Protestas en barrios acomodados de Madrid, críticas parlamentarias muy severas, y un desgaste importante en la popularidad del Gobierno. El debate público en España, desde el comienzo de la crisis de la COVID-19, ha tendido a atribuir los resultados de la epidemia a la incompetencia del Gobierno central, sin observar lo que estaba haciendo el resto de los países europeos en esos momentos; algo fundamental para poder analizar el problema en su complejidad. En este artículo argumentamos que la gestión de la crisis en España, esto es, la falta de previsión, las medidas de distanciamiento social y las medidas de socorro económico, son, en esencia, similares a lo ocurrido en los demás países europeos. España, al menos en este caso, is not too different.
Veamos, por ejemplo, lo que ocurría en Europa una semana antes de que saltaran todas las alarmas por el coronavirus. El 3 de marzo, Alemania colocaba deuda a intereses negativos, mientras su población se escandalizaba por la presencia de un dron en el aeropuerto de Fráncfort. En el Reino Unido, los británicos cuchicheaban sobre la participación de Meghan y Harry en la entrega de unos premios deportivos, días antes de que abandonasen la familia real. En España, ese 3 de marzo, los periódicos exprimían la rivalidad entre Irene Montero y Carmen Calvo, y el Partido Popular pedía explicaciones sobre el encuentro entre José Luis Ábalos y la vicepresidenta de Venezuela. Sólo Italia lanzaba gritos de auxilio, con 79 muertos por coronavirus, cierre de escuelas, cancelación de eventos deportivos en abierto y cálculos pesimistas sobre el impacto de la crisis sanitaria en la economía. Así pues, a pesar de que la alerta por el SARS-CoV-2 ya había aparecido en enero, la llegada del coronavirus a Europa encontró a casi todos los gobiernos confiados y desprevenidos. La súbita aceleración y gravedad de la pandemia condujeron a todos ellos a adoptar decisiones repentinas.
A continuación presentamos un breve análisis cronológico de la reacción ante la pandemia en Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España. Este análisis muestra que todos los países terminaron tomando decisiones similares de distanciamiento social, refuerzo sanitario y políticas de choque económico. Asimismo, muestra que la improvisación terminó siendo un modus operandi casi inevitable para todos los países, incluso para Alemania, que se había preparado para una crisis más leve.
Tranquilos, todo está bajo control
Entre el 3 y el 7 de marzo, Alemania consolidaba una estrategia de prevención que luego demostraría ser exitosa, realizando tests masivos y aislando a las personas infectadas. Francia y España mostraban cierta inacción, limitándose a atender las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual mantenía todavía una percepción de “riesgo muy alto” del virus pero no de pandemia y, según la agencia EFE, “consideraba que cerrar espacios públicos y cancelar eventos multitudinarios contribuía a generar una percepción de riesgo superior al real”. Reino Unido, por su parte, abogaba por mantener la actividad normal en el país, confiando en la estrategia de la inmunidad de rebaño.
Esto está aumentando muy rápido, ¿Qué hacemos?
La situación cambió drásticamente el fin de semana del 7-8 de marzo, cuando los casos empezaron a crecer exponencialmente en toda Europa. Según la OMS, los casos confirmados y las muertes estaban en Italia en 7.400 y 366, respectivamente; en Alemania en 902 casos y ningún fallecido; en Francia en 1.100 infectados y 19 decesos; en Reino Unido, 277 y 2 víctimas mortales; y en España 374 y 5 fallecidos (a la hora de interpretar estas cifras es preciso tener en cuenta que están condicionadas, claro está, por el número de test realizados y la contabilización que cada país hacía de las muertes, ver datos aquí).
Los gobiernos de toda Europa empezaron a intuir la gravedad de la situación. Sin embargo, empujados seguramente por cálculos políticos y económicos, apenas adoptaron medidas preventivas parciales, principalmente restricciones de acceso a residencias, hospitales y cárceles, manteniendo, sin embargo, los eventos de afluencia masiva. Así, en Alemania se celebraron las manifestaciones del 8M y partidos de la Bundesliga como el Borussia Mönchengladbach-Borussia Dortmund, en un estadio con capacidad para 80.000 personas a 10 km de Heinsberg, epicentro de la pandemia en el país. En Francia se mantuvo la liga de fútbol, las manifestaciones del 8M e, incluso, el campeonato olímpico de natación artística. En España, como es bien sabido, se mantuvieron los partidos de La Liga, las manifestaciones del 8M, o el acto de Vox en Vistalegre. Así pues, España no fue el único país del entorno que celebró manifestaciones y actos masivos en esas fechas.
