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Pablo Iglesias, ¿crisis de liderazgo?

Muchas de las encuestas publicadas en las últimas semanas coinciden en señalar que Podemos se encuentra inmerso en una crisis electoral. Como consecuencia, han surgido en el debate público numerosos argumentos que intentan explicar el retroceso de Podemos en las encuestas. De entre ellos, destacan muy particularmente dos: primero, muchos votantes de la órbita de Podemos le señalarían como el principal culpable de que Mariano Rajoy continue siendo Presidente del Gobierno; y segundo, la popularidad de Pablo Iglesias se habría deteriorado en los últimos meses.

Sobre el primer argumento ya escribí la semana pasada en El País algunas intuiciones inspirándome en el único precedente de repetición de elecciones en España por investidura fallida (las de la Comunidad de Madrid en 2003, tras el escándalo del “tamayazo”). En ese artículo mostraba que en esa ocasión fue el PSOE el principal perjudicado por la repetición de elecciones debido a la desmovilización del electorado por hastío y descontento con la actuación de los socialistas durante la investidura. En esta ocasión, los datos apuntan que, por el momento, está siendo Podemos quien más desgaste está sufriendo por el fracaso de las negociaciones.

Dejando esta cuestión a un lado, en estas líneas me gustaría centrarme en el segundo posible causante de la actual crisis de Podemos: Pablo Iglesias. Según las encuestas del GESOP para El Periódico, Iglesias es el líder cuya valoración más se ha deteriorado en el último año. Según el barómetro de marzo, la nota de Iglesias sería de 3.4 sobre 10, una cifra muy cercana a la de Mariano Rajoy y muy por debajo de las de Albert Rivera, Alberto Garzón o Pedro Sánchez.

Sin embargo, para efectuar un cálculo de los potenciales efectos electorales que puede tener la crisis de popularidad del líder de Podemos debemos refinar el análisis y centrarnos en la evolución por grupos ideológicos. Si lo hacemos podemos observar cómo la caída de las valoraciones de Iglesias entre 2014 y 2016 se concentran especialmente en un grupo muy particular: los votantes de centro. Durante este período la valoración de Iglesias ha caído un 40% entre este colectivo, mientras que entre los votantes de izquierda la caída ha sido del 18% y entre los de centro-izquierda no se han producido cambios apreciables.

Así, la evolución de la popularidad del líder de Podemos ha estado particularmente marcada por el deterioro de su atractivo entre los votantes de centro. Como consecuencia, Iglesias ha perdido esa transversalidad ideológica que gozaba en sus inicios. En el gráfico 1 podemos observar que la imagen de Iglesias entre los “centristas” era en 2014 más parecida a la de los de centro-izquierda que a la de los de derecha. En cambio, en la actualidad ocurre lo contrario: los de centro se han acercado a los de derechas.

Por tanto, Pablo Iglesias es hoy más divisivo: aunque mantiene aún gran parte de su atractivo entre la izquierda, resulta cada vez más antipático para la gran mayoría del electorado de centro. ¿Debería preocupar a Podemos la escasa popularidad de Pablo Iglesias entre los votantes de centro? La respuesta es que probablemente no. Lejos quedan los tiempos en que Podemos contaba con esa excepcional habilidad de ser transversal ideológicamente. Con el actual sistema de partidos es difícil pensar que Podemos pueda ser una fuerza competitiva en el espacio del centro. En este sentido, a Podemos debería preocuparle particularmente su capacidad de movilizar a la izquierda (su campo base) y conseguir ampliar adhesiones en el centro-izquierda, un espacio en el que precisamente la imagen de Pablo Iglesias se ha mantenido intacta en los últimos años.

En definitiva, la caída de la valoración de Pablo Iglesias en el último año se debe especialmente al deterioro de su imagen entre un electorado que muy probablemente no votaría a Podemos aunque el partido tuviera otro candidato. En cambio, Pablo Iglesias aún mantiene gran parte del atractivo que gozaba inicialmente en el espacio ideológico en el que actualmente es electoralmente competitivo.

Pablo Iglesias cada vez importa menos

Según mi lectura de las encuestas de GESOP, el deterioro de la popularidad de Pablo Iglesias es menos dañino electoralmente de lo que podría pensarse ‘a priori’. Hasta ahora hemos mostrado, la caída en popularidad de Pablo Iglesias. ¿Pero cuánto importa esa popularidad a la hora de explicar el voto? En realidad, la crisis de liderazgo de Iglesias no se debe tanto a su caída de popularidad como a que el electorado cada vez tiene menos en cuenta el líder a la hora de decidir votar a Podemos.

