Todo el mundo coincide en que la recesión económica ha derivado en una crisis política. Pero cuando uno echa la vista atrás, se da cuenta que esto ya ha pasado antes. Y puestos a comparar, debemos hacerlo con situaciones económicas de similares dimensiones. En el siglo XX, sólo dos crisis son equivalentes a la actual: la de 1929 y la de los años 70. ¿Qué pasó entonces en España y qué podemos aprender?
En los años 30, la crisis del 29 golpeó a la economía española con mucha fuerza, especialmente por el descenso de sus exportaciones. El resto de países optaron por una estrategia económica más próxima a la autarquía, cerrando sus fronteras al intercambio comercial. Junto a ello, se produjo una devaluación de las principales monedas, especialmente de la libra esterlina en septiembre de 1931, una decisión que afectó profundamente a una España que fiaba mucho de su comercio exterior a la exportación de producción agrícola. La economía española dependía mucho de estas exportaciones y, por lo tanto, la recesión era inevitable.
Junto a la caída de la producción, los presupuestos también fueron un mal de cabeza por los dirigentes de la Segunda República. En 1930, una cuarta parte de las cuentas públicas se destinaban a intereses y amortización de la deuda. Además, los Ministros de Hacienda de la época sólo tenía un objetivo: cuadrar los presupuestos. De hecho, no tenían margen de maniobra para realizar inversiones públicas o política industrial. Todo se debía a la “herencia recibida”. La dictadura de Primo de Rivera llevó a cabo una fuerte inversión en ferrocarriles e infraestructuras hidráulicas, hipotecando a la Segunda República.
El pánico se apoderó del sector financiero y un 15 por ciento de los depósitos en los bancos fue retirado. Fue “la respuesta inmediata de la clase dominante al cambio de régimen” (Jordi Palafox, “En los años 30, España también fue diferente”, El País, 28-10-1979).
En definitiva, la situación económica de la Segunda República pudo explicar gran parte de la crisis política que se vivía en esos años. No obstante, si esta desafección ciudadana derivó en un cuestionamiento de la democracia fue por dos motivos. En primer lugar, las dos corrientes ideológicas de la época tenían una alternativa al sistema político instaurado por la República. Tanto en una parte de la derecha como en parte de la izquierda se rechazaba la democracia representativa.
En segundo lugar, España era un país pobre y esto afectaba a su probabilidad de seguir siendo democracia. En 1931, la renta per cápita de los españoles era de 2.529$, la mitad que la del Reino Unido o Holanda. En 1935, esta cifra apenas había subido a 2.583$[i]. Hace un tiempo que Przeworski y Limongi[ii] calcularon la probabilidad de que una democracia sobreviviera en función a su renta per cápita. Según sus cálculos, si se sitúa entre los 2.000$ y 6.000$, su probabilidad de supervivencia es, como máximo, de 20 años.
La segunda crisis de relevancia fue la de los años 70. En 1975, la tasa de crecimiento pasó del 6,4 por ciento del año anterior, al 2,4. Y no sería hasta 1987 cuando la economía española superó el 5 por ciento. En realidad, el único decrecimiento se produjo en 1981. Pero las bajas cifras de crecimiento no eran suficientes para crear empleo. Durante 12 años, la economía española destruyó numerosos puestos de trabajo, superando el 20 por ciento de paro en 1985, una cifra desconocida.
Para salvar esta situación, no sólo fue necesario un gran acuerdo entre las principales fuerzas políticas y agentes sociales, sino que además se produjo la Transición. Pero el paso de una dictadura a una democracia no es sólo producto de la situación económica. La movilización ciudadana y la desafección política con el régimen están detrás de la Transición. Algunas cifras lo revelan[iii]:
1. En 1966, las horas perdidas por huelgas fueron 1,5 millones. En 1970, esta cifra se elevó a 8,7 millones y en 1975 se situó en 14,5 millones. En 1976, la horas perdidas alcanzó nada más y nada menos que los 150 millones.
2. Sólo entre enero y marzo de 1976 se produjeron 17.731 huelgas, cuando en 1975 apenas observamos 3.156.
Pero, ¿por qué protestaban los españoles? Quizás algunos reduzcan todo a la conflictividad laboral. Entre 1963 y 1967, sólo el 4 por ciento de las reivindicaciones obreras eran políticas. En cambio, entre 1967 y 1974, este tipo de reivindicaciones representaron el 45 por ciento del total.
Junto a las protestas, los sectores más liberales y las clases medias comenzaron a reflexionar sobre el cambio político. Así surgieron publicaciones como Cuadernos para el Diálogo, Madrid, Informaciones, Nuevo Diario, Ya o Cambio 16.
En definitiva, la crisis política de los 70 no derivó hacia una dictadura, como la de los años 30. Éramos un país más rico[iv] y numerosas fuerzas políticas y sociales empujaron hacia una democracia representativa.
En estos momentos estamos viviendo una crisis económica de la misma profundidad de los años 29 y 70 del siglo pasado. Además, todos los indicadores muestran que la Gran Recesión ha derivado en una crisis política. Pero junto a los datos de opinión pública, las movilizaciones ciudadanas son otra señal de que algo está funcionando mal. No es sólo una cuestión del 15-M o el 25-S. El número de manifestaciones se han disparado en los últimos años, duplicándose respecto a 2009.
Junto a ello, debemos ser conscientes de que el 40 por ciento de los españoles nació después de 1978 y más del 60 por ciento no pudo votar nuestra Constitución por razones de edad. Es una generación que ha nacido en democracia y, al igual que sus padres, quieren ser como sus vecinos europeos. Por ello, por ejemplo, no entienden que seamos uno de los pocos países de la Unión Europea que no cuentan con una Ley de Transparencia.
La única salida que tiene la actual crisis política es hacer algo similar a lo que ocurrió en los 70. Entonces una nueva generación decidió el marco de convivencia para los siguientes 30 años. Pero la gran diferencia es que ahora no hay que hacer tabla rasa con todo lo anterior.
Nuestro diseño institucional ha funcionado razonablemente bien. No obstante, es evidente que tenemos un problema cuando el 70 por ciento de los españoles se muestra insatisfecho con nuestro sistema político. Y los problemas de democracia sólo se solucionan con más democracia. Por ello, el reto que tenemos por delante es adecuar nuestro sistema político a una realidad distinta a la de los años 70, donde es posible más participación y más transparencia.
En resumen, no es la primera vez que asistimos a una crisis política de esta profundidad. En los años 30 derivó en una guerra civil y una dictadura. En cambio, en los años 70, la consecuencia fue la democracia. Afortunadamente, en la actualidad somos un país muy desarrollado (más de 30.000$ de renta per cápita) y las grandes fuerzas políticas no se plantean una alternativa a la democracia. Por ello, nuestra única salida es mejorar lo que tenemos y, al igual que en los 70, es muy probable que una nueva generación sea la protagonista.
[i] Fuente: Maddison Project
[ii] Adam Przeworski y Fernando Limongi (1997) “Modernization: Theories and Facts”, World Politics 49
[iii] Ver José María Maravall (1981), La Política de la Transición 1975-1980, Taurus
[iv] En 1974 superamos los 8.000$ de renta per cápita (Maddison Project). Según Przeworski y Limongi, nunca ha democracia ha colapsado cuando ha superado los 6.055$