Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
¿Cómo enamorar a una mujer para que te cuide toda la vida?
El modelo de la mujer cornuda que lleva con dignidad los estragos de la doble vida de su marido es el que vemos en las revistas del corazón. Así viven las reinas y las princesas (Sofía de España, Isabel de Inglaterra, Lady Di de Inglaterra, Carlota de Mónaco, etcétera), y así deberíamos vivir todas. Una reina debe asumir que la monogamia no es para ellos, sino para nosotras.
Y debe aceptar que sus maridos tienen derecho a vivir en régimen de semilibertad, con sus escapaditas puntuales, pero sin desfasarse demasiado. En la cárcel del matrimonio, ellas tienen cadena perpetua, y ellos el tercer grado.
El contrato nupcial les beneficia a ellos claramente: pueden obtener sexo, descendencia y cuidados gratis, y les viene bien que haya alguien que les sujete las bridas para no andar como sementales salvajes, regando su esperma con generosidad por el mundo.
Les viene bien tener una sustituta de mamá con la que poder tener sexo de vez en cuando. A los niños varones les hacen creer que siempre habrá una mujer encargada de su salud y su bienestar, y que, teniendo sirvientas a su disposición, podrán vivir como reyes toda su vida.
Lo único que tienen que hacer para disfrutar de sus privilegios es enamorar a una mujer, por eso hasta el hombre más pobre del planeta puede tener una sirvienta.
Y, ¿cómo enamorar a una mujer para que te cuide toda la vida? Haciendo que la mujer elegida se sienta especial: se pasan todo el noviazgo soltando frases bonitas para enamorar a sus futuras esposas. Y, cuando ya las tienen de rodillas, es cuando pueden empezar a hacer sus escapaditas y a diseñar su doble vida como solteros y casados.
Los hombres de doble vida se portan bien al principio para parecer domesticables, y para que las mujeres se sientan poderosas. Después de la boda, se acaba la luna de miel y empieza a imponerse la realidad.
¿Y cuál es la realidad? Según algunos estudios, las mujeres solteras tienen mejor salud, mayor calidad de vida y de esperanza de vida frente a las mujeres casadas. Y, paralelamente, los hombres casados viven más y mejor que los hombres solteros, viudos o divorciados. La realidad es que casarse les permite vivir mejor a ellos y a nosotras lo que nos beneficia es no tener marido.
¿Y por qué viven mejor los hombres casados? Porque gozan del doble del tiempo libre que las mujeres en muchos países del mundo: ellos pueden juntarse con sus amigos a ver el fútbol, a ver espectáculos de tortura animal, a cazar animales y a irse de fiesta. Pueden hacer deporte, dedicarse a sus pasiones, hacer negocios, estudiar y dedicar tiempo a su carrera, porque tienen criada y así se pueden desentender de sus obligaciones.
Las mujeres nos damos cuenta demasiado tarde. Generalmente cuando nos vemos encerradas en una casa con un bebé en brazos, esperando con ansiedad a que llegue el padre de la criatura. Da igual que hayas estudiado, que seas una gran profesional, que seas una mujer muy moderna y empoderada: la maternidad nos encierra en casa. Cuando más ayuda necesitamos es cuando se nos viene encima toda la realidad: el mito del compañero fiel, la familia feliz y la conciliación laboral es una estafa.
Cuando tenemos críos es cuando empezamos a darnos cuenta de que realmente ellos se casan para vivir mejor y nosotras, en cambio, salimos perdiendo. Las que más pierden son las mujeres que abandonan sus redes sociales y afectivas para encerrarse en el nidito de amor y formar una familia feliz.
Los hombres son tan privilegiados que hasta tienen espacios propios donde nunca van a entrar sus esposas y novias oficiales. Esos espacios masculinos ofrecen todo lo que un hombre puede desear: alcohol, comida y mujeres, en packs o en precio de barra libre. En el Edén, los hombres no tienen encima a la sargento de su mujer: se sienten realmente libres y disfrutan con la ficción de sentirse deseados por mujeres sonrientes que no se enojan jamás.
Si los hombres se casan es porque a ratos pueden olvidarse del mundo en el Paraíso, porque pueden compaginar con facilidad su doble vida y porque sus parejas oficiales de alguna forma u otra lo consienten. Unas deciden autoengañarse y hacer como que no, otras se pasan media vida amargadas hasta que se resignan, y unas pocas se rebelan ante los privilegios masculinos y se separan, desencantadas.