El gráfico 2 muestra cómo ha cambiado el peso que tiene la valoración de Iglesias sobre la decisión de votar a Podemos. De forma intuitiva el gráfico debe leerse de la siguiente forma: las barras muestran el aumento de la probabilidad de votar a Podemos cuando la nota de Pablo Iglesias aumenta un punto. Así, en diciembre de 2014, la probabilidad de votar a Podemos aumentaba en 0.094 (o, dicho de otra forma, en 9.4 puntos porcentuales) cuando la valoración de Pablo Iglesias aumentaba un punto. Esta cifra es considerablemente menor en la actualidad: un 0.06 (o 6 puntos porcentuales).

Los datos sugieren que Podemos se está “independizando” de su líder. Los votantes de este partido tienen cada vez menos en cuenta la opinión que les merece Pablo Iglesias. Ser de Podemos depende ahora menos del carisma del líder y más de la ideología. En resumen: el vínculo entre Podemos y su electorado es cada vez menos carismático y más “programático” o ideológico. A priori, que el líder tenga una mayor o menor influencia sobre el voto a un partido no es ni bueno ni malo: depende de los objetivos y las estrategias que tenga la formación política. Pero el hecho de que un partido sea menos dependiente de los vínculos carismáticos tiene importantes ventajas. En concreto, puede otorgar al partido de mayor estabilidad y continuidad, pues sus resultados no dependen tanto de algo tan coyuntural como tener un líder carismático.

La evolución del liderazgo de Podemos contrasta con la del otro nuevo partido emergente, Ciudadanos. Como muestra el gráfico, el peso del líder en este partido es sustancialmente mayor de lo que era en 2014. En cambio, la importancia de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se ha mantenido estable o no ha seguido una tendencia clara. En suma, el vínculo carismático de Podemos ha sufrido un progresivo deterioro. Si bien en diciembre de 2014, Iglesias era el líder que, comparativamente, más influencia tenía sobre el voto, en la actualidad, la influencia electoral de Iglesias estaría por debajo de Albert Rivera y Pedro Sánchez.

Los datos muestran que el deterioro de popularidad de Pablo Iglesias en los últimos meses puede tener un impacto menor del que se puede desprender a priori. El líder de Podemos ha dejado de ser atractivo entre los votantes de centro, un espacio ideológico que desde hace tiempo no forma parte del electorado potencial del partido. En cambio, la imagen de Iglesias se ha mantenido inalterado en el centro-izquierda, ahí donde más se juega Podemos, pues es donde sus apoyos son más porosos e inestables. En definitiva, existen claros indicios de que Podemos está en una crisis electoral, pero los datos difícilmente pueden avalar la tesis de que la popularidad de Pablo Iglesias es uno de los principales causantes.

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Nota metodológica: los datos son de GESOP para El Periódico de diciembre 2014, abril 2015 y marzo 2016. El efecto de los líderes se ha estimado con modelos de regresión en los q se incluye la valoración del líder de partido (0 a 10) y controles de edad, sexo, educación, ocupación e ideología.

Muchas de las encuestas publicadas en las últimas semanas coinciden en señalar que Podemos se encuentra inmerso en una crisis electoral. Como consecuencia, han surgido en el debate público numerosos argumentos que intentan explicar el retroceso de Podemos en las encuestas. De entre ellos, destacan muy particularmente dos: primero, muchos votantes de la órbita de Podemos le señalarían como el principal culpable de que Mariano Rajoy continue siendo Presidente del Gobierno; y segundo, la popularidad de Pablo Iglesias se habría deteriorado en los últimos meses.

Sobre el primer argumento ya escribí la semana pasada en El País algunas intuiciones inspirándome en el único precedente de repetición de elecciones en España por investidura fallida (las de la Comunidad de Madrid en 2003, tras el escándalo del “tamayazo”). En ese artículo mostraba que en esa ocasión fue el PSOE el principal perjudicado por la repetición de elecciones debido a la desmovilización del electorado por hastío y descontento con la actuación de los socialistas durante la investidura. En esta ocasión, los datos apuntan que, por el momento, está siendo Podemos quien más desgaste está sufriendo por el fracaso de las negociaciones.