Este año ha vuelto a ser intenso en eventos políticos de los que permiten y demandan no sólo la mera narración sino de algo de análisis y reflexión. En nuestro tradicional post navideño repasamos algunos de los libros que se han dedicado a ellos y que en Piedras de Papel hemos tenido la suerte y el tiempo de leer. Ojalá en el 2025 disminuya el desasosiego, al que muchos de estos libros se refieren; o, como mínimo, que en el nuevo año seamos capaces de encontrar calma suficiente para pensar, leer y escribir sobre ello.
The Crisis of Culture. Identity Politics and the Empire of Norms. Olivier Roy
La tesis central de Olivier Roy en The Crisis of Culture no va a dejar indiferente a nadie. Para este antropólogo francés, lo novedoso del período de cambios culturales en el que nos hallamos inmersos es que se trata de una crisis destructiva donde los valores de la modernidad y el capitalismo son profundamente cuestionados, pero no existe una alternativa que los sustituya. En este sentido, desde los años sesenta nos hallaríamos en una fase de demolición de valores y normas sociales, sin que estos sean sustituidos por unos nuevos, como sí habría ocurrido en otros momentos históricos.
Lo que caracteriza al momento presente ya no son normas y valores universales, sino la protección de las identidades particulares como fin último e incuestionable. El sufrimiento es el argumento definitivo de los retos basados en la identidad. Como afirma el propio Roy en el libro: “mi sufrimiento es absoluto, particularmente si éste está enteramente en mi mente”. Sin embargo, esto entra en contradicción con la vida política, tal y como la entendíamos, que necesita una visión compartida de los temas que afectan a la polis.
Paradójicamente, la izquierda, que ha liderado los cambios culturales de las últimas décadas, se enfrenta a fuertes contradicciones entre su vocación universalista e igualitarista y la defensa del particularismo y la desigualdad a los que, en demasiadas ocasiones, conduce la política de la identidad. En este contexto cultural particularista es donde encuentran mayor resonancia los valores e ideas conservadoras.
En resumen, la actual crisis de la cultura partiría del cuestionamiento radical de los valores y normas tradicionales que supusieron los movimientos sociales de 1968, y de la ausencia de un nuevo marco normativo que de coherencia a la sociedad contemporánea. Por tanto, nos hallaríamos en un momento de crisis social, más allá de la política, que requiere de unos nuevos consensos sociales que ni sabemos cuáles serán, ni en qué circunstancias podrían emerger.
The normalization of the Radical Right. A Norms Theory of Political Supply and Demand. Vicente Valentim.
De pocas cosas se ha escrito más en los últimos años, tanto en la academia como en la literatura más generalista apegada a la conversación pública, que de las razones del crecimiento de la extrema derecha. ¿Es la economía? ¿Las guerras culturales? ¿Las apuestas electorales de los partidos de un signo y de otro? No es exagerado decir que este libro constituye quizá la contribución más original, rigurosa y trascendente a este debate de todo lo que se ha escrito en los últimos años.
Vicente Valentim comienza llamando la atención sobre dos elementos que nos deberían hacer cuestionar las explicaciones dominantes: en la práctica totalidad de los casos el crecimiento de estos partidos es súbito, y no está directamente correlacionado en el corto plazo con la evolución de las condiciones de vida. Para explicar el crecimiento de la extrema derecha, el libro propone una teoría complementaria a las existentes, y centrada en el papel de las normas sociales. Valentim rescata la idea de falsificación de preferencias que desarrolló Timor Kuran para explicar los aparentes pero frágiles consensos sociales que sostienen a los regímenes autoritarios. Y muestra cómo en democracias la expresión de preferencias de la gente también se guía por las expectativas de lo que piensen los demás, y por las sanciones sociales asociada a opiniones estigmatizadas.
