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El poder sexual y la huida afectiva

Iris César

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“Todo en este mundo va de sexo, salvo el sexo. El sexo va de poder”. Atribuida a Oscar Wilde

Hace poco un tío que se creía muy listo porque era profesor de filosofía me soltó que el sexo no tiene ideología porque es algo animal. Querido filósofo, estimado y alabado pensador, nunca tu masculinidad había estado tan clara, porque si follar no fuera ideológico, quizá se acabasen la mayoría de los problemas de las mujeres, de los gais, de las lesbianas y, seguramente, de gran parte de la humanidad. Y viviría todo el mundo feliz y follaría todo el mundo.

Otro día, otro tío, me pone como excusa que históricamente los hombres necesitaban reproducirse con muchas mujeres para garantizar la supervivencia de la especie mientras que nosotras necesitábamos ser monógamas o tener solo una pareja para garantizar el cuidado de la progenie. Yo respondo: el sexo es sociológico, el modelo sexual es sociológico y me es imposible argumentar nada más porque lo único que quiero es gritar en un alarido sónico y explosionar dejando un cráter que los elimine a todos. Me contestan: si dices que es sociológico, parece que no hay debate posible. ¿Cuál es el debate ante la náusea viva? ¿Cuándo vamos a superar las cuevas? Siglo XXI.

Por supuesto los dos argumentos son antiguos, los dos están desfasados y son convenientes para su privilegio. Me cabrea inmensamente la gente que no tiene empatía y que es incapaz de ver más allá de su propia realidad, ni siquiera puedes exponerle otra existencia sin que la rechacen de plano. Se tapan las orejas como ofendidos y sí, lo digo en masculino porque me refiero esencialmente a vosotros, hombres. Pero lo cierto es que los dos argumentos se basan y se sirven del mundo acelerado en el que vivimos de capitalismo tardío y relaciones líquidas para su propia sustentación. Ante la nueva libertad sexual y el consumo, me preocupan los modelos de sexualidad que estamos creando. Ahora consumir es guay. La puerta está abierta y cuanto más, mejor, y lo hago porque puedo. Estar soltero o soltera y tranquila en tu casa no entra en los planes de nadie. Estar soltero debe significar acostarte con un montón de gente.

“El hecho de buscar sexo de forma instintiva constituye en realidad una trampa, ya que jamás va a producirse satisfacción a largo plazo. El hombre, después de la consumación, se siente defraudado, y va a buscar a otra persona, y a otra, y a otra, y la colección de desilusiones no ayuda a que este ser se sienta colmado. La fantasía de tener sexo con distintos seres supone precisamente eso, una fantasía”.

Falos y falacias, Adriana Royo 

En los nuevos modelos de consumo de cuerpos y de fast sex, los hombres se enorgullecen de la boca de riego, del aspersor para el césped. Se enorgullecen consensuadamente, de forma políticamente correcta y aplaudida, porque ahora está aceptado. De esta forma, yo distingo dos tipos: los hombres que aprueban la nueva libertad femenina y se benefician directamente de ella, es decir, los supuestos feministas que nutren y reproducen el nuevo sistema de mercado y los otros, los de siempre, los que nos ven como algo de usar y tirar y solo quieren acostarse con nosotras para acostarse consigo mismos, porque somos intercambiables y toda nuestra liberación les viene de putísima madre para encontrarse con menos obstáculos y así mantener su miedo emocional y reafirmar su sistema de valores casposo. La falta de respeto en las dos perspectivas, el egoísmo autoerotizante en ambas, me horroriza. 

Yo solo tengo un asco recalcitrante que me da arcadas, la náusea, la náusea física, un asco profundo que se me ajusta en el pecho y que me es imposible disolver. El amigo y el amante son una persona, son indisolubles, pero me parece que son dos distintas. A veces se me olvida, a veces los separo y luego me llevo el golpe y la mayor decepción, pero siempre es la misma decepción y siempre es el mismo golpe. Me es inasequible aceptar que le gusta poner. Él es un Narciso. 

Adriana Royo también afirma que “a día de hoy, existe una falta de afecto globalizado que se cubre mediante la sexualización de nuestras carencias” y me encanta porque expresa perfectamente lo que siempre intento explicar: que duele tanto, que hacen mucho daño. No solo a sí mismos, sino a todas las personas de su entorno donde van dejando un círculo de cadáveres como de tierra quemada. Hacen daño. Dicen que lo hacen todo bien porque nunca te engañaron y dejaron las cosas claritas y somos nosotras las que debemos tomar la decisión de alejarnos. Yo solo espero que nunca nadie los trate como ellos tratan al resto.

