión centralista, lleva camino de lograr lo que el nacionalismo catalán o vasco difícilmente habrían logrado nunca solos.
¿Cree Ud. que, en general, la creación y desarrollo de las Comunidades Autónomas ha sido para España algo más bien positivo o más bien negativo? Cuando esto se preguntaba en 1996, por primera vez en una encuesta del CIS, el 67% de los españoles afirmaban que había sido más bien positivo y solo el 13% tenían una valoración negativa. En septiembre de 2012, la última vez que se ha preguntado, solo el 40% de los españoles creían que el estado autonómico ha sido más bien positivo, y un 37% respondían que ha sido más bien negativo. Si se preguntara hoy, podría ser peor.