La tesis central del libro es que el crecimiento del apoyo electoral a partidos extremistas es fruto de un proceso de activación y normalización de preferencias que ya existían de manera latente en la sociedad. Y que los estigmas que mantenían a estas preferencias en estado latente desaparecen a través de eventos excepcionales y de la aparición en la escena política de líderes más capaces de movilizar apoyos una vez que detectan la existencia de estas preferencias potencialmente activables. Un factor apuntado, pero menos explorado en el libro, es el desarrollo de un nuevo ecosistema mediático, mucho más fragmentado y con pautas de consumo diferentes a las del pasado, que podría facilitar estos procesos de desestigmatización de posiciones extremistas.
El valor del libro no descansa solo en la originalidad de su tesis y en su recuperación del papel de las normas sociales para explicar el comportamiento político. En este tema, como sobre casi cualquier otro, tenemos seguramente inflación de ideas e hipótesis. Pero tenemos escasez de análisis empíricos sólidos y rigurosos que las validen o refuten. El libro de Valentim no tiene este problema. En sus 300 páginas, Valentin explota de manera muy inteligente datos de varios países (entre ellos España) para testar algo extremadamente difícil, como la existencia de preferencias ocultas o latentes. Para los que quieran saber ver la diferencia entre hacer buena ciencia política y escribir un ensayo original sobre una cuestión de actualidad, que pasen y lean.
El libro no pretende hacer una prognosis sobre la evolución de la extrema derecha en el futuro, pero sí deja muchas ideas encima de la mesa que ayudarán a cada lector a hacerla. Valentim apunta a que la mejor forma de reconstruir sociedades tolerantes no pasa por reconstruir las normas sociales que hicieron que durante décadas ciertas posiciones políticas estuvieran estigmatizadas, sino más bien por generar preferencias intrínsecas en la población a favor de los valores democráticos ahora amenazados. Esto fue posible por ejemplo en la Europa de posguerra, pero ¿son fácilmente recreables las circunstancias políticas y mediáticas en las cuales esa cultura democrática prosperó en ese momento?
La dictadura de la minoría. Cómo revertir la deriva autoritaria y forjar una democracia para todos. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, tras su obra Cómo mueren las democracias de 2018, analizan el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Una insurrección violenta alentada por un Presidente (Trump 1.0) que se negaba a aceptar una derrota electoral previa (en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020) y que se resistía a ceder el testigo a la siguiente Administración (Biden). Excavando en la historia política moderna de Estados Unidos y comparando con experiencias ¿similares? en otros países y momentos (incluido el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en España), proponen dos factores explicativos principales. El primero, la deriva antidemocrática del Partido Republicano ante cambios demográficos y como reacción al avance hacia una democracia multirracial en Estados Unidos. El segundo, la existencia de unas instituciones que fueron diseñadas para proteger a las minorías, pero que, al no haber sido reformadas, sirven para reforzar a éstas en detrimento o a expensas de la mayoría. La situación se agravaría cuando las minorías presentan valores y comportamientos autoritarios.
Entre esas instituciones, Levitsky y Ziblatt apuntan al Colegio Electoral que elige al Presidente de Estados Unidos (versus voto popular), al Senado (con sobrerrepresentación de los Estados con menor población y un gran poder de veto) y al Tribunal Supremo (con jueces vitalicios elegidos por Presidentes que pueden haber perdido en voto popular) como las principales que permiten la “tiranía” de la minoría. Según los autores, este tipo de instituciones contramayoritarias también hacen que un radicalizado Partido Republicano no tenga incentivos para cambiar de línea política, puesto que los sesgos con los que aquellas fueron creadas, les favorecen, ahora, como partido.
Si este es el diagnóstico del deterioro democrático en Estados Unidos, ¿cuáles son las posibles soluciones? Tras sopesar los pros y contras de establecer cordones sanitaros y/o barreras para excluir a las fuerzas antidemocráticas, Levitsky y Ziblatt se decantan por las reformas constitucionales encaminadas a actualizar la arquitectura democrática estadounidense, adaptándola a los retos del siglo XXI con el fin, entendemos desde el planteamiento de los autores, de limitar el posible (ab)uso que hagan de ellas los actores políticos.