No era una ola, sino un tsunami
En los siguientes días empezaron a precipitarse las medidas de distanciamiento social radical, de refuerzo sanitario y a aprobarse medidas económicas de choque, todas ellas ciertamente similares entre países. Así, entre el 10 y el 14 de marzo, Francia, Bélgica, España, Portugal e incluso Alemania, tomaron las mismas medidas de alejamiento social: cerrando escuelas, museos, parques y cancelando eventos públicos. El 11 de marzo la OMS declaró la pandemia mundial. Y entre el 14 y el 18 de marzo se declaró, en todos los países, el estado de emergencia, limitando la actividad de los países a labores esenciales (Italia ya lo había hecho el 12 de marzo). La excepción seguía siendo el Reino Unido que, alardeando de superioridad científica, recomendó un distanciamiento social no obligatorio, aunque tuvo que adoptar la misma estrategia que los demás pocos días después.
Igualmente, todos los países buscaron reforzar la capacidad de sus sistemas sanitarios. Ahora bien, aquí encontramos diferencias estructurales entre los países, tanto en capacidad sanitaria de base como en margen de gasto fiscal. Así, uno de los indicadores básicos de fortaleza de los sistemas sanitarios es el número de camas por cada mil habitantes. Según la OCDE, destacan Alemania y Francia con 8 y 5,9 camas (ver datos). En segunda división están Italia, España y Reino Unido, con un ratio de 3,2, 2,9 y 2,5 camas, respectivamente. Por su parte, el gasto en sanidad de estos países es en Alemania de 5.056 dólares per cápita, en Francia de 4.141, en Reino Unido de 3.138, en Italia de 2.544 y en España de 2.341 (ver datos). A pesar de estas diferencias, todos los países realizaron fuertes inversiones en este ámbito. Parte de este esfuerzo consistió en aumentar el número de pruebas realizadas. Aquí encontramos diferencias notables en Europa. Destaca la baja tasa de tests de Francia y Reino Unido, frente a los esfuerzos del resto de los países. Según ourworldindata.org, a finales de abril, Italia tenía una tasa de 32,7 tests por cada 1.000 habitantes; Alemania 29,1; España 28,9; Reino Unido 13,3; y Francia 11,1.
Finalmente, todos los países promulgaron leyes de choque económico. Las cifras son difíciles de calcular, por las constantes revisiones que han hecho todos los gobiernos, pero todas ellas muestran cantidades de gran calado. Así, según EFE, Alemania comprometió una inversión por valor de 156.000 millones de euros y garantías por 600.000 millones, un 22% de su PIB. Francia aprobó una inversión de 100.000 millones y garantías por 300.000. España aprobó una inversión de 200.000 millones, 20% del PIB, porcentaje muy similar al de Alemania. Reino Unido ofreció garantías por valor de 360.000 millones. Italia comprometió ayudas de 75.000 millones y garantías por 400.000 millones. Todos los países coinciden en ofrecer ayudas a los autónomos y pymes (posponiendo pagos de impuestos, servicios y cotizaciones) y préstamos a empresas.
Conclusión
Los acontecimientos relatados dejan entrever que todos los países terminaron tomando medidas de distanciamiento social, refuerzo sanitario y medidas de choque económicas muy similares. Asimismo muestran que la magnitud de la crisis y la falta de preparación obligaron a todos los países, no sólo a España, a actuar de forma improvisada. Incluso a Alemania, que habiendo destacado por una exitosa estrategia de prevención de la que todos deberíamos aprender, tuvo que tomar medidas drásticas y repentinas. Una mirada amplia, más allá de la frontera, es fundamental para dimensionar la magnitud del problema al que se enfrentaron los gobiernos, así como para entender que la gestión de la pandemia del SARS-CoV-2 no puede analizarse sólo en clave nacional.
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