Inmersos en unas de las mayores pandemias de los últimos siglos, una reivindicación social lograba acaparar buena parte del marco mediático occidental: la lucha por los derechos civiles volvía a rugir en las calles de EEUU. La rearticulación de viejas demandas, adaptadas a los nuevos repertorios de manifestación, ha conseguido hacer visible y extensiva la lucha contra el racismo institucionalizado y la marginalización sistemática de los sectores más vulnerables de la sociedad norteamericana, llegando estas reivindicaciones al viejo continente. En él, los denominados partidos de derecha radical llevan años haciendo de la inmigración uno de sus pilares discursivos y han conseguido propiciar, incluso, la adopción de políticas migratorias más restrictivas en determinados países. Con el fin de la excepcionalidad ibérica tras la irrupción de Vox en diciembre de 2018, nos preguntamos si los sentimientos contrarios a la inmigración, bandera discursiva de la formación, se encuentran ampliamente extendidos entre los españoles o si, por el contrario, son minoritarios y sectorizados.
Antes de seguir, debe advertirse que los sentimientos anti-inmigración son un fenómeno difícil de captar cuantitativamente, de observar directamente. Además, y consecuencia de ello, la presencia de estos sentimientos no implica automáticamente actitudes racistas, puesto que pueden haber sido desencadenados por factores muy diversos. Teniendo esto presente, hemos utilizado la pregunta de los Barómetros del CIS en los que se plantea a la ciudadanía sobre cuáles considera que son los tres principales problemas de España, siendo una de las posibles respuestas “La inmigración”.
Evolución general
En el gráfico 1 podemos ver la evolución general desde enero de 2014 hasta mayo de 2020 del porcentaje de personas que consideran la inmigración como uno de los principales problemas del país. Tras un amplio periodo de estabilidad, observamos como a partir del verano de 2018 se produce un drástico incrementó que se mantendrá en valores en torno al 9%-16%, para caer radicalmente en abril y mayo de 2020 – caída que se explica en parte por la preocupación en torno al coronavirus, pero también se ha de tener en cuenta los cambios realizados en los cuestionarios del CIS.
Este incremento en 2018 no es cuestión baladí y debemos recordar que en tal verano tuvieron lugar sucesos de notoriedad mediática como el Open Arms o los saltos masivos de la valla de Melilla. Aunque no podamos concluir si fueron determinantes, los sentimientos anti-inmigración aumentaron meses antes del primer éxito electoral de Vox en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018. Si bien es sabido la relevancia que tuvo en el voto la cuestión territorial en estas elecciones, estos datos nos sugieren la posibilidad de que los sentimientos anti-inmigración se constituyeran como un caldo de cultivo latente favorable a la emergencia de un partido de derecha radical capaz de vehicularlos y potenciarlos.
Antiinmigración e ideología
No obstante, ¿tales sentimientos se distribuyen y han evolucionado de forma similar independientemente de la ideología de los ciudadanos? En el siguiente gráfico podemos observar cómo el aumento a mediados de 2018 de los sentimientos anti-inmigración se produjo transversalmente, independientemente de la ideología. Tras este ascenso, la preocupación por la inmigración se mantuvo en niveles superiores durante todo 2019, cayendo en 2020 con la llegada del Covid-19. Ahora bien, se observa una clara tendencia alcista en el caso de la extrema derecha hasta finales de 2019, que permitiría apoyar la hipótesis de partida.
Asimismo, las diferencias en cuanto a magnitud durante casi todo el periodo -con la excepción de 2020- son notables. A modo de ejemplo, mientras en septiembre de 2019 uno de cada 10 ciudadanos de izquierda manifestaba tal preocupación, en la derecha y extrema derecha este valor ascendía hasta un 21,7% y 32,4%, respectivamente.
Diferente factor, mismo patrón: la cercanía partidista
Si en lugar de la ideología dividimos a los ciudadanos en función del partido por el que manifiestan sentirse más cercanos, los patrones observados reflejan amplias similitudes. Centrándonos esta vez en la distribución, el diagrama de cajas muestra cómo a medida que los ciudadanos se identifican con partidos más ubicados hacia la derecha, el porcentaje de electores que considera la inmigración un problema principal de España aumenta. Mientras de media (punto rojo) solo el 5% de los ciudadanos cercanos a Unidas Podemos manifiestan tal consideración a lo largo de 2018, 2019 y hasta mayo de 2020, en el caso de Vox lo hacen aproximadamente 3 de cada 10 personas.
En lo que respecta a la evolución, el caso de Vox es el más llamativo dado que sus potenciales votantes han manifestado mayor preocupación respecto a la cuestión migratoria desde su aparición en los Barómetros. Nuevamente, en el verano de 2018 se produce un crecimiento transversal, sostenido en valores comparativamente más elevados durante todo 2019 para caer de forma significativa en los dos últimos meses. Estos datos refuerzan lo que se ha venido destacando, siendo transversal el aumento de la preocupación en los diferentes targets electorales, éste se ve intensificado en las posiciones más extremas del eje ideológico. En otras palabras, el electorado de la derecha radical sería más propenso a otorgarle un mayor protagonismo a la inmigración cuando este issue se inserta en la escena mediática como un elemento central.
La distribución regional y desigual de la preocupación
Como casi todas las cuestiones sociales en España, la preocupación por la inmigración se distribuye territorialmente de forma de desigual. En el siguiente mapa se muestra el porcentaje de ciudadanos que consideran la inmigración como problema principal según Comunidades, así como sus respectivas tasas de inmigración. Identificamos hasta tres grupos diferentes: un primero con una menor tasa de preocupación entre las que destaca Navarra con un 7,6%; un segundo grupo que desarrolla una preocupación media entre las que se encuentran Comunidades como Andalucía o País Vasco con un 11,7 y 12,5% respectivamente; y, por último, un reducido número de territorios donde la preocupación supera el 20%. Se trata de Murcia (20,7%), Ceuta (28,3%) y Melilla (35%). A excepción de Melilla, en estos territorios Vox consiguió ser la principal fuerza en las elecciones del 10 de noviembre.
Para concluir, queremos hacer hincapié en tres cuestiones. En primer lugar, como hemos visto, los sentimientos anti-inmigración se hallan sectorizados de forma partidista, ideológica y territorial, con diferencias notables. En segundo lugar, y para el caso de Vox, a pesar del hecho de que un sector de la población cercano al partido albergaba sentimientos anti-inmigración superiores al resto de ciudadanos, la formación de derecha radical muestra un posicionamiento más extremo en tal cuestión que buena parte de sus potenciales votantes, puesto que 7 de cada 10 no consideran la inmigración un problema principal de España.
Finalmente, la relevancia mediática que este tipo de cuestiones tiende a adquirir no se corresponde con su grado de importancia para la ciudadanía española, pues apenas en torno a un 12% de personas consideran la inmigración como un problema principal de España. Es en este terreno donde Vox ha jugado un papel fundamental en la instauración de un marco mediático proclive a sus intereses y en el que las formaciones competidoras en el eje ideológico difícilmente conseguirán atraer a sus electores. En los comicios generales de 2019 asistimos a una suerte de efecto bandwagon en la derecha española que demostró no ser del todo efectiva: para formaciones como C´s o PP, cuando se trata de defender posturas radicales con respecto a la inmigración, siempre habrá opciones más extremas y, como hemos podido observar, sus electores se parecen más a la media nacional que a las posiciones radicales.
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