No es totalmente descartable que, ante un inminente segundo mandato de Trump, el debate sobre la necesidad de reformar las instituciones se abra paso en Estados Unidos. Téngase en cuenta que cuando fue escrito este libro aún no habían tenido lugar las últimas elecciones presidenciales norteamericanas (noviembre de 2024) y ni siquiera el Partido Republicano había designado, oficialmente, a un candidato.
Quizás el regreso de Trump (2.0) sea un acicate para un nuevo ensayo de Levitsky y Ziblatt sobre los procesos de degradación democrática. Aunque, en esta ocasión, el punto de partida será el regreso de Trump a la Casa Blanca como Presidente que ha ganado no sólo del Colegio Electoral sino también el voto popular, a diferencia de lo ocurrido en su primer mandato.
La trampa identitaria: Una historia sobre las ideas y el poder en nuestro tiempo. Yascha Mounk.
Este libro se lee como un estudio de hegemonía. El síndrome político-intelectual que el autor da en llamar “la síntesis identitaria” es un artefacto que podría tener su lugar en un Cuarto Milenio de izquierdas ¿En qué consiste esa síntesis? ¿Cómo ha llegado esto a tener una posición destacada y en ocasiones dominante en los ámbitos considerados progresistas? ¿Por qué es un disparate de preocupantes consecuencias bajo apariencia de justicia? ¿Cómo podemos combatirla? Esas son las preguntas que este libro plantea sin timidez y que tampoco se arredra en contestar.
Su principal problema puede ser el tremendismo. Casos llamativos sobre “espacios seguros” “cancelaciones” y segregación racial defendida como protección son tomados como la regla: “demasiado familiares”. Cuando en realidad si ciertas anécdotas suenan a coña es por algo. Tal vez la sopa identitaria no esté tan extendida como nos dice. La descripción que hace de sus vetas principales parece muy interesante, pero no es tan obvio el que esté por todas partes. Desde luego, no todavía en la península ibérica, aunque puede que sí en algunos cenáculos académicos y entre algunos burócratas, mendicantes de las redes y políticos olfateando en busca de rollos nuevos. Quizá su hipótesis sobre cómo este tipo de ideas se difunden entre el personal administrativo (de las universidades y de otras organizaciones) y las consecuencias que esto tiene sea una de sus mejores aportaciones.
Pero descontado el tremendismo, el avance, por modesto que pueda ser, de las ideas segregacionistas, esencialistas y ultra-subjetivistas como santo y seña de izquierdas debería siempre preocupar a todos los demás de la izquierda, así como a los de la no izquierda. Eso sí, con mucha más autocrítica. El tetramilenarismo siempre nos debe hace pensar en lo tremendo que debe ser el vacío para que lo puedan ocupar las chorradas.
El Espíritu de la Esperanza. Byung-Chul Han
En este librito, el filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han repasa diferentes concepciones filosóficas sobre la esperanza y nos presenta su propuesta: una actitud activa que rechaza el determinismo y nos impulsa a soñar y crear un futuro mejor. Han comienza con una crítica a la sociedad actual. En un mundo marcado por el cinismo, el catastrofismo, el consumismo y el agotamiento emocional, la persecución de deseos individuales nos aísla de los demás y el miedo al futuro nos lleva a sobrevivir, no a vivir.
Han defiende la necesidad de recuperar una esperanza auténtica, que se distinga del optimismo vacío y de la esperanza pasiva. La verdadera esperanza, según Han, es radical. Nace del contacto íntimo con la desesperación e implica la aceptación de lo imprevisible y de la fragilidad de la vida. Debería ser vista como un estado del ser consciente que permite soportar la incertidumbre con dignidad y confianza. Desde esa consciencia, la esperanza de Han es una pasión militante, resuelta a soñar un futuro que no está cerrado y a actuar con entusiasmo y afán, aunque sin certeza, para conseguirlo. La esperanza nos lanza a lo desconocido, lo abierto, lo que todavía no es, de manera dinámica, activa y fuerte. Es un estado interior pero en que el sujeto es un nosotros y no un yo.