Para los hombres esto no es un gran problema porque ellos vuelven a emparejarse muy rápido: en el mercado del amor hay millones de mujeres dispuestas a dejarse engañar, a auto engañarse y a aguantar la doble vida de los hombres. Nuestra dependencia económica y emocional les beneficia, porque así pueden vivir como reyes, hacernos creer que somos las reinas y al mismo tiempo tener su propio harén de mujeres enamoradas y disponibles para ellos.
Cuando pierden su potencia sexual es cuando empiezan a quedarse en casa para que sus esposas les cuiden. Lo dijo Sabina en una entrevista: él antes se iba de gira y no estaban permitidas las novias ni las esposas, porque él y los suyos se entregaban en cuerpo y alma a la fiesta y a las mujeres. Ahora que está mayor y necesita cuidados, dice que ni se le ocurre separarse de su señora y que va con ella a todas partes.
No solo le pasa a Sabina, les pasa a todos cuando pierden su salud y su potencia sexual.
No es casualidad que cuando los hombres por fin quieren estar en casa, las mujeres ya están volando fuera. Ya saben que el mito de la media naranja es una estafa, ya han criado a todos los hijos e hijas, ya se sienten libres para dedicarse a sus pasiones y a sus amigas. Muchas vuelven a estudiar y a aprender cosas nuevas, empiezan a viajar, empiezan a ver mundo y a disfrutar de su tiempo libre… Es entonces cuando muchas se ven obligadas a volver a casa a cuidar a un hombre que nunca ha sabido cuidarse a sí mismo.
A muchas de ellas solo las salva la viudedad. A algunas les llega pronto, otras tienen que cumplir otra condena de diez o veinte años más cuidando a un hombre que nunca las ha cuidado a ellas. Otras, en cambio, no pueden llegar a disfrutar de su libertad jamás, porque duran menos tiempo vivas que sus maridos.
Es mirando al final como comprendes el principio de la historia: los hombres se casan porque viven mejor y las mujeres nos casamos porque nos estafan haciéndonos creer que seremos muy felices en una jaula de oro, entregadas a esperar y a cuidar a nuestros amados hombres. Es una historia que hay que contarles a las niñas y a las adolescentes para que no caigan en la trampa, y enseñarles las cifras que demuestran que las mujeres que mejor viven y que mayor esperanza de vida tienen son las que no se casan.
A las niñas no les estamos contando que en realidad no van a ser reinas, sino sirvientas. No es justo que se vean a sí mismas como princesas, cuando van a vivir como criadas trabajando gratis para los hombres y viendo cómo ellos entran y salen de la cárcel de la que ellas no pueden escapar. Las nuevas generaciones tienen que poder decidir si quieren compartir sus vidas con hombres privilegiados o si prefieren ser libres. Tienen derecho a saber la verdad y a elegir por sí mismas, así que la información tiene que circular libremente entre las diferentes generaciones de mujeres. Es la única manera de que no nos engañen más. ¿Y los hombres? Es poco probable que renuncien a sus privilegios, porque les va muy bien así. Su doble vida es fantástica. Solo empezarán a cambiar el día en el que no haya ninguna mujer dispuesta a ser engañada y a auto-engañarse.
El día en que las mujeres se den cuenta masivamente de que casarse no les compensa porque les supone una doble y triple jornada laboral, se acabará la servidumbre doméstica, sexual y reproductiva a la que hoy nos sometemos “por amor”.
Entonces ellos perderán sus privilegios, tendrán que pagar por todos los servicios que necesitan y se lamentarán al darse cuenta de que el amor y los afectos no se pueden comprar. Solo se pueden sembrar, cuidar y cosechar. El cuento podría tener un final feliz en el que las mujeres se liberan y salen de la cárcel romántica y los hombres renuncian a sus privilegios para aprender a amar en igualdad y en libertad. ¿Qué tal si empezamos a contárselo a las nuevas generaciones para que se rebelen y empiecen a imaginar otras formas de relacionarse y de quererse?
El modelo de la mujer cornuda que lleva con dignidad los estragos de la doble vida de su marido es el que vemos en las revistas del corazón. Así viven las reinas y las princesas (Sofía de España, Isabel de Inglaterra, Lady Di de Inglaterra, Carlota de Mónaco, etcétera), y así deberíamos vivir todas. Una reina debe asumir que la monogamia no es para ellos, sino para nosotras.
Y debe aceptar que sus maridos tienen derecho a vivir en régimen de semilibertad, con sus escapaditas puntuales, pero sin desfasarse demasiado. En la cárcel del matrimonio, ellas tienen cadena perpetua, y ellos el tercer grado.