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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No somos amigas...

Poco finas hemos de ponernos cuando de reivindicar la visibilidad lésbica se trata. La última vez ha sido por la amistad de la adolescencia de Whitney Houston. “Ambas mantuvieron una relación sentimental cuya parte íntima acabó cuando la cantante empezó a tener éxito”, publicó La Vanguardia. “Una gran amiga y confidente”, comentaba El País en su versión impresa. A ver, no me queda claro entonces si fueron señoras que se empotraron no hace mucho (por favor, no dejéis de leer este gran guiño que me he marcado).

Pase que algunas hablen de “compañeras”, pero… ¿amigas? ¿Relación física? ¡Qué variedad de eufemismos inexistentes en el panorama heterosexual! Lejos de estar interesada en el papel cuché, me llama la atención la manera en la que los medios generalistas reflejan la visibilidad lésbica: cuando no retuercen la situación hasta provocar una absurda hipérbole, como en el caso de las dos futbolistas del Dépor femenino, se marcan un outing con toda la puerta del armario en la cara, sirva como ejemplo cuando sacaron el reportaje fotográfico de la actriz Elena Anaya en una playa desnuda retozando con su exnovia.

¿Nos dejarán tener referentes en algún momento? Pero sin mucho drama, ni por la puerta de atrás ni de portazo en la cara. Que si Toñi Moreno y Rosana de colegas, que si Inma Cuesta arriba y abajo… y es que ahora que estamos en la onda neofascista de que la violencia no tiene género, parece que también volvemos al discurso de que a quien te llevas a tu cama es vida privada, no pública. Como si no socializásemos en cada minuto vital, en entornos amigables y hostiles, saliendo de armarios en cada manifestación de tu estilo de vida, en cada nuevo círculo. Estés soltera, casada o arrejuntada.

Y es que en 2019, y retomo Señoras que se empotraron hace mucho (libro que surgió de este delicioso hilo de tuits) aún hay que rebuscar a nuestras particulares iconos de la infancia y adolescencia. Aún hay quien se sorprende de que Virginia Woolf hubiese mantenido un tórrido romance con Vita Sackville West (uy, perdón por el spoiler) o de que Gloria Fuertes fuese lesbiana. Y hablo de lesbianas hechas y derechas. Hablo de amigas que siguen creyéndose que todas somos eso, amigas… y no a todas les dedicamos el título de este artículo, ¿no?

Poco finas hemos de ponernos cuando de reivindicar la visibilidad lésbica se trata. La última vez ha sido por la amistad de la adolescencia de Whitney Houston. “Ambas mantuvieron una relación sentimental cuya parte íntima acabó cuando la cantante empezó a tener éxito”, publicó La Vanguardia. “Una gran amiga y confidente”, comentaba El País en su versión impresa. A ver, no me queda claro entonces si fueron señoras que se empotraron no hace mucho (por favor, no dejéis de leer este gran guiño que me he marcado).

Pase que algunas hablen de “compañeras”, pero… ¿amigas? ¿Relación física? ¡Qué variedad de eufemismos inexistentes en el panorama heterosexual! Lejos de estar interesada en el papel cuché, me llama la atención la manera en la que los medios generalistas reflejan la visibilidad lésbica: cuando no retuercen la situación hasta provocar una absurda hipérbole, como en el caso de las dos futbolistas del Dépor femenino, se marcan un outing con toda la puerta del armario en la cara, sirva como ejemplo cuando sacaron el reportaje fotográfico de la actriz Elena Anaya en una playa desnuda retozando con su exnovia.