En el pasado ha habido épocas de gran incertidumbre y desesperación, no estamos ante una situación histórica nueva. Con su combinación de claridad filosófica y lirismo El Espíritu de la Esperanza llama a resistir el desaliento y a desear una fuerza subversiva y transformadora que abra nuevos horizontes. Y ¿por qué no?
Infantilised. How our culture killed adulthood, Keith Hayward.
Parafraseando a Marx y a Engels, un fantasma recorre nuestras sociedades: su infantilización. O ésa es la conclusión a la que ha llegado el académico y criminólogo danés Keith Hayward en su reciente trabajo publicado por Constable. Su libro es un fenómeno mundial si queremos entender el devenir de nuestras sociedades y la banalidad que rodea a la política actual. Pero empecemos por el principio.
Todo comenzó hace unas décadas, especialmente en los años 50 y 60. Los movimientos sociales de entonces, especialmente mayo del 68, encumbró el mero hecho de ser joven. La juventud tenía siempre la razón, porque lo importante no eran los argumentos, sino comenzar un nuevo mundo lleno de sueños. A ello se unió con el paso del tiempo el cambio demográfico, donde cada vez nacían menos niños y la esperanza de vida aumentaba. Esto significó que se borraran las fronteras entre las distintas etapas vitales. Los niños no sólo querían ser desde muy pequeños adultos, sino que además se les trataba como tales. Y, al mismo tiempo, los adultos pasaban a sufrir el síndrome de Peter Pan y no querían crecer, comportándose siempre como jóvenes.
Una vez se borraron las fronteras vitales, el cambio tecnológico ha ido haciendo el resto. La educación se ha infantilizado hasta el extremo, y el conocimiento se transmite de forma simplista. En ocasiones, se busca más entretener que educar e informar. Los medios de comunicación han entrado en una deriva similar, tratando a los lectores como niños. La política también se ha banalizado y los representantes públicos hacen discursos más propios de un cómic de Marvel. Y es aquí, en esta infantilización y en esta banalización, donde surgen fenómenos como la ideología woke, la polarización o la política como celebridad.
El libro de Hayward es provocador y da una explicación distinta y poco habitual a muchos de los fenómenos sociales y políticos a los que asistimos en las sociedades contemporáneas. Sólo por eso merece la pena leerlo.
Born to rule. The making and remaking of the British elite. Aaron Reeves y Sam Friedman
Eton. Los clubes. Retorno a Brideshead. Oxbridge. La City de Londres. Todo lo que siempre asociamos a las élites británicas y mucho más. Un análisis muy minucioso de ellas a lo largo de los últimos 125 años, con referencias a teorías clásicas y recientes y con datos y extractos de entrevistas cualitativas con sus protagonistas. El libro aparece en un momento académica y políticamente oportuno: un momento en el que las desigualdades de riqueza se han acentuado mucho y en el que somos testigos de cómo las élites económicas utilizan sus recursos (de todo tipo) y sus conexiones para acceder al poder político. En el libro se analizan fuentes existentes –como el Who’s Who, el diccionario biográfico más importante de perfiles notorios e influyentes, que ha mantenido sus criterios de inclusión estables desde 1897 y que no se ciñe a la pertenencia a la aristocracia– y otras que han diseñado los propios autores –una encuesta a los propios miembros de la élite y pequeños experimentos a otros grupos.
El libro comienza con una descripción básica de las élites (según los datos del Who´s Who) en comparación con la población británica en su conjunto. Para sorpresa de pocos, la pertenencia a la élite es, incluso hoy en día, abrumadoramente masculina, blanca, residente en Londres, procedente de las clases sociales más aventajadas, educada en instituciones privadas de gran prestigio y con ingresos situados en la parte más alta de la distribución. Dentro de estas élites, las económicas (las que tienen ocupaciones vinculadas a los negocios) se han hecho más frecuentes a lo largo del tiempo que el resto.
A continuación se desgranan los resultados de una encuesta realizada a los miembros de las élites británicas actuales. A diferencia de lo que sucedía en el pasado, estos destacan los avances del país en términos de movilidad social y tratan de describir y justificar su propia experiencia de acceso a la élite como producto del esfuerzo y de sus capacidades –es decir, del mérito, mucho más que de sus orígenes sociales privilegiados, la suerte, su paso por instituciones privadas selectas o las conexiones sociales. También en contraste con sus antepasados, tienden a suavizar su estatus y ocultar las señales de distinción clásicas: tratan de presentarse como ciudadanos más o menos ordinarios que trabajan duro y se interesan por manifestaciones culturales populares, como en la famosa canción “Common People” de Pulp. Según los experimentos que los autores diseñaron, cuando los miembros de las élites logran convencer al resto de la sociedad de que proceden de orígenes sociales humildes y de que tienen gustos culturales omnívoros tienden a ser vistos con ojos más favorables.
Las actitudes políticas de las élites también están hoy en día bastante más en sintonía de lo que esperaríamos con las de los ciudadanos comunes: se preocupan por la desigualdad, aunque no siempre apoyan las medidas que podrían mitigarla eficazmente. Un estupendo libro para entender la reproducción de las ventajas a lo largo de las generaciones, la estabilidad de las instituciones educativas socialmente segregadas, los discursos de legitimación de las desigualdades socioeconómicas y los cauces por los que los privilegios sociales dan acceso al poder político.
La naturaleza del terrorismo: Violencia política y clandestinidad. Luis de la Calle e Ignacio Sánchez-Cuenca.
En este libro se aprende mucho sobre violencia política clandestina, su objeto de estudio, también nombrada a través de ese término de límites difusos que es el terrorismo. Se estudian cuestiones cuantitativas de interés a través de bases de datos, como su correlación con la debilidad relativa frente al estado, y otras menos evidentes, como su relación no lineal con el desarrollo económico. Pero, sobre todo, se ofrecen unos muy interesantes capítulos narrativos, que sirven para aclarar el papel del territorio en la violencia política (posiblemente, el mayor atractivo de este libro). Los autores tienen una erudición extraordinaria y una mente analítica muy fina, por lo que son capaces de contar sus historias de manera tal que se ponen a la luz las claves de la cuestión, con ejemplos que van de Sendero Luminoso a la OLP, de ETA al Estado Islámico.
En una lectura más crítica (en el sentido de prestar atención a sus condiciones de producción) se puede aprender mucho también sobre el problema de nombrar en política, el problema de nombrar en ciencia, y el follón que tiene en esto la ciencia-politica. Es habitual que cuando un término está muy cargado las mentes analíticas comiencen por decir algo así como “dejo de usar terrorismo y paso a usar violencia política clandestina”, “dejo de usar democracia y paso a usar poliarquía”, o “democracia mínima”, dejo de usar “violencia machista” y paso a usar “violencia de pareja íntima”, y así sucesivamente. No es que esto sea siempre lo mejor, pero suele ser lo prudente frente al zarzal de las palabras que ya están ocupadas.
Los autores, cual Juan sin Miedo, se lanzan a reformar nuestro lenguaje, nos explican que lo que ellos estudian es el terrorismo. No estipulativamente (no “para fines de este libro llamaremos terrorismo a...”) sino para todos los fines, de forma supuestamente neutral y objetiva. Por ejemplo, se nos advierte que si nos sorprenden algunos de sus usos será porque somos uno de “aquellos que utilizan el término por razones políticas, asumiendo que terrorismo es siempre una palabra peyorativa” (97). Imaginemos esto en un libro de ciencia social sobre los estados que “torturan” frente a otras formas de violencia estatal, o simplemente sobre la democracia/dictadura, la violencia machista, etc. Pero léanlo.