En una tendencia general, aunque en unas tendencias más que en otras, el afecto ha huido de nuestras relaciones y hemos huido de ellas. Nos da miedo la soledad, estamos aterrorizados por lo que eso pueda decirnos de nosotros, por lo que mamá o papá siempre nos dijeron, y es más fácil buscar un sustitutivo continuo sin que importe mucho quién. El miedo a la soledad, que se revierte en dependencia, es una de las enfermedades del siglo XXI. Este miedo no tiene género, pero sí tiene formas muy distintas de manifestarse, porque así nos han educado, porque así lo hemos vivido. Ser dependiente no es solo necesitar siempre una pareja o necesitar cuidar a alguien para sentirnos bien, ser dependiente también es buscar esa forma vacía de vincularnos una y otra vez, engañándonos, diciendo que no significa nada.

Cuando se es tajante en que no se quiere una relación, pero continuamente se busca follar, cuando se huye de la conexión, pero siempre se busca algo más, otra persona más, cuando se dan estas dos vertientes contradictorias, siempre me pregunto qué carencia se está ocultando. No abogo por que todo el mundo se empareje y que esto sea una versión de Langosta de Lanthimos, pero la huida del afecto de forma tan definitoria siempre me parece sospechosa. La decisión de no tener pareja es totalmente lícita y quizás liberadora para ciertas personas, el deseo de tener pareja por todos los medios es igual de esclavizador. Sin embargo, existe una falta de responsabilidad brutal con nosotros mismos y con los demás que nos impide admitir nuestros miedos, para ser sinceros de verdad y decir las cosas que queremos decir en susurros o que nunca decimos porque están bien enterradas o que vemos y nos dan asco porque sentimos eso mismo dentro. Es necesario ser valiente para eso, pero es imperdonable utilizar a otras personas en la combinación con nuestro miedo. Es inaceptable usar el sexo como sustitutivo de algo más, como la búsqueda del recuerdo infantil de sentirnos queridos y utilizar a los demás como objetos masturbatorios que no tienen rostro ni sentimientos. Este texto lo he escrito a través del asco, que luego he conseguido transformar en compasión. O en algo más blandito. Quizás en una tristeza compasiva.

Me gustaría que todo el mundo pudiera enfrentarse a sí mismo, pero hay que ser resiliente para ello. Me gustaría que todos pudiéramos encontrar el equilibrio entre estar a gusto con nosotros mismos y tomar la decisión consciente de que quizás nos atraiga otra persona y que quizás queramos compartir nuestro tiempo con ella sin vincularnos desde el miedo. Ojalá poder permitirnos que sea algo real para dejar de vincularnos desde el terror a estar solos ni dejar que nos invada el miedo a vincularnos. Que sea desde el amor, no desde el miedo.

Una amiga me dijo una vez: “Yo no creo que él sea capaz de amar, al menos de la forma en que yo entiendo amar”, y se refería exactamente a esto. Amar altruistamente, sin esperar nada más allá de esa persona que el afecto y el respeto mutuos, sin intentar cambiarla, aceptándola y comprendiéndola, siendo consciente de sus defectos y compartiendo un espacio común donde os encontréis de vuestra vida individual. Yo quiero amar así, deseo con toda mi alma que los demás puedan algún día ser capaces de amar así, con ese sentimiento tan limpio, seguro y tranquilo. Lo contrario se vuelve feo y enrevesado. Lo contrario, definitivamente, no es amor.

“Todo en este mundo va de sexo, salvo el sexo. El sexo va de poder”. Atribuida a Oscar Wilde

Hace poco un tío que se creía muy listo porque era profesor de filosofía me soltó que el sexo no tiene ideología porque es algo animal. Querido filósofo, estimado y alabado pensador, nunca tu masculinidad había estado tan clara, porque si follar no fuera ideológico, quizá se acabasen la mayoría de los problemas de las mujeres, de los gais, de las lesbianas y, seguramente, de gran parte de la humanidad. Y viviría todo el mundo feliz y follaría todo el